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Posts Tagged ‘Sócrates’

Las desdichas poéticas sobrevinieron cuando se quebraron las líneas matrilineales, a finales del periodo minoico. Por si fuera poca desgracia, llegaron luego los filósofos griegos con su implacable lógica y su intransigencia racional.
En el prólogo de La Diosa Blanca, Sócrates es objeto de un buen vapuleo, dado que fue él quien sometía todo al pensamiento científico. Además, desconfiaba profundamente de los poetas y rara vez ponía los pies en el campo. Sócrates era un urbanita convencido.
Pero el hijo de la comadrona Fenareta se llevó su merecido en vida al casarse con la malhumorada Jantipa, que tuvo fama de ser “la mujer más insoportable de Grecia”.
Poesía y naturaleza marchan a una. En nuestra época, en la que el divorcio entre ambas parece haberse consumado, se realizan intentos desesperados para volver a la primigenia armonía.
La verdad que, por boca del poeta inspirado, ilumina esta ciénaga en la que nos hundimos sin remedio, es el último baluarte que se mantiene en pie.
La verdad es el gran compromiso del poeta. Del poeta auténtico. Del de antes de la invasión de los bárbaros de Asia central, hace muchos siglos. Del poeta cuya entrega a su tarea es total y no de media jornada, o todavía menos, de fines de semana y periodos vacacionales.
Robert Graves, ejemplo de poeta consecuente, cita en las primeras páginas de su libro algunas de las preguntas enigmáticas a las que él encontró respuesta. Preguntas tales como: “¿Qué canción cantaban las sirenas?” o “¿Qué secreto estaba oculto en el Nudo Gordiano?”.
He aquí la cuestión que nosotros planteamos: ¿Le habrían gustado estos tiempos al eximio vate inglés?

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Dice Sócrates: “Ríndete, pues, a mis razones y sígueme por la ruta que te conducirá a la felicidad en esta vida y después de tu muerte, como acaba de demostrar este discurso. Sufre que se te menosprecie como a un insensato, que te insulten, si quieren, y hasta déjate abofetear sin protestar aunque te parezca infamante. Ningún mal te sucederá por ello si eres realmente un hombre bueno dedicado a la práctica de la virtud. Después que la hayamos cultivado en compañía, si lo juzgamos a propósito, intervendremos en los negocios públicos”. (Platón, Gorgias, o de la retórica)

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