¿Qué había sido del ratonil Joselito durante este zafarrancho? Sospechábamos que el autor de esta jugarreta era él por dos razones.
Una subjetiva: Joselito nos daba mala espina porque era liante y embustero, aunque él se creía gracioso. Había detalles en su comportamiento que nos hacían recelar.
Otra objetiva: algunos lo habían visto irrumpir con la tropa en el almacén. ¿No tenía que estar dentro con nosotros?
Alguien había salido y había dejado abierta la puerta permitiendo la entrada de esos huéspedes indeseables, a los que con seguridad esa misma persona había avisado.
Nos aplicamos a reconstruir la secuencia de acontecimientos. ¿Quién fue el último que vio a Joselito? ¿Dónde?
En la ropavejería todos lo habíamos visto con una boa de plumas alrededor del cuello corriendo de un lado a otro y haciendo mil monerías. Joselito tenía alma de bufón.
Entre brinco y brinco aprovechaba para dar un pellizco a quien pillara desprevenido. Luego se alejaba gritando: “¡Me ha cogido el culo! ¡Fulano me ha cogido el culo!”.
En cierto momento dejamos de verlo y de escucharlo. Conforme nos travestíamos, regresábamos a nuestro local. Llegamos a la conclusión de que él fue el primero que salió. Estábamos inmersos en el juego y nadie se percató de su desaparición.
Él negó el cargo de traición, pero reconoció que había salido fuera a tomar el aire porque estaba sofocado a causa de los saltos y las carreras. “Cogí un paraguas y di un paseo por la calle” explicó.
Había en su mirada un trasfondo de socarronería que era un indicio cierto de su indignidad. Pero la prueba concluyente nos la suministró un pandillero contrario. Fue Joselito, en efecto, quien apareció corriendo en el bar donde ellos estaban reunidos, y los soliviantó con la noticia.
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Joselitos, siempre habrá Joselitos.
Abrazobeso lleno de mi cariño fraterno y mi admiración, vate.
Al final hay que llegar a esa conclusión. Así que la cuestión es aprender a convivir con ellos. Es decir, con las traiciones, las injusticias y la ruindad. No sólo con las ajenas sino también con las propias. Un abrazo.
Tienes razón. No es tan inusual que sea uno luego el principal traidor de sí. Feliz fin de semana, carus amicus.
Esta es la primera estrofa de un soneto inédito en el que se aborda ese tema:
Señor, ¿me perdonarás algún día?
¿tendrán mis pecados absolución?
El mayor de todos es la traición
perpetrada, cobarde, en contra mía.
Que tengas un placentero fin de semana.
Delicioso cuarteto, indispensable leer el resto de tu soneto en el que desarrollas este tema. Lo espero, querido Antonio, y gracias por darme esta probadita.
Un fin de semana luminoso para ti y los tuyos, hermano.
¡Jopetas con los Joselitos! y además se reproducen por esporas, nunca falta uno. 😆 😆 😆
Aunque fueran pocos, sobraban. Uno solo hace el suficiente daño como para no menospreciarlo en absoluto. Cuanto más mezquino, más peligroso.
¡Ese bufón de Joselito algo de parecido no se si tendrá a este otro bufón!
No sé, Teresa. No conozco Rigoletto, pero me da la impresión de que no.
No en efecto no tienen nada en común, cada uno tiene su personalidad.