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Posts Tagged ‘la curación de la herida.’

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Seneyén, el Maestro Herbolario, examinó la herida de rebordes negros, calcinados. “Tiene un feo aspecto” dijo.

A primera vista podía pasar por un desgarro poco profundo. Seneyén, para demostrar lo engañoso de esa impresión, introdujo en la llaga un bastoncillo empapado en una disolución desinfectante.

El muchacho tuvo un estremecimiento. El líquido escocía y tenía un olor fuerte. Mientras el Maestro Herbolario lo curaba, Edu observó la habitación que servía de dispensario, laboratorio y almacén de específicos, además de despacho de Seneyén, su reino.

En la pared de enfrente, colgadas, había cortezas de árboles y raíces. A la derecha, en repisas paralelas, se sucedían hileras de tarros de cristal que contenían semillas de colores y bayas secas. Sobre una mesa había una bolsa de piel de comadreja y un ramo de margaritas purpúreas recolectadas recientemente.

“Ahora” dijo el Maestro “te voy a aplicar un emplasto de plantas amargas maceradas en agua de manantial. Te garantizo su eficacia. El poder sanador de las hierbas cerrará esta herida que, si no cicatriza bien, puede tener secuelas dolorosas.

“Esto no habría pasado si hubieses tenido puesta la camina de lino. La uña incrustada en la carne trazó un surco que huele mal”.

A continuación, preparó una infusión de hipérico, llantén y salvia a la que añadió unas gotas de resina de pino. “Esto te aliviará las molestias y te tranquilizará. Te quedarás aquí hasta que la cataplasma, que tendré que cambiar un par de veces, haga su efecto”.

Al dar los primeros sorbos de la bebida caliente, Edu sintió que dentro de él se desataban los nudos. La sensación era tan agradable que cerró los ojos. Era como si le hubiesen crecido alas y se elevase.

La voz de Seneyén le llegó de lejos. “No permitas que nada tire de ti hacia abajo”.

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