En la clase de filosofía no podía contar con Alberto ni siquiera durante los primeros quince o veinte minutos que don Justino invertía en sacarnos a la palestra, según él decía, y preguntarnos la lección.
Supuse que esa ventolera se le pasaría al cabo de dos o tres semanas. Tras los temas preliminares abordamos la lógica y logré que me escuchara cuando le hacía un comentario o le gastaba una broma.
A pesar de su experiencia, don Justino se las veía y se las deseaba para hacernos amena “la ciencia del pensamiento en cuanto tal”, tan alejada de nuestros intereses y tan llena de tablas, leyes y principios.
Salvo en esta hora, Alberto era el mismo de siempre. Por un lado, esta nueva faceta de su carácter me resultaba divertida. Por otro, sentía crecer en mi interior el deseo de mofarme de él, de ridiculizarlo.
La clase de filosofía se convirtió en un pulso que mantenía con el profesor, aunque éste nada sospechase.
Incluso sufrí una decepción al llegar a la lógica y comprobar que no era tan difícil llevarme el gato al agua. Después de que don Justino nos llamase la atención dos o tres veces, me di por ganador.
En ocasiones, se trastocaban los papeles y era Alberto quien me distraía no de las explicaciones profesorales sino de mis propios pensamientos.
Por aquel entonces empecé a ensimismarme y no toleraba las intromisiones, ante las que podía reaccionar con violencia.
Esa interiorización estaba en discordancia con mi comportamiento habitual. De todas formas, tales cavilaciones eran pasajeras.
No había concedido importancia al hecho de que Alberto hubiese comprado un cuaderno de anillas expresamente para la asignatura de filosofía. Con su letra alargada y pareja, de trazo firme, tomaba nota de cuanto se decía en clase.
Encabezaba cada tema con su título en caracteres de imprenta, numeraba meticulosamente los diferentes apartados, subrayaba las definiciones. Sus apuntes limpios y ordenados eran un regalo para los ojos.

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In illo tempore (LXVIII)
Posted in In illo tempore, tagged Alberto, don Justino, la lógica on agosto 6, 2012| Leave a Comment »