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Posts Tagged ‘monsieur Seguin’

Querida Michèle,

Me estaba acordando de la simpática cabra de monsieur Seguin. He llegado a la conclusión de que me ocurre como a ella y a todos los herbívoros de su especie. Lo que como necesito regurgitarlo y masticarlo con detenimiento antes de tragarlo definitivamente.

Quiero decir lo que hablo. Tal vez se trata de un fallo de mi sistema mental por culpa del cual me veo abocado a rumiar los pensamientos. Sea lo que sea, la cabra es mi animal totémico.

Este introito viene a cuento de nuestra última conversación, en la que abordamos el tema de la verdad, siempre una y la misma, ya la diga Agamenón o su porquero. Recibe ese nombre justamente por no ser múltiple ni variable, por no admitir versiones, por ser escueta y austera.

Hay un concepto jurídico conocido como “legítima defensa”, de la cual la mentira puede ser un instrumento como lo son también una pistola o un cuchillo.

En nombre de la propia integridad física y de los legítimos intereses de un persona (familia, bienes, dignidad…) se puede recurrir a la mentira para neutralizar una agresión, para defendernos.

Si puedes engañar a alguien que te está coaccionando para hacerse con el código secreto de tu cuenta bancaria, le darás uno falso, pues se trata de tu dinero ganado honradamente. Si está en tu mano impedirlo, no dejarás que un delincuente te desplume.

Es lícito recurrir a la mentira en esa u otra coyuntura similar.

Pero en circunstancias normales la función de la mentira es deleznable. La mentira es una traición a la verdad. Tanto la vida personal como la colectiva deben cimentarse en la segunda.

La mentira es una manipulación malintencionada cuyo resultado es el enrarecimiento de la atmósfera, el envenenamiento de la convivencia, aunque se practique por juego, a pequeña escala, a niveles supuestamente irrisorios.

Si te pido que salgas conmigo, y tú no quieres, puedes decirme la verdad. Si piensas que esa respuesta es demasiado brutal, puedes alegar que te duele la cabeza o que tienes mucho trabajo acumulado, o sea, una excusa.

Abomino del relativismo, pero reconozco que hay que ser flexible y no tomarse las cosas demasiado a pecho. Y lo que es más importante: hay que tener sentido del humor para encajar los golpes y, en general, para afrontar la vida.

Excusas tan trilladas como la de la jaqueca pueden ser calificadas de mentirijillas y no vamos a montar un cirio por eso, ni tampoco por las llamadas mentiras piadosas.

Una vez hechas estas precisiones, sólo queda añadir que las mentiras, tanto las grandes como las pequeñas, contribuyen grandemente a convertir la tierra en un lodazal por donde cada vez es más difícil caminar. Una cloaca en la que vamos hundiéndonos hasta ser engullidos por completo. Con todo mi afecto.

 

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