Ese día la conversación recayó sobre el amor, del que mis tres compañeras, huelga decirlo, tenían un alto concepto. Ensalzándolo a porfía, como si estuviesen participando en unos juegos florales, se llevaron todo el trayecto enumerando sus milagrosas virtudes. En definitiva las tres coincidían, por lo que la competición se limitaba a rivalizar en la originalidad de las aportaciones.
Como era costumbre en mí, permanecía calladito en mi asiento trasero, detrás de la conductora, escuchando con una oreja y mirando el paisaje con los dos ojos. A veces perdía el hilo de la charla que retomaba sin problemas algunos kilómetros más adelante.
Dos de ellas estaban casadas. Con voz en la que todavía vibraba la emoción, una contó que en el salón de celebraciones, a petición de su marido que le tenía reservada esa sorpresa, pusieron la canción “When a man loves a woman”, lo cual la conmovió hasta las lágrimas. La otra había hecho inscribir en su tarta nupcial la frase: “Sólo se ve bien con el corazón”.
Por supuesto, yo no tenía nada que objetar a lo que se estaba exponiendo, que me parecía de perilla.
Se llevaron prácticamente todo el viaje cantando las excelencias del amor que ilustraban con anécdotas propias y ajenas, de personas y de animales, reales y ficticias. Haciendo gala de prudencia no intervine ni para decir que se estaban poniendo pesadas.
Fueron ellas las que me sacaron de mi prolongado mutismo, que les resultaba incómodo, solicitando mi opinión al respecto. “¿No es el amor la clave del universo, la solución de todos los problemas, la base más sólida de la convivencia?” me preguntaron.
Me animé entonces a referir el episodio protagonizado por mi abuela materna en mi propia boda. Tenía que reconocer que estaba cansado de tanta matraca.
Al final del convite, cuando uno de los camareros estaba troceando la tarta de varios pisos superpuestos, adornada con cenefas de florecitas, y coronada por una parejita de novios, él de frac y ella con un vestido tan blanco como la nata del pastel, mi abuela se acercó a la mesa.
Tenía ochenta y tres años. Había vivido penosas experiencias. Pero su espíritu se mantenía joven, no había perdido la alegría y su genio seguía siendo vivo. Había enviudado hacía varios años. Su matrimonio constituía un punto de referencia para mí.
Se acercó decidida a la mesa transversal que presidía el salón, cuyos asientos centrales ocupábamos los recién casados. Mirándonos sonriente nos dio un consejo aplicable a todas las relaciones humanas. Nos dijo: “Para que un matrimonio funcione, el marido tiene que respetar a la mujer y la mujer tiene que respetar al marido”.
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Creo que combinaría el pensamiento de la abuela con la idea del amor, » Respeto y Amor», el respeto hacia uno mismo para tenerlo con la persona que está al lado y los demás, y el amor por supuesto siempre que este dure porque si con el tiempo deja de existir, la situación no es la misma ya.
Jamás sabemos las vueltas que da la vida, hasta nos podemos quedar sorprendidos por las sopresas que nos da sin esperarlo, nos podemos quedar de hielo y todo, la providencia manda. Me ha gustado la historia y la escena en el coche…me la he imaginado a la perfección.
A veces algo puede durar un siempre y otras no…al igual que maduramos las personas y no somos las mismas con el paso del tiempo, la esencia es la misma pero la propia vida nos cambia, siempre evolucionamos.
Para mí es evidente que el amor, el auténtico amor, implica respeto. Si no, es otra cosa aunque se le etiquete de tal.
La abuela hablaba desde su larga experiencia de la vida, desde el cariño, desde un pragmatismo que ha superado muchos tragos amargos y problemas.
Tú misma apuntas que el amor puede disminuir o acabar. Esto no tiene por qué ocurrir con el respeto que es, digamos, más controlable.
La vida da muchas vueltas, las circunstancias cambian, aunque a veces nos parezca que eso no va a ocurrir nunca. Y nosotros, si no queremos rodar como una pelota cuesta abajo o dar tumbos como una hoja arrastrada por el viento, debemos mantener algún principio. Como el del reconocimiento del otro. Y ese reconocimiento sin respeto es papel mojado.
Una escena muy real, Antonio, ahí está lo valioso, quizás es más dificil lo que haces, escribir con tanta sinceridad natural porque inventar tiene su arte, pero a mi modo de pensar, tu Arte es más difícil.
Para mí una de las Virtudes más importante es la Naturalidad, hasta en el cine siempre me ha gustado las películas lo más naturales posibles, las escenas normales, no tanta artificialidad como en estos últimos años, bien por aquellos profesionales que han cuidado esas escenas tan reales, no tienen mayor misterio, pertencen al diario del vivir…¿ por qué tantos fingimientos? si no llevan a nada, no sé…espero que volvamos a la sensatez del normal vivir con sus pros y contras y nos volvamos a vestir de » Naturalidad», porque esas vestimentas sí que merecen la pena, lo demás sobra posiblemente.
Una de las películas más bonitas de los años ochenta.
La vida, incluso la más corriente, encierra suficientes misterios como para no tener que buscarlos en otra parte. Pero ciertamente el arte, la literatura, es imaginación en acción, imaginación en funcionamiento. Es la capacidad de crear (normalmente a partir de datos reales) personajes, situaciones, universos, que tienen la capacidad de revertir e incidir en el mundo real. El otro, el imaginario, es igualmente real. Lo real lo engloba todo, incluido lo absurdo, lo paradójico, lo contradictorio.
Aprecio también la naturalidad y la sencillez, que no están reñidas con la creatividad. El cine exige un gran esfuerzo en ese sentido.
Gracias por este tema musical que no conocía, como tampoco la película.
¿ Tapar los sentimientos?, ¿fingir lo que no somos para demostrar lo que verdaderamente somos?, quizás el ser humano se ha perdido en el camino y deberían preguntarse muchas cuestiones, una de las principales ¿ qué desean y a dónde quieren llegar?. Todo lo que me ha dado tu artículo Antonio, quizás aprecio demasiado la Naturalidad, es de las cosas más hermosas que puedan existir y hay que atesorarla.
Realmente un texto que se me hace muy visual, incluso yo diría «una escena de una película de otros tiempos» no sé cuantos podrían caber en un 600 🙂
Pues esa señora abuela, tiene toda la razón, el respeto es un forma de amor.
Estos relatos transcurren en un coche donde los protagonistas (tres mujeres y un hombre) van y vienen del trabajo. Y por el camino hablan.
Como tú señalas, el tono o el estilo es cinematográfico. Los cuentos son «sketches», pequeñas escenas en las que se aborda un tema importante tratado con un toque de humor.
Como le comentaba a Teresa, amor implica respeto. Y como tú dices, el respeto es una forma de amor. Un abrazo.
No hay dudas que el Respeto es una clase de amor, pero existe un Amor como más grandioso y extraordinario, es aquel » sentido» hacia todo lo demás y TODOS LOS DEMÁS, es el amor complaciente y esplendoroso ante la maravilla de la Vida, ese es sorprendente y una gozada, además es indescriptible pero muy sentido, es como si fuera la Amabilidad hacia la Vida con la desnuda naturalidad como acompañante.
Magnífica definición del amor, del Amor con mayúscula, como tú lo escribes. Me quedo con ella para repensarla este fin de semana más largo que lo normal, durante el cual espero que descanses y disfrutes.
Y gracias por la canción que ilustra musicalmente tus consideraciones sobre este tema.
Describir este sentimiento no es fácil, hay tantas emociones que cuesta describirlas. Sin embargo, tú, Teresa has escrito una definición que a mí, realmente me ha emocionado. Gracias!
Gracias a ti Antonio de corazón por tus filosóficas y poéticas palabras que nos llegan a todos los que te leemos encantados.
Gracias Estimada Carmen de todo corazón.