“En relación con este tema se encuentra esa cuestión tan contradictoria del autoperdón, puesto que el perdón es, por definición, una gracia que te concede otra persona. De lo que se trata, hablando con propiedad, es de autoindulgencia. Todas mis debilidades y faltas son merecedoras de comprensión. Y si los demás no las aceptan, las critican o les importan un comino, yo mismo me encargaré de valorizarlas.
¿Qué otra cosa es el autoperdón sino el afianzamiento en el inmovilismo? El autoperdón es la negación de cualquier posibilidad de cambio. La metanoia queda descartada. Yo peco y yo me perdono cuantas veces sean necesarias.
“Para volver a las andadas una y otra vez, para mantenerse en sus trece, se tiene que ser comprensivo consigo mismo. Se admitirán algunos fallos pero minimizándolos o justificándolos. Esa actitud permisiva sólo conduce a la soberbia pero no al conocimiento derivado del aprendizaje de los propios errores.
“Si el objetivo es ser más ecuánime, más honesto, ese no es el camino. El autoperdón no es más que una treta para hacer su santa voluntad. Y así «ad aeternum».
“Hay gente a la que se le llena la boca con la palabra “perdón” porque queda bonito, pero su comportamiento desmiente de tal forma su discurso que no puedo dejar de recordar que somos lo que hacemos.
“Perdón es una palabra de origen religioso que es utilizada profusamente en otros ámbitos porque concede a quien la pronuncia una prestigiosa impronta moral. Y esa aura es un bien codiciado en esta correcta sociedad en la que la impostura es moneda corriente.
“Pero el perdón no es una serie de fonemas que cualquiera puede emitir a voluntad, atendiendo a sus intereses, sino un don divino o una conquista tras una ardua lucha, tras recorrer una larga senda. El perdón está reservado a los benditos.
“En el día a día bastante tenemos con no caer en las garras del mal, con no dejarnos arrastrar por los demonios y engrosar sus filas. Bastante tenemos con no devolver ojo por ojo y diente por diente, porque esa tentación es grande, con no convertirnos en un eslabón de esa cadena infernal. Bastante tenemos con distanciarnos y olvidar”.
Aunque ignore cómo, insisto en que uno puede perdonar no de boquilla sino de corazón, no haciendo el paripé o forzándose a ello para tener buen cartel sino por auténtica compasión.
Y añado: “Estoy de acuerdo contigo en que perdonar no consiste en decir “te perdono” como quien dice “pelillos a la mar”. O sea, como quien se aviene a una componenda más o menos sincera, normalmente para salir de paso o para evitar que la convivencia se resienta demasiado. El perdón, sin duda, es algo más profundo, algo que hunde sus raíces en la divinidad, que participa de un poder ultramundano”.
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¡Mejor explicado imposible, Antonio!, magnífico. Muy de acuerdo con el final: » El perdón, sin duda, es algo más profundo, algo que hunde sus raíces en la divinidad, que participa de un poder ultramundano”. Me pregunto por curiosidad si ese poder ultramundano y divino pesará.
Certero al cien por cien: » Bastante tenemos con no devolver ojo por ojo y diente por diente, porque esa tentación es grande, con no convertirnos en un eslabón de esa cadena infernal», una cadena larguíiiiiiisima. Y Dios nos recuerda con ciertos tirones de oreja a dónde pertenecemos, es muy exigente también.
La semana próxima acabaré de publicar esta larga reflexión sobre el perdón y expondré mi conclusión de la que el último párrafo que señalas es un adelanto.
Las personas normales y corrientes con resistir al mal, con no suscribir la ley del Talión, tenemos de sobra.
Sólo los elegidos, los benditos, los que planean sobre la condición humana, pueden ir más lejos. También nosotros debemos aspirar a eso. Quiero decir a deslastrarnos. Un abrazo.
Buen texto. Me gustó. Creo que tienes razón en lo que dices.
Besos!
Gracias, Mina. Seguro que tú también tienes experiencia a este respecto y puedes aportar datos, anécdotas y reflexiones interesantes. Un abrazo.
El autoperdóin sería un símil de querer ser juez y parte al mismo tiempo, por ende, una falacia.
Creo que lo esencial de cometer una falta, ya dañe a otro, ya dañe a uno mismo, es entenderla como tal, asumirla y buscar la manera de resarcirla y ello sólo se logra cuando se descubre la causa original de ella, por un lado y se tiene un alto sentido del bien y la justicia, por el otro. El perdón que se otorgue por esa falta infligida será una bendición, pero nunca el objetivo buscado para resarcirla, pues entonces no habría un real sentido de justicia y bien detrás, que es el que debe prevalecer y la razón para ser felices, como bien lo argumentara el Estagirita siglos atrás.
En estos tiempos inundados de ceguera, sordera y descaro, reflexionar sobre la esencia y la necesidad del perdón se vuelve indispensable.
Gracias por ello, maestro.
Te abrazobeso muy fuerte y con un cariño fraterno y una admiración cada vez más firmes. Luz en tu semana, querido Antonio.
El autoperdón es una estratagema bastante burda para afianzar la soberbia. No es infrecuente escuchar: «Yo soy así», con el objeto de justificarse.
«Yo soy así» es la suprema razón por la que hay que aceptar al bodoque, al maleducado y a la larga lista de impresentables que en el mundo son.
Falta de respeto, desconsideración, groserías, maldades…tienen en esa premisa una coartada irrefutable.
Yo no lo veo de esa fatalista manera. Suele ocurrir además que el sujeto en cuestión está muy contento consigo mismo y, llegado el caso, si los otros no lo hacen (no aceptan sus defectos y ruindades), él mismo se encarga de pasar una bayeta y limpiar sus manchas. O sea, se autoperdona y a vivir que son dos días.
Y si los otros siguen sin comprender esa «sana actitud», peor para ellos.
Es como oír ensalzar el perdón a alguien que está peleado con su familia y ha retirado la palabra a sus vecinos. Entran ganas de replicar: «Por favor, no hables de perdón, practícalo. Perdona a fulano, a mengano y a zutano».
Por supuesto, en estos casos hay de por medio llagas abiertas, heridas que no han cicatrizado, sufrimientos no digeridos. Todo esto sí que es comprensible. Todo esto es humano. Todo esto es difícil de gestionar. Pero, por favor, abstente de decir pampiroladas. Que el divorcio entre tu discurso y tu comportamiento no sea tan estrafalario como para que el oyente no quede paralizado de estupor o a punto de soltar una carcajada.
Magnífico tu comentario, mon cher frère. Tus divagaciones ponen los puntos sobre las íes. Tu espíritu, presidido por un alto concepto de la justicia, que, para mí, es anterior al perdón, se ha desplegado felizmente en esta reflexión. Un abrazo.
Hermosa extensión de tu pensamiento sobre una parte del ser moral humano. Tu análisis detallado en torno a la actitud real detrás del autoperdón es agudo y certero. Concuerdo contigo por completo. Es el reflejo de un agudo problema interno en la persona que lo manifiesta, por lo que se presenta la contradicción entre la palabra y la acción.
Qué sabroso leerte en tus textos y en los comentarios con que los salpimientas, magister carus, porque estimulas a seguir reflexionando, y esas reflexiones siempre son sobre tópicos esenciales para el ser humano, y que muchos de ellos parecen dejados de lado hoy en día.
En tiempos de crisis, volver a las fuentes del pensamiento humano es catártico y una lección permanente para retormar el camino con una nueva y renovadora dirección.
Abrazobeso pleno de mi cariño y admiración, querido hermano.