Mi padre nunca tuvo confianza en mí. A menudo lo vi mover la cabeza en un gesto de desaprobación y aburrimiento tras echar un vistazo a mi boletín de notas.
Aunque me guardase de manifestarlo, su desesperación me resultaba divertida. “No llegará a ningún sitio” concluía.
Mi padre era un luchador que no se daba fácilmente por vencido. Como la idea de abandonarme a mi suerte le causaba pavor, recurrió a toda clase de artimañas “para hacerme reaccionar”.
Doy fe de que utilizó métodos y estratagemas inimaginables. Castigos y premios, broncas y halagos, dureza y benevolencia se sucedieron arbitrariamente en el trato que me deparó durante mis años de estudio.
El caso era que, mal que bien, iba sacando los cursos.
Mi padre quería que yo fuese como Julio Sandoval, que tuviese sus notas, su desenvoltura, su don de gentes. Incluso, y no quiero pecar de exagerado, su timbre de voz y su manera de andar.
Como más tarde me repitió hasta la saciedad, Julio Sandoval triunfó en la vida. Hoy es un médico famoso con una clientela de lujo. Su sonrisa de anuncio de dentífrico y su porte marcial hacen estragos entre las señoras que han rebasado los cincuenta.
Dinero, mujeres, coches, chalets, prestigio, amistades en las altas esferas son los beneficios de que disfruta Sandoval, y de los que yo no podré alardear nunca.
Mi amigo estaba destinado a esa vertiginosa carrera de privilegios. Desde su infancia destacó en los estudios, en los deportes, en las conquistas amorosas…
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No sé adónde he llegado. Tampoco sé adónde había que llegar. Estoy contento con mi trabajo de restaurador de relojes antiguos. No aspiro a más. Si el éxito y la madurez están representados por Julio Sandoval, es evidente que no los alcanzaré nunca. Mi padre tenía más razón que un santo. Pero yo no estoy renunciando ni a esto ni a aquello ni a lo de más allá. Por nada del mundo cambiaría el dulzor de mis uvas.
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¡ Dulce, gratificantemente verdadero final y acertado!, por mucho que nos hayan vendido la moto contraria( aunque la hayan comprado mucha gente, claro, el vulgo es mucho vulgo).
Tierno el mensaje del texto, así como muy verdadero, pero ese mensaje se perdió no hace mucho, el mensaje que un padre verdadero transmite…al instante me viene esta pregunta, ¿ es acaso que en estos tiempos no hay padres verdaderos?.
Lo bueno es estar satisfecho con uno mismo de cómo es y lo que hace, la insatisfacción es mala a veces, porque cuando no hemos llegado a realizar lo que verdaderamente nos hace feliz, por los obstáculos de la vida o por nuestras propias torpezas, también tenemos nuestros errores, ¿ ay de la condena social o muerte social y qué es eso, verdad?…son imaginaciones, puras imaginaciones del ser, ficciones en la que la mente trabaja sin descanso.
Enhorabuena Antonio, es entrañablemente magnífico el texto. Un abrazo.
El personaje es feliz con su trabajo de restaurador de relojes antiguos. No tiene ambiciones. Está en paz consigo mismo. Qué más se puede pedir.
Se la liberado de las expectativas paternas que, incluso cuando era niño, le resultaban divertidas.
¿No es ese el primer paso, y el más importante, para alcanzar la felicidad o al menos la tranquilidad? Me refiero a no querer ser como otros, a no desvivirse para alcanzar esto, aquello o lo de más allá. Me refiero a aceptarse tal como uno es.
El padre se preocupa por su hijo, que es lo que hacemos todos los padres. Pero los hijos tienen otras ideas e intereses, tienen su propia manera de ser que a menudo no se ajusta a los deseos de sus progenitores.
Un padre quiere lo mejor para su hijo, pero sólo este sabe, y a veces ni siquiera él, lo que le conviene. Un abrazo.
A veces repito canciones, pero como me encantan…
Un pequeño homenaje a estos dos Grandes cantantes, María Dolores como siempre magistral, toda una gran Señora, y Carlos de los mejores, de las personas más dignas que han podido existir.
No recuerdo que hayas dejado anteriormente esta emotiva canción. Ha sido un placer volverla a escuchar en las voces de Carlos Cano y María Dolores Pradera.
Reblogueó esto en Ramrock's Blog.
Qué hermoso relato, muy conmovedor y siempre con tu esencia generosa detrás. El caso de tu protagonista es uno que se repite ad infinitum, en tanto sigamos inmersos en una visión material y egoísta de la vida… efectos de la época posmoderna y la subsecuente a ella. Julios Sandoval representan esa masa mayoritaria que sólo son fachada (como las antiguas edificaciones declinantes), sin nada detrás, tan sólo un desolado baldío.
Un gusto especial leer tu narrativa tan elegante y cuidada, lo que hermosea aún más todo lo que expresas en ella (de primera intención y entre líneas).
Agradecido de poder leerte, magister carus.
Te abrazobeso siempre con gran cariño, fraternidad y admiración, bardo querido.
¿Quién no queda atrapado en las expectativas de otro o en las suyas propias y de esta manera se labra su infelicidad?
Hay dos maneras seguras de ser desgraciado: una es compararse con los demás y la otra es tratar de complacerlos ajustándose a lo que esperan de nosotros.
En el primer caso vivimos mirando lo que hace el vecino para nosotros no ser menos. En el segundo hacemos sacrificios en altares ajenos a ídolos insaciables o indiferentes.
Son dos trampas mortales, en ninguna de las cuales cae el protagonista de este cuentito. Él opta por un trabajo modesto y la dicha real de ser él mismo.
Lo que representa Julio Sandoval le es extraño. Pero creo, y no lo digo en un arrebato de pesimismo, que pocos resisten. La mayoría entra en ese perverso juego de los logros materiales y sociales. Un abrazo.
Y se desdoblan en otros tantos Julios Sandoval, dejándose embaucar por el canto de las sirenas, porque tienen en el fondo trastocado su mundo ético, aceptando el espejismo de que los logros materiales y sociales son los únicos en dar felicidad y tranquilidad.
En su pecado llevan su penitencia, porque entran en una espiral sin fin, pues al primer logro material/social alcanzado se percatan de que no es suficiente y se lanzan en pos del siguiente, y luego tras el que sigue, y así en interminable cadena hasta que se les acaba la vida.
En su ceguera, ven con desprecio a quienes no comparten ni siguen su ejemplo, pagando así su segundo precio: el de no poder compartir con espíritus honestos y hermosos.
Abrazobeso con mucho cariño, frater querido.
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Best regards.