“El estúpido sueño de la vida”
dices contemplando el azul del cielo.
“¿Por qué esta inquietud y este desvelo?”
preguntas con sonrisa desvaída.
“Los tristes frutos son de la caída”
añades esgrimiendo el escalpelo.
“De ahí procede también este repelo
o disgusto o náusea que nos embrida”.
La gran bóveda de color turquesa,
de la que al cabo apartas la mirada,
de luces diminutas se empavesa.
“¿Acabaste por fin tu jeremiada
o tienes preparada otra remesa
que te impida gozar de la velada?”.

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