30.- Es corriente escuchar que cada uno tiene su verdad. Con ello se quiere decir seguramente que cada uno tiene su propia experiencia de la vida, construyendo a partir de ella una praxis, unas directrices que marcan líneas de comportamiento y de pensamiento. Una experiencia personal que sirve de base y punto de referencia para relacionarse con los demás y con el entorno.
Esta realidad es innegable y, además, no puede ser de otra manera. Somos hijos de nuestra experiencia y quien no se ciñe a ella tiene escasas posibilidades de madurar. Uno parte de sus propios datos para pergeñar su visión del mundo.
Pero de constatar este hecho a afirmar que ésa es la verdad hay un trecho muy largo. Una engañosa identificación y una confusión de términos sólo explicables desde el relativismo.
Si se plantea la verdad como una cuestión tan extremadamente subjetiva, nos topamos con contradicciones insalvables. Porque fulano me hizo una canallada, concluyo que es un malnacido. Pero otra persona a la que ese mismo individuo ha tratado amablemente, afirmará que es un ángel. ¿Cómo calibrar la bondad o la maldad de fulano, pues dependiendo de a quien se pregunte las respuestas no sólo serán diferentes sino opuestas? Una solución, por supuesto, es afirmar que se trata de conceptos vacíos (como los de belleza, justicia y tantos más), que cada cual rellena “ad libitum”. Otra variante es la que mantiene que fulano es las dos cosas: malo para mí y bueno para ti. Con semejante planteamiento hablar de verdad es cuando menos chistoso.
Si pensamos en Hitler o en cualquier otro psicópata renombrado, esas verdades con minúscula, aparte de caer por su propio peso, se revelan lastimosamente miopes. Que Eva Braun tuviese en alta estima al Führer, que le regalaba flores y bombones, no cambia en nada la catadura moral del encausado ni justifica el menor de sus crímenes.
No hay que poner en duda que para esta mujer y para todos los seguidores del dictador alemán, éste era un hombre fuera de lo común, un genial estratega, alguien digno de confianza y admiración. No hace falta consignar todo el mal del que fue artífice. El daño y el dolor que provocó son inconmensurables.
Si nos atenemos a las pequeñas verdades, habría que aceptar la de Eva Braun, puesto que ella, basándose en su propia experiencia, ha construido una imagen verdadera del Führer. ¿O tendría que ser Eva Braun la que debería modificar su visión y admitir que estaba equivocada?
Cada uno tiene su pequeña verdad para andar por casa, pero hay círculos más amplios en los que esa visión limitada naufraga. Retrotraerlo todo al ámbito subjetivo no sólo supone un empobrecimiento, es sobre todo una traición a la exigencia de objetividad y ecuanimidad, que es en lo que consiste la verdad.
La verdad no es un subproducto de mis preferencias, sino la marea que las desborda y pone de manifiesto su inanidad. Y ésta es la puerta de salida de embrollos y laberintos, la vía de apertura a una visión superior e integradora.
Si, por el contrario, nos encastillamos en las pequeñas verdades, el proceso se invierte. Nuestra percepción de la realidad será un trasunto de nuestras limitaciones. Cada vez más mezquinos y estrechos de miras, rechazaremos todo lo que cuestione nuestros planteamientos.
Las pequeñas verdades son indicaciones prácticas, aplicables en el día a día, siempre sujetas a críticas y reformulaciones, pero absolutizarlas, elevarlas a la categoría de verdad es, como queda dicho, una burla.
Se produce entonces un hundimiento, una implosión de valores que no tienen donde sostenerse. Es un medio seguro de andar a trancazos unos con otros.
La dimensión trascendente de la verdad es la que nos permite vivir, precisamente por sobrepasarnos, por no tener nada que ver con nuestros afectos y aversiones a los que tan obstinadamente nos aferramos.
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Los has dicho, y claro y bien.
La verdad tira de nosotros, nos libera, nos hace mejores. Las verdades son un buen estiércol para el crecimiento monstruoso del ego.
Jajaja. Me encantó tu respuesta. Buen fin de semana, amigo. Te abrazo fraternalmente.
Haciendo de lado planteamientos risorios modernos y ancestrales de lo que se considera ejercer la verdad, porque mucho de ello cae en la subjetividad personal o conglomerada; las pequeñas y grandes verdades siempre trascienden, encuentran a uno con la integridad del ser, de la existencia como parte de un todo, que es la creación de la que formamos parte a mi modo de ver y que me resulta la única verdad absoluta.
Me gustó la manera como desglosaste este tema. Saludos
Lo que caracteriza a la verdad, lo que la define esencialmente, es esa capacidad de trascendencia a la que aludes. La verdad nos obliga a aceptar, con independencia de nuestras inclinaciones y gustos, ciertos hechos y realidades. También podría hablarse de una verdad absoluta, de una superación total de nuestra subjetividad, pero aquí nos adentramos en otro terreno filosófico y religioso. Un abrazo.