XXII
El niño de facciones equinas gemía y resoplaba. Sostenido por los nervios y el amor propio, se debatía con fiereza. Pero, como se veía a las claras, no podría resistir mucho tiempo.
La superioridad del zangolotino era patente. De su rostro se había borrado la furia que aflorara al principio de este incidente. Se había limitado a esquivar o parar los puñetazos y puntapiés que el otro repartía a tontas y a locas. Cuando golpeó, el mamporro conmocionó a su rival que se tambaleó, y que, tan pronto como se repuso, se abalanzó sobre él como un meteorito, perdiendo ambos el equilibrio y cayendo.
Sobre el pavimento de la plaza, el niño de cara caballuna se tomó toda clase de licencias: arañazos, mordiscos, bofetadas… Pero las cosas no le fueron mejor.
Daban vueltas a derecha e izquierda tan bien entrelazados que formaban un único bulto. Cuando esa masa humana se detenía, el zangolotino era el que estaba arriba, sentado sobre el vientre del otro niño, al que trataba de dominar.
Pero éste, al que la rabia dotaba de gran agilidad, lograba zafarse. Tres veces escapó a la inmovilidad, que era sinónimo de derrota, a que lo condenaban el peso y la fuerza de su contrincante. Pero no hubo cuarta vez.
El niño zangolotino, a horcajadas, colocó las rodillas sobre los hombros de su adversario, y con las manos le mantuvo la cabeza pegada al suelo.
El niño de cara de caballo, con los ojos desencajados, forcejeó unos instantes más, trató de combar el cuerpo y revolverse, sin demasiado convencimiento, a un paso de darse por vencido.
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Los últimos capítulos los he disfrutado al máximo. Sabía que el niño Zangolotino tiene sus recursos para enfrentar a los niños socarrones y ventajosos.
Muchas gracias Antonio..
Un cordial saludo.
Pero la última palabra no está dicha. Queda todavía el desenlace de esta historia que aparecerá la semana que viene. El niño zangolotino tiene sus recursos, sus estrategias y sus buenas cualidades, pero las situaciones son complejas. En ellas entran en juego factores que escapan a nuestro control. Así es la vida, la del zangolotino y la de todos nosotros.
Gracias a ti. Que hayas disfrutado leyendo este relato constituye para mí una gran satisfacción. Un abrazo.
Hacía años que no escuchaba la palabra zangolotino. ¡Con la de veces que me lo llamaba mi madre!
No es una palabra corriente. Se aplica, como sabes, a los muchachotes que se comportan como los niños, a los que les gusta jugar con ellos. También se les llama bitongos. Esos dos apelativos se utilizan cada vez menos, si acaso en zonas rurales, por lo que están desgraciadamente en vías de extinción. Tal vez a causa de que se ha producido una infantilización generalizada y ese tipo de niños ha dejado de llamar la atención. Saludos cordiales.
¿Hay que esperar hasta la próxima semana?, ¡¡rayos!!.
No me puedo imaginar el desenlace y lo peor de todo es que ..¡¡he tomado partido!!
Buen finde.
Ya falta poco: sólo una semana. Era un relato demasiado largo y he tenido que secuenciarlo para su publicación.
Seguro que, teniendo en cuenta los hechos precedentes, alguna idea te has hecho de cómo van a acabar las cosas, sobre todo si has tomado partido, lo cual quiere decir que te has identificado con algún personaje. Esto significa también que, si tu elegido sale malparado, te expones a «sufrir». Un abrazo.
¡Glub!
He estado bastante liada, pero no me pierdo este relato tan fresco y lleno de vida…conocía el termino zangolotino (que me encanta), pero no bitongos… Muchas gracias Antonio por todo, es un placer leerte!
«Zangolotino», en mi pueblo, era un término más corriente que «bitongo». Era mi padre quien solía decir a propósito de algunos niños: «Ése es un zangolotino», con una punta de desdén. Quizá por eso, entre otras razones, yo los reividico en este relato, les hago justicia de alguna manera.
He seguido tu reportaje sobre Arles (y sobre los lugares «vangoghianos») que me ha encantado. Es una ciudad y una parte de Francia que desconozco (bueno, en realidad no he visitado la mayor parte del país vecino).
Ya sabes que tienes abiertas las puertas de El Bosque Silencioso para pasearte por él cuando te apetezca o cuando tus ocupaciones te lo permitan. Un abrazo.