59.-Damos un paseo. Durante unos minutos nos paramos a contemplar la belleza del cielo vespertino, un cielo azul completamente despejado, un cielo límpido y profundo en el que reverbera la luz de este día declinante. No hay nada que ver ni describir y, sin embargo, todas las cosas y seres parecen contenidos en esa vaciedad sin mácula, en esa preñez metafísica. Así que, durante unos minutos, quedamos arrobados por la inefabilidad de este atardecer otoñal. Después, lentamente, echamos a andar de nuevo.
Tras esta breve experiencia mística, todavía bajo su influencia, comento: “El objetivo es volvernos uno”. Enarcando las cejas, que es su manera de mostrarse crítica sin decir palabra, de manifestar un silencioso y discreto asombro, Emma me mira intrigada en espera de una aclaración. Pero yo complico la situación añadiendo: “El objetivo es alcanzar ese estado”.
“¿Y eso cómo se consigue?” “Ya lo ves: vaciándose hasta alcanzar ese grado de pureza”. Como Emma es una interlocutora empeñosa, quiere saber de qué hay que vaciarse. “De ilusiones, de expectativas, de miedos, de ambiciones, de metas, de odios…de todo lo que nos lastra y nos hace más pesados que el plomo. De esta forma la transparencia va adueñándose de nuestro ser que al final queda como este espléndido cielo”.
Emma, sucumbiendo a la tentación del retruécano, replica: “Nos convertimos en un cielo” “Se podría expresar así. Nos convertimos, efectivamente, en un espacio sin obstáculos”.
“Tanta desnudez” dice Emma sin que yo detecte ironía en sus palabras “me provoca pavor”. A continuación, en un tono que no deja lugar a dudas, añade: “Ni siquiera en verano, con lo mal que soporto el calor, soy capaz de semejante despojamiento” “Yo tampoco. Sólo manifestaba un deseo del que, ateniéndome a lo dicho, debo desprenderme, entre otros muchos estorbos más, si quiero acercarme a ese ideal de receptividad y disponibilidad absolutas”.
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Esa cesión del yo ante la belleza, ese vaciarse de cosas vanas en esa comunión integral con el universo es un momento que definiría como perfecto o casi perfecto… Muy hermoso ese integrarse en la naturaleza.
Muchas gracias, estimado amigo!
Esas son las reflexiones que la contemplación del cielo de la tarde suscita en uno de los paseantes.
Quizá es lo que el budismo llama la Clara Luz del Vacío. En cualquier caso, es una manifestación plena e inapelable de la Belleza, que también la aprehendemos mirando una flor o una concha marina. Un abrazo.
Me encanta como lo has descrito. Efectivamente, somos naturaleza, a veces basta mirar hacia arriba y ver un cielo… No todos verán el mismo. Despojarse de todo tiene la peculiaridad de cambiarnos la mirada y con ella la belleza de los paisajes.
Un saludo
Perfectamente expresado. En el ser humano se dan cita lo inmanente y lo trascendente. Lo alto y lo bajo. El placer y el dolor. Pero hace falta generosidad para rendirse ante la belleza del cielo.
Gracias por tu comentario. Y saludos cordiales.
Y el despojarse no es para quedarse vacíos, sino para deshacerse de lastres y dejar respirar libremente al espíritu y con él, al cuerpo mismo.
La hora mágica, sea el amanecer o el ocaso, es la ideal para intentarlo por lo menos.
Hermoso fragmento, querido maestro, tan lleno de poesía y motivador a reflexionar. Has logrado un exquisito relato con sabor orientalista, con esa añeja sabiduría envuelta en hermosas imágenes.
Para degustarse y aspirar su delicado aroma.
Abrazobeso muy fuerte y cariñoso, frater.
Como decía Antonio Machado en su poema «El tren»: «Yo, para todo viaje / -siempre sobre la madera / de mi vagón de tercera-, / voy ligero de equipaje».
La ligereza es esencial. Lo fácil es acumular y volverse pesado. Almacenamos de todo: ropa, recuerdos, deseos insatisfechos, zapatos, rencores, papeles, proyectos maravillosos…Lo fácil es llenarse los pulmones de aire turbio y el estómago de alimentos indigestos (no tú que eres vegetariano).
El ocaso y la aurora son los momentos más especiales del día. El primero es una invitación a la reflexión, el segundo a la acción. En el primero todo está por hacer. En el segundo todo está hecho.
El cielo vespertino (auténtico emblema de la belleza y de la perfección) que contemplan Emma y el narrador es «innombrable», «eternamente real», «el origen de todas las cosas particulares» «la fuente de la que brota el misterio» «la puerta de la comprensión».
No soy yo quien dice eso sino el Tao Te King (capítulo 1). Un abrazo.
En efecto, es antigua sabiduría china, pero la forma como la entrelazas es lo que hace este comentario tan hermosamente lírico y tan de meditarse, para complementar tu narración.
Gracias siempre por todo lo que me aportas desde la generosidad de tu espíritu grande.
Abrazobeso apretado, fuerte, con mi admiración y todo mi cariño, frater querido.
Muchas veces siento lo mismo. Has leído Andar, una filosofía de Fréderic Gros? Creo que te gustaría.
No lo conozco. Queda anotado para su adquisición y lectura. Estoy seguro de que me gustará. Soy también un andarín, más modesto que tú y por parajes más cercanos. Con Sierra Morena tengo suficiente para perderme y regresar el mismo día a un lugar calentito donde pueda tomar una cerveza fría (nada de leche de yegua fermentada, ni siquiera té). Un abrazo.
What a pleasant day and green 🙂
Feliz Navidad,
Lu
A beautiful blue sky and a beautiful tree (Australian oak).
Thank you for your greeting.
Und frohe Weihnachten.
Oh, wie schön, herzlichen Dank!
Sie sind willkommen, geschätzten Kollegen.