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Dando pesados aletazos, el murciélago avanzaba en dirección a nosotros.
En Maweli los llaman zorros voladores. Aunque no son tan grandes como estos animales, hay que reconocer que les falta poco.
A medida que se acercaba, su cara se fue perfilando hasta el punto de que pude apreciar a simple vista todos sus rasgos.
Tenía dos grandes orejas rematadas en punta y un hocico que, en efecto, recordaba el de un zorro o un perro. Y unos colmillos de un blanco luminoso. Y ojos enrojecidos, como los de un insomne.
Su vuelo era incierto, pero no había duda de que nosotros éramos su objetivo.
Mascullé que estos animales eran inofensivos. Que no se sabía de ningún caso en que hubiesen atacado a una persona.
El murciélago se puso a revolotear por encima de nuestras cabezas. Yo observaba con aprensión creciente sus idas y venidas.
¿Y si detrás de éste venían más? Desde luego, no pensaba quedarme para comprobarlo.
No me atrevía a desviar la mirada del orejudo, cuyas pasadas eran cada vez más bajas, por temor a que, en un descuido, nos atacase.
Cuando esa careta flotante, en la que sólo distinguía dos ojos sanguinolentos y dos colmillos de inmaculada blancura, alcanzó el punto más lejano antes de dar la vuelta, decidí que era el momento de escabullirse.
Al ir a coger a Raúl por el brazo, creyendo que estaba a mi lado, descubrí que el niño estaba en medio de la plataforma.
Grité azorado que teníamos que regresar al coche sin tardanza.
El niño me miró impasible. Luego, cogió su pistola de juguete que tenía metida en la correa del pantalón. Sosteniéndola con ambas manos, apuntó al murciélago, esperó a que se acercara lo suficiente y disparó.
El despertar de los murciélagos (y IV)
marzo 11, 2011 por Antonio Pavón Leal
Me imaginaba que algún papel jugaría el juguete de Raúl. Pero no había imaginado el rol que jugaría el niño. Lamentablemente me había hecho mucha expectativa después de leer la tercera parte, por lo que la parte 7 tuve que leerla de nuevo para encontrar el hilo narrativo. Creo que este puede ser un detalle importante a la hora de las entregas por parte: cuál es la mejor manera de dividir la obra para presentarla por partes…
Pero igual me gustó, me recordó la película»Los Pájaros» de Alfred Hitchcock, la verdad es que a mi hasta la fecha me producen cierto recelo las palomas en la plaza…
Felicidades, fue un buen cuento 🙂
Gracia, Pilar.
Tu comentario me ha servido para reflexionar un poco sobre la escritura y sobre el blog como su soporte material.
El autor, lógicamente, intenta crear una expectativa o un ambiente que atrape o envuelva al lector. En lo que a mí respecta, me doy cuenta de que es importante encontrar el «tono». Y ese tono, en lo que a un cuento se refiere, debe ser un tono menor. Es decir, no es aconsejable tratar de crear una gran expectativa que, probablemente, no podrá ser satisfecha.
La secuenciación o división es un problema que está en relación con lo que antes decía del soporte. Como tú señalas, es un detalle que hay que tener en cuenta. Lo ideal sería presentar el cuento de una vez (lo cual se puede hacer cuando éste es breve) y así leerlo de corrido.
Pienso, desde luego, que si el relato es largo, es preferible presentarlo por partes, pero éstas deben estar bien «medidas». Lo que ocurre es que un cuento, al contrario de una novela compuesta de capítulos, está constituida por un único capítulo, y esta especificidad dificulta la división, la cual puede traicionar o desvirtuar el espíritu del relato.
Me ha salido una larga respuesta. Ya tendremos ocasión de seguir intercambiando ideas y pareceres sobre nuestra labor literaria, que no es una profesión, ni siquiera una afición sino un estado. Se es o no se es.
Nietzche, que no es santo de mi devoción, y que era un gran escritor, dijo lo siguiente: «Tomar por una profesión el estado de escritor es, cuando menos, una forma de estulticia».
Buen fin de semana.
Antonio, me ha gustado mucho volver a leer este relato. Gracias