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Posts Tagged ‘ninguneo’

                                   II
Aparte de esas modificaciones exteriores que han convertido mi piso en un lugar ajeno, hay otras con una mayor incidencia en mi sentimiento de extrañeza y en mi incomodidad.
En las relaciones cotidianas, ignoro por qué razón, das por sentada una serie de ideas y juicios sin haberlos hablado previamente conmigo. Al parecer, partes de la base de que pienso igual que tú, de que comparto tus puntos de vistas al cien por cien, de que tengo tus mismas fobias y tus mismas filias.
Cuando se trata de uno de tus grandes temas, o más bien fijaciones, he observado que cualquier otra opinión distinta a la tuya la consideras herética, condenable, digna de desprecio. De hecho, cualquier otra opinión no tiene cabida, es imposible.
Tus grandes temas incontrovertibles reducen al interlocutor al papel de comparsa con el patético derecho de asentir o, a lo sumo, matizar dentro de los límites establecidos, con el debido respeto a la ortodoxia, sin sacar los pies del plato.
En este asunto, como en el de la redecoración del piso, tu ninguneo resulta ya cómico ya humillante. Y lo mismo da que se trate de una actitud deliberada o inconsciente.
Me preguntas por el motivo de mis enfurruñamientos, como tú los llamas, y de mis reaccionas desproporcionadas, así las calificas. A pesar de tu inteligencia y de tu sensibilidad, sólo ves lo que quieres ver. Padeces de ceguera selectiva.
Ahora que te vas, me preguntas también por qué no hago nada por impedir tu partida. Me reprochas que no siento pena.
Reconoces que llegaste y lo organizaste todo a tu gusto, marcaste las pautas por las que había que regirse, te encargaste de poner la música a cuyo son había que bailar. Por supuesto, todo lo hiciste en aras de una feliz convivencia, con la mejor de las intenciones.
El infierno está empedrado de buenos propósitos que a menudo no son más que una coartada para hacer nuestra santa voluntad, una justificación de nuestros desafueros.
Mi cometido consistía en admirarte, en llevarte la corriente no como a los locos o a los niños, que eso resulta irritante, sino como a un ser merecedor de ese trato por estar más evolucionado.
También debía apoyarte y no decir inconveniencias en presencia de tus amigas, aunque fuese con el ánimo de hacer un chiste y divertir.
No te equivocas al afirmar que necesito estar solo, sobre todo después de la experiencia de haber vivido contigo.

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