V
Se volvió y espetó: “¿Adónde vais vosotros?”
Nos quedamos de piedra.
Parado en el camino, con gesto desdeñoso,
el paso nos cortaba. No hubo nadie que hablase.
Un pesado silencio cayó sobre nosotros.
La tarde era de otoño, la luz era dorada,
la atmósfera era tibia, el campo era una alfombra
mullida, verdemar.
Con los brazos en jarra repitió la pregunta:
“¿Adónde vais vosotros?”
Clavados en la tierra, quietos, avergonzados
de nuestra pretensión, los vimos alejarse,
adentrarse en el campo dulcemente otoñal.
Sus risas y sus voces se fueron extinguiendo.
El silencio de nuevo
cayó sobre nosotros, pesado como el plomo.

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Pregunta existencial, casi obligada en estos tiempos donde tantos nomás deambulan por aquí o por allá, pero sin rumbo, desconociendo a dónde van.
Lanzar esa pregunta así, a bocajarro, desconcierta y provoca ese silencio y esa detención de tiempo que tan bien poetizas en esta quinta parte de tu bestiario, Antonio querido.
Bardo, un abrazo enorme y lleno de afecto admirativo… as usual, dear friend.
Esa pregunta formulada, dirigida o arrojada como un venablo a los otros, a los que pretendían formar parte de la alegre comitiva, es una pregunta discriminadora, que erige una frontera entre unos (los que están dentro) y otros (los que quedan fuera). Es una pregunta sumamente marginadora, seguramente la base de cualquier filosofía o ideología, cualquiera que sea su signo, que aspira al poder. Es una pregunta que corta el paso y excluye. Una pregunta donde brilla por su ausencia el respeto y la integración del otro. Todo esto tiene, según creo, aplicaciones individuales y sociales. Es un mecanismo de manipulación al uso.
Un abrazo, cher Ernesto. Que los hados nos sean propicios.
Puede usarse como arma discriminadora, bien lo argumentas, o como un bofetón para hacer reaccionar al inconsciente.
Más que de filosofía (que sólo busca responder a las preguntas esenciales humanas, en todos los tiempos), puede ser la base de cualquier ideología, de muchos ismos, que sólo discriminan, excluyen, imponen, atan y, a la larga, quedan en el pasado y se vuelven totalmente inútiles. Muchas de esas ideologías e ismos son harto peligrosos, cuando persiguen el poder, pues se convierten en duras armas de opresión.
Desafortunadamente, algo tan crudamente vivido desde el siglo pasado, en todo el mundo y cuyos rastros siguen latigándonos en muchas partes.
Los hados nos serán propicios, mi buen Antonio, porque somo buenos, ya nada más por eso, jeje.
Buena mitad de semana y sabes que te abrazo muy fuerte y fraternalmente, amigo.
La pregunta de marras puede conllevar también, en efecto, una brutal toma de conciencia. Al parecer, normalmente, es así como avanzamos. Es en las desgracias, en la adversidad, cuando adquirimos mayor lucidez y cuando desarrollamos nuestros recursos, siempre que no nos hundamos. Lo anterior me recuerda el dicho: «La letra con sangre entra» que podría ser el lema de todas las escuelas fascitoides, pero que encierra una verdad.
Churchill, en un célebre discurso, habló de sangre, sudor y lágrimas para indicar lo que haría falta para enfrentarse y derrotar a la Alemania nazi.
Gracias por tus reflexiones o divagaciones tan penetrantes y oportunas. Yo seguiré siendo bueno aunque los hados me jueguen otra mala pasada. Espero que tú también 🙂
No logro ser malo por más que a veces lo he intentado. Un abrazo.
Otro abrazo para ti y enfilémonos hacia el fin de semana.
Se alcanza a sentir la opresión como algo anti-natural, como extraño y ajeno a la situación (como impostada). Esa atmósfera de belleza mezclada con el temor y el silencio. Uno creería que es la naturaleza la que nos enmudece por su supuesta tiranía (tal cantidad de desastres que vemos cuál cosas salidas de la nada), pero no, es el propio hombre. Me ha encantado.
Ciertamente lo es: impostada, antinatural, deplorable. Se puede afirmar que es el momento fatídico en que emerge el mal. O, como se dice en el I Ching, en que el mal se hace presente. Y eso ocurre en un entorno de gran belleza, donde el temor y el silencio no son la consecuencia de estar inmersos en ese lugar ideal, sino el precio que se paga cuando el hombre actúa e impone sus condiciones. Como tú muy bien señalas, no es la naturaleza la que nos hace enmudecer sino el hombre. Saludos cordiales.
Magnífico poema penetrante, desconsolador pero tan verdadero que no podemos dejar de sentir su verdadera esencia. Enhorabuena Señor Pavón…» y un manto de silencio nos cubrió el alma…». Saludos.
Muchas gracias, Teresa, por este comentario que pone de manifiesto tu capacidad de profundizar en un texto y la calidad de tu mirada poética y humana. Feliz inicio de primavera.