“¿No siente, no ama ni pregunta?”
Lezama Lima
No sabe de delfines ni de azules madréporas,
ni sabe de cangrejos reculando en la arena,
ni el murmullo escuchó del mar en los rompientes.
Nunca hundió sus pezuñas en las saladas aguas.
Y ella sube que sube.
Lo suyo son las breñas de encrespada maleza,
los montones de rocas en precario equilibrio,
las cuestas empinadas, las trochas, los barrancos.
Ella entiende de montes, de ninguna otra cosa.
Y ella sube que sube.
Es ignorante, zafia y, sobre todo, loca.
No es estéril, da leche, no camina, da saltos.
Su pelambrera es recia, aviesa su mirada.
Sus afilados cuernos le sirven de defensa.
Y ella sube que sube.
Que no le hablen de almejas, de signos, de sandeces.
Conoce su destino de cabra a la deriva
sin consultar las cartas ni tampoco los astros.
Su locura es un tren lanzado a toda marcha.
Y ella sube que sube.
Que no le venga nadie con historias de anémonas
ni de estrellas marinas. Que no le venga nadie
con que ha visto una araña haciendo encaje inglés,
ni mienten a su madre, muerta de una caída.
Y ella sube que sube.
Cuando llegue a la cumbre, concentrará sus patas,
sus cuatro pezuñitas, en el punto más alto
(hará lo que en el circo hacen tantas congéneres)
y allí se quedará como una papanatas.
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