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Posts Tagged ‘vino del Condado’

                                       II
Nos encaminamos al lugar de costumbre. Alzando la voz a causa del ruido del tráfico, que es denso a esa hora punta, digo:
—Hoy no puedo quedarme mucho rato —y soltamos una carcajada porque uno de los dos, sin falta, hace siempre esa misma declaración u otra parecida.
Un amplio rótulo semicircular en rojo, donde están inscritas las letras en azul, corona la entrada principal del establecimiento. El “Rías Bajas” es, en opinión de Aurelio, la mejor marisquería de Sevilla.
Como somos habituales, conocemos a bastantes clientes y a todos los camareros. A éstos mi amigo los saluda llamándolos por su nombre de pila.
Me dirijo a nuestro rincón favorito mientras Aurelio va a echar un vistazo a la vitrina frigorífica.
Vuelve radiante de su inspección.
—Que no se te ocurra pedir cerveza —me advierte.
Uno de los camareros se acerca sonriente.
— ¿Cuándo han llegado? —se informa Aurelio.
—Esta misma mañana.
— ¿Frescas?
—Fresquísimas.
— ¿De Galicia o de Arcachón?
— ¿Cómo? —dice el camarero que, a juzgar por la cara que pone, parece haber entendido porcachón.
Aurelio nos tiene acostumbrados a esos retruécanos. Los empleados de la marisquería no se lo toman a mal.
Muy serio, sin parpadear, como si no tuviese la más remota idea de lo que ocurre, se queda mirando al camero. Luego fija en mí sus ojos ahuevados y dice:
—Media docena cada uno y una botella de vino blanco.
Con un limón en el centro, nos sirven las ostras en una bandeja de acero inoxidable. Aurelio hace un gesto de desaprobación y masculla:
—No se acaban de enterar.
A continuación, alto y claro, le dice al camarero:
— ¿Por qué no le ponéis también una ramita de perejil?
— ¿Perejil?
—El limón es un adorno —tercio yo.
—No, no —se apresura a rectificar el camarero—. Es para el marisco.
El vino del Condado no está suficientemente frío. Ése es otro delito que Aurelio no se cansa de denunciar.
De todas formas, su bonito color amarillo pajizo y su regusto afrutado le restituyen el buen humor.
—Algún día aprenderán —sentencia mi amigo.
—Tu problema, bueno, uno de tus problemas, es que eres un perfeccionista.
—Tú sabes cómo se comen las ostras, ¿verdad? —dice cogiendo una y llevándosela a la nariz para olerla.
Asiente complacido y prosigue:
—Hay que masticarlas un poco, saborear su textura y tragarlas.
Y hace una demostración práctica.
—Pero qué te voy a contar yo —añade colocando la concha rugosa y vacía en la bandeja—, a ti que eres un experto en almejas.

 

 
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