49.-“No puedo creer” le digo a Emma “que una mujer deje a su marido porque no soporta verlo en calzoncillos, aun admitiendo que sea un espectáculo horrible. La verdad es que me suena a guasa, a serie chabacana de televisión”.
Emma, en principio, ni asiente ni niega. Finalmente, tras una larga pausa, que parece haber invertido en rumiar la respuesta, declara: “Y por motivos más banales que el de no poder ver a su esposo en paños menores” “¿Hay mayor banalidad que ésa?” “Tú no lo entiendes porque eres un hombre” “Eso mismo me han dicho en más de una ocasión para no tener que dar explicaciones, seguramente, porque no las hay. Y en el caso de que las haya serán de tan poco peso que trae más cuenta irse por la tangente. Esa respuesta es también un buen recurso para descalificar de un plumazo al interlocutor”.
Extrañamente, porque ése no es su estilo, Emma, mostrando una reserva desconocida, guarda silencio cuando, en condiciones normales, habría considerado mis palabras como una provocación y habría saltado. Dado que mi locuaz amiga persistía en su mutismo, consciente de que pisaba un terreno peligroso, volví a la carga y pregunté: “¿Por una razón de ese calibre te divorciaste tú también?”.
“Esa actitud te parece una manifestación de folclorismo” “Es una buena caracterización. ¿No es la arbitrariedad, el capricho, el cansancio o una combinación de esos ítems lo que mueve a tomar una decisión así?”
Prosigo: “Ahora te cojo y ahora te suelto, ahora me sirves y ahora eres un estorbo, ahora te bailo el agua y ahora que te aguante tu madre” “El amor se acaba” “¿Ésa es la coartada?” “Ésa es la realidad” “Pues añadiré a mi lista esa disyuntiva. De hecho, me la has quitado de la boca: ahora te quiero y ahora no te quiero”.
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Magnífico mensaje tan real como la vida misma, supongo que al lado de todo se unirá algún que otro problema serio y esa anexión a todo lo demás da ese resultado. Dice un dicho francés algo así: ” Todo pasa, todo se rompe, todo aburre y todo se reemplaza”.
A veces las circunstancias salen al encuentro de una persona sin ésta esperarlas y los sentimientos propios cambian de tonalidades no esperadas, cambian…
En el fondo debe de haber algún problema serio de incompatibilidad o intrasingencia, supongo. No es comprensible una decisión tan frívola como la expuesta en la anotación. Esa anécdota es, si acaso, la guinda del pastel.
No obstante, pienso que a veces se actúa de modo harto egoísta e irresponsable, anteponiendo nuestros gustos e inclinaciones.
Es verdad que todo cambia, evoluciona, se transforma, pero hay sentimientos y compromisos que resisten “l’usure du temps”. Feliz velada.
¡Coartada! Esa es la palabra que me faltaba en el argumento.
Si te refieres a la historia de los calzoncillos, ésa es la palabra que conviene. Igual se puede alegar otras tantas trivialidades cuya enumeración sería prolija pero no divertida.