Siguió refiriendo el fantasma que, cuando precipitaba a Feliciana en el abismo valiéndose de ese recurso, la pobre, desmadejada, sin fuerzas para dar un soplido, pasaba varios días tendida en el sofá, con los ojos extraviados.
Carcajeándose, el fantasma precisó: “Hasta que no retiro la sábana con que la he envuelto, no tiene aliento ni para llorar, desahogo del que le gustaría disfrutar, pero que no está a su alcance”.
Con genuina maldad concluyó: “Y así la tengo, como un pelele, hasta que me parece”.
Sus compañeros estimaron que se trataba de un magnífico entretenimiento. “Si la vierais palidecer cuando le echo el sudario por encima”…
“Su piel absorbe el color espectral de la tela. Os aseguro que a veces me confundo y soy incapaz de distinguir mi vestimenta del cuerpo de la mujer. El resultado es un continuum fantasmagórico”.
“Eso es un auténtico éxito” dijo el demonio de la destrucción. “Un perfecto acto de brujería” declaró la anfitriona.
A continuación, la vieja lo pensó mejor y, con un gesto desdeñoso de su huesuda mano, rechazó esa desafortunada comparación.
El demonio de cuernos caprinos y aviesa mirada hacía de vez en cuando un feo gesto con los labios, que arrugaba mostrando sus paletas amarillentas. El fantasma le parecía una emanación gaseosa que no resistiría un bufido suyo.
En cuanto a la bruja, a la que consideraba más peligrosa, no dejaba de ser una vieja encorvada y babosa.
No tenía el demonio buen concepto de sus compinches. No le cabía duda de que eran inferiores a él. La labor que él realizaba era infinitamente más dañina. A Fausto, aun siendo el más fuerte de los tres elegidos terrenales, le hacía morder el polvo cada vez que se le antojaba, es decir, a menudo.
Y se animó a compartir su mortífera táctica consistente, cuando lo veía contrariado, en prestarle un tridente para que se lo clavase a quienes tenía a su alrededor. Fausto no se privaba de usar ese instrumento puntiagudo en cuanto lo tenía en las manos.
De esta forma el demonio de la destrucción había logrado que ese infeliz multiplicase el número de sus enemigos y se convirtiese en una de las personas más odiadas del pueblo. “Es el vecino que más aborrecimiento suscita” añadió con una nota de orgullo en su voz de becerro.
Ese hecho traía consigo que el aislamiento de su pupilo fuera cada vez mayor. “Puedo afirmar y afirmo que todos lo rehúyen”.
La cesión puntual del tenedor gigante no quitaba para que, cuando lo creía conveniente, el demonio lo utilizase para aguijar a Fausto, el cual se enfadaba entonces consigo mismo y se autoagredía de diversas maneras, por ejemplo, dándose un atracón.
Este hijo de Satanás, como sabían sus compañeros de canalladas, era un maestro en el arte de crear situaciones explosivas. “Con mi tridente podría conseguir que nos peleásemos entre nosotros”.
Los otros ni asintieron ni negaron. Ambos encontraban al demonio bastante fanfarrón. Su silencio hizo que este se apresurase a añadir: “Por supuesto, no voy a hacer tal cosa. Sería una estupidez que discutiésemos con lo bien que nos lo pasamos juntos”.
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Al menos Alejandro Casona y Wenceslao Fernández Flores hablaban de fantasmas buenos y hasta simpáticos, supongo que los habrá de todos los tipos. Me preguntaba por la sincronicidad Antonio, ¿ buena en ocasiones o mala?, no sé…signo de buen viento para alguien o malo para otro…no sé.
Gerardo Diego.
Cuando venga, ay, yo no sé
con qué le envolveré yo,
con qué.
Ay, dímelo tú, la luna,
cuando en tus brazos de hechizo
tomas al roble macizo
y le acunas en tu cuna.
Dímelo, que no lo sé,
con qué le tocaré yo,
con qué.
Ay, dímelo tú, la brisa
que con tus besos tan leves
la hoja más alta remueves,
peinas la pluma más lisa.
Dímelo y no lo diré
con qué le besaré yo,
con qué.
Y ahora que me acordaba,
Ángel del Señor, de ti,
dímelo, pues recibí
tu mensaje: «he aquí la esclava».
Sí, dímelo, por tu fe,
con qué le abrazaré yo,
con qué.
O dímelo tú, si no,
si es que lo sabes, José,
y yo te obedeceré,
que soy una niña yo,
con qué manos le tendré
que no se me rompa, no,
con qué.
En principio esas criaturas son dañinas. En mi cuento lo son, y mucho.
José Agustín Goytisolo escribió un poema infantil, un divertimento, diría yo, en el que esas criaturas obraban al revés. Helo aquí:
Érase una vez
un lobito bueno
al que maltrataban
todos los corderos.
Y había también
un príncipe malo,
una bruja hermosa
y un pirata honrado.
Todas estas cosas
había una vez.
Cuando yo soñaba
un mundo al revés.
Todos estamos expuestos a sufrir los manejos de un demonio, los maleficios de una bruja o las fantasmadas de un espectro. Este relato versa sobre esas situaciones más reales que ficticias de forma honesta y amena, al menos eso pretende el autor.
Muy hermoso el poema de Gerardo Diego que prueba que también hay ángeles, criaturas benignas que nos protegen. Un abrazo.
ANTE LAS TORRES DE COMPOSTELA
También la piedra, si hay estrellas, vuela.
Sobre la noche biselada y fría
creced, mellizos lirios de osadía;
creced, pujad, torres de Compostela.
Campo de estrellas vuestra frente anhela,
silenciosas maestras de porfía.
En mi pecho —ay, amor— mi fantasía
torres más altas labra. El alma vela.
Y ella —tú— aquí, conmigo, aunque no alcanzas
con tus dedos mis torres de esperanzas
como yo estas de piedra con los míos,
contempla entre mis torres las estrellas,
no estas de otoño, bórralas; aquellas
de nuestro agosto ardiendo en sueños fríos.
Gerardo Diego.
Gracias por este soneto que las torres de Compostela inspiró al poeta. Su lectura es un gozo.
«En mi pecho -ay, amor- mi fantasía
torres más altas labra».
Ingenioso la idea al revés de los personajes según Goytisolo, claro que también había mujeres en la antigüedad denunciadas por brujas y no lo eran, las envidias y nada más. No deja de ser un tema procedente de la antigüedad, ancestral, pero de lo anterior procede lo bueno y lo malo.
Para contrarrestar la seriedad del tema, dejaré esta música.
Las supersticiones y los prejuicios han hecho un daño incalculable. Pero no pensemos que han desaparecido. Con diversos disfraces o a las claras siguen campando por sus respetos.
Ser la víctima de cualquiera de las víctimas de estos entes de mal es ya en sí todo un infierno.
Abrazobeso cariñoso y fraternal, cher Antonio.
En ciertos casos hay que saber guardar las distancias o mantenerse al margen. Si esas víctimas tienen más fuerza que nosotros, nos arrastrarán. Un abrazo.
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