¡Oh, mi airoso velero! ¡Cuánto tiempo esperando!
Mas ya estamos dispuestos a emprender la aventura
que nadie sabe adónde nos ha de conducir.
Qué más da un sitio u otro. Lo importante es partir,
surcar los siete mares, dejando que los vientos
salitrosos, yodados, nos atecen la piel.
Extrañas nubes blancas se van deshilachando.
Parece que corrieran hacia un punto lejano,
hermosas pinceladas en el azul del cielo.
Bandadas de gaviotas mecidas por los vientos
se balancean y cuelgan como frágiles lámparas,
y el mar embravecido furiosamente se alza.
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Precioso. ¿De verdad, entra en el bestiario?
Sí, es el colofón, el poema que cierra este libro, aunque el último que escribí es el que figura ahora el primero (Bestiario – Prólogo).
Al final no hay un impresentable más sino una imagen marina, un velero surcando los mares, que es algo mucho más poético y reconfortante. Un abrazo.
Una delicia: » ¡Oh, mi airoso velero!. Hermoso poema. Nos envolvemos en : «Bandadas de gaviotas mecidas por los vientos se balancean y cuelgan como frágiles lámparas».
Celebro que te haya gustado este díptico del mar y el cielo, con nubes, gaviotas y un barquito velero.
Me encantó, parece la introducción a un gran libro clásico.
Gracias, Carmen, por esa apreciación.
Para mí es la lírica conclusión de los veintisiete poemas de Bestiario. Bien pensado, más que un final es una apertura.
Perfectos sextetos, que evocan una deliciosa estampa marina. Un cierre esperanzador, sin duda, para este brillantísimo bestiario, querido Antonio; el navegar hacia el horizonte desconocido en ligero velero, dejando todo lastre detrás, en busca de la liberación o de la perdición por completo.
Bien lo afirmas en uno de tus comentarios. «lírica conclusión», llena de imágenes y símbolos emotivos, coloridos e intensos.
Hazaña difícil la que te impusiste, maestro mío, para unirte a la tradición de los grandes bestiarios, y que en nada ha desmerecido, antes bien, libraste con enorme talento y profunda sensibilidad.
Aplauso de pie, bardo.
Como siempre, mi abrazobeso lleno de cariño fraterno y gran admiración.
La imagen marina se impuso al final. Quizá en el trasfondo de mi mente y de mi corazón bullían los últimos poemas de Walt Whitman en los que el mar ocupa un lugar importante.
Es un final abierto o, según tu certera adjetivación, esperanzador.
Navegar por el océano o caminar por la tierra son dos metáforas similares, aunque cada una de ella con su sabor propio.
Naveguemos o caminemos en busca de la liberación o de la aniquilación. En busca del centro o del norte, de la salida, de la problemática realización, de la inalcanzable felicidad. A oriente o a poniente.
Navegar o caminar es un acto de fe. «¡Ay de aquel que anda una sola legua de su camino sin amor!» sentenció el bardo estadounidense. O sin fe o sin esperanza, añado. Al menos en una de esas columnas hay que sostenerse para no ser «un barco a la deriva», para no irse a pique.
Los bestiarios medievales describían a animales fabulosos y terroríficos. Los actuales con limitarse a reseñar o a consignar la fauna pululante cumplen su cometido, manteniéndose dentro de la misma línea espeluznante.
Que tengas una excelente semana. Un abrazo.
Y qué hermoso remate con tan puntual comentario a mis divagaciones sobre tu poema de cierre al Bestiario, querido bardo.
Mi admiración al poeta y narrador de quien se puede aprender tanto, mi cariño fraterno al gentil, generoso y sensible amigo que eres, Antonio. Abrazobeso, maestro.
Mes meilleurs vœux pour toi, cher collègue.
Haz usado tu pluma metafóricamente con la sagacidad que te caracteriza para trasladarme a ese velero e ir dejando atrás las etopeyas, esos figurines que nos has presentado en tu extraordinario bestiario.
El camino hacia adelante en tu blog se vuelve un camino de regreso, con personajes menos feroces, más racionales.
Un epílogo que sin duda he disfrutado. Un abrazo
Al final navegamos. Dejamos atrás a esos figurines, como bien los llamas, a esos y a otros, y nos hacemos a la mar salada. ¿Qué otra cosa si no? ¿Permanecer en tierra lamentándonos o criticando?
El otro relato es un regreso, no una regresión. En él se intenta dar una respuesta. Todavía quedan bastantes episodios hasta el 42, que es el último. El camino de retorno ya ha empezado aunque el narrador protagonista no ha dicho todavía formalmente: «Me voy». Lo dirá pronto.
Celebro que te haya gustado la conclusión de «Bestiario», que es también una invitación.
Buen fin de semana. Un abrazo.