XIII
Don Juan no está de buenas, ahora qué hemos hecho
o dejado de hacer. Tiene el ceño fruncido,
la barba enmarañada.
Sus ojos iracundos
se posan en nosotros, nos taladran sin ver.
Vaya enfado tremendo ha pillado esta vez.
Se da cada tirón de la barba el maestro
que nos tiene el terror metido en el cuerpo.
Mesándose la barba don Juan en el estrado,
echando chiribitas, los ojos entornados.
Los niños meditando la vital solución
antes que se produzca la fatal explosión.
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El gran hombre barbón mirando desde lo alto a los pobres críos cuya vida depende de lo que él decida. ¿Dios, acaso?
Es una terrible imago parental. Es un maestro de escuela, según se especifica en el poema, que ejerce un poder omnímodo desde el estrado. No le hace falta moverse.
Son posibles otras lecturas. Personalmente no es ésa la imagen que tengo de Dios. La del poema es, por desgracia, humana, demasiado humana.
Por cierto, estimado colega, tu nueva foto de Gravatar impresiona. Ese buen retrato tiene un aire inquietante, incluso “vampiresco”.
Digo, sí identifiqué que hablabas de un maestro pero, ciertamente el arquetipo del maestro, tal como lo tienes descrito, es un personaje que luego alcanza la divinidad o están cerca de ella (ahora, de rápido, recuerdo al León Aslan, Gandalf y Dumbledore). La figura inalcanzable y mística, más que la figura de deidad (aunque muchos así le tengan). Y sí, creo que tu bestiario está plagado de imágenes terriblemente humanas.
P.D. La foto la cambié porque en la otra no se me veía la cara jaja. Y pues, fotos de frente, decentes, no tengo muchas, así que opté por una que causara impacto. ¡Y lo logré! 😀 (y mejor aún, porque es autorretrato).
Este maestro, y los de su especie de los que Gandalf no forma parte, es un personaje más infernal que celeste. Los retratos que componen esta galería no tienen nada de angelicales. De ahí el título de este poemario que hunde sus raíces en las vivencias y en la observación de una realidad reñida con las idealizaciones por mucho empeño que se quiera poner en ello.
Si es una escena ocurrida en tantas escuelas y durante tantos años y años, el miedo a la respuesta equivocada y el tirón de orejas o el palmetazo en la mano, hoy en día todo lo contrario no el miedo sino la falta de respeto al profesor, niños sin educar en casa, hablar y hablar en clase quitando las ganas de aprender a esos poquitos compañeros de clase las ganas de atender, demasiado ruido, los maestros que todo el día mandando a callar en vez de enseñar porque todos estos ” nuevos alumnos” no dejan paso a las clases, no es culpa de ellos tampoco, sino de los adultos que no dan ejemplo de respeto ni educación.
El respeto debe mostrarse y si estamos en una sociedad con pérdida de los valores armónicos, apaga y vámonos…no es más que el final de un buen transcurrir por el sendero adecuado. La locura se instaura en la sociedad, las prisas….¿ a dónde vamos?, ¿ inapetencia insaciable de entusiasmos, quizás?, ¿ absurdas contrariedades bañadas en oro?, ¿ sinrazones argumentadas con vanidades?, ¿ elevaciones de los alter egos?…en fin, el sinsentido más grandioso del ser humano.
De todas maneras, me ha encantado la escena del maestro, también cuántas veces el primer día de clase aparecía ese profesor tan serio por el pasillo y los alumnos decíamos…¡ Dios mío que serio este Señor, a prepararse…la que nos queda!…y con no mucho tiempo de clase, ese Señor se convertía en tu Profe-amigo…la persona más entrañable que te mostraba las verdaderas enseñanzas, con maestría y cariño…terminaba una diciendo…!las primeras sensaciones nos engañan a veces!
Cuánta razón tienes, Teresa. Hoy se han invertido los papeles. Se han vuelto las tornas. La enseñanza ha dado tal vuelco que uno no puede por menos que decir: aquella no, pero ésta tampoco.
Por tu comentario deduzco que este tema te toca de cerca, de que lo conoces, pues tus apreciaciones son justas y realistas. Coincido en que el panorama de la educación en general es como lo pintas.
El despotismo de antaño ha devenido populismo y demagogia. Siempre estamos expuestos a ser devorados por Escila o por Caribdis. Parece que ése es el destino del ser humano. Del ser humano sensato. A los insensatos les da igual e incluso disfrutan, dependiendo de sus gustos y tendencias, cuando están a un lado o a otro.
En el poema se describe una situación de terror que no es privativa de una época sino que, desafortunadamente, tiende a reproducirse con diversos ropajes.
Ya lo han dicho todo. Yo sólo me detengo, me pongo de pie, y te aplaudo a rabiar.