El cero, el infinito
La fiebre, los gusanos
Los desvanes, los sótanos,
Espejos agrietados
El vuelo de una mosca
Los ruegos, las llamadas
Las cornejas, los grajos
Las aguas estancadas
Las luces se apagaron
No iluminan los faros
Los locos se lanzaron
Al mar donde se ahogaron
Y la eterna pregunta
De todo el que vagó
Sin encontrar refugio
¿Por qué yo? ¿Por qué yo?
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Extraordinario, gracias por compartir.
Gracias a ti, Pastora. Un abrazo.
Me gusta la cadencia y el ritmo de tu poema, llevan al lector hasta la pregunta que luego queda en el aire revoloteando.
saludos desde Santiago 🙂
Esa pregunta que no tiene respuesta, o que admite cualquiera. Ante las vicisitudes de la vida, ante las desgracias, incluso ante los golpes de suerte, siempre surge ese por qué, que representa la esencia de la condición humana. Los animales no se preguntan nada, y las plantas menos. Pero nosotros, demos o no demos una respuesta explícita, tenemos que adoptar un actitud, de alguna forma tenemos que definirnos, y partir de ahí construirnos o destruirnos. Mejor lo primero, desde luego. Un abrazo.