Un poeta indio encontró a una muchacha llorando porque se sentía sola. El poeta, que también era un yogui y un asceta, se llamaba Kabir. Apiadado de la joven, trató de consolarla. Le dijo que igual que en la minúscula semilla de ajonjolí hay aceite o en el duro pedernal hay una chispa siempre dispuesta a saltar, así el Amado reside en el interior de uno mismo. Basta con llamarlo para que acuda. Basta con abrir bien los ojos para descubrirlo. La muchacha se enjugó las lágrimas y sonrió. Pero la suya era todavía una sonrisa de incredulidad.
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Realmente todo lo que nos empecinamos en buscar fuera de nosotros, está dentro de nosotros mismos. Sin embargo, estamos tan pendientes de lo que nos rodea que perdemos el contacto con nuestro propio cuerpo y alma y sufrimos más de lo que debiéramos.
Nunca ha sido fácil conectar con nuestro Yo, pero, el hombre está todavía más fuera de sí últimamente, cuando tantos valores han sido ninguneados y desterrados de la vida cívica por intereses políticos y un egoísmo y una avidez exacerbada por lo material.
El hombre ha perdido la conexión con lo mejor y más auténtico de él y por eso me ha resultado hermoso este cuento porque supone una llamada de atención a lo verdadero dentro de nosotros mismos y un mensaje de esperanza para todos. Gracias por el regalo.Un beso.
Cuánta verdad hay en tu comentario. Gracias a ti. Otro beso.
La interiorización y su cultivo es muy placentero, es una riqueza que no se compra ni vende. Bonito cuento. Tenemos la necesidad de llamar al Amado y gozamos en esa comunicación, supongo que la sonrisa de la muchacha con el tiempo se habrá transformado en credulidad, y si no que se lo pregunten a Dumas, él sabía mucho…
¿Te refieres a Alejandro Dumas padre o a Alejandro Dumas hijo? Se me ha venido a la cabeza La Dama de las Camelias.
El hijo es muy importante, la Dama de las Camelias es una gran obra, pero me refiero en concreto al padre, que sabía mucho.
Gracias por la aclaración. Que tengas una agradable semana (y que no sea demasiado calurosa).