La bruja sirvió otra copa de bebistrajo y, levantando la suya, propuso otro brindis: “¡Por nosotros!”, que fue coreado por el fantasma y el demonio.
A continuación, con remilgos de perfecta anfitriona, la vieja de barbilla salpicada de largos pelos y nariz verrugosa, pasó la bandeja con los entremeses. Inclinando graciosamente su siniestra cabeza, dijo: “Mi especialidad son las pócimas como vuesas mercedes saben. Este brebaje que he preparado en vuestro honor, es muy antiguo. Más que mi abuela a quien le debo la receta”.
Aquí interrumpió su introducción. Con los ojos fijos en el mentor de Fausto y un trasfondo de picardía, tras esta pausa, añadió: “¿Sabías que mi señora abuela tuvo líos con demonios?”. Su compadre infernal arrugó los labios y enseñó sus dientes amarillos. La bruja, sonriendo zalameramente, también dejó ver los suyos que eran disparejos y renegridos.
El fantasma se estaba divirtiendo de lo lindo con esta equívoca escena. Si el flirteo continuaba, no podría evitar soltar una carcajada. Para disimular su regocijo, a pesar de carecer de olfato, se llevó el vaso de cuerno de toro de lidia a la nariz para aspirar su aroma. Y no contento con esa impostura la redondeó con un gesto de satisfacción.
Ni que decir tiene que el demonio no se dio por aludido. Dio un sorbo de bebistrajo y, en la misma línea cortés de su fantasmal colega, concedió: “Es un elixir extraordinario. Felicita a tu abuela de mi parte” “Eso va a ser difícil” “Eres su digna sucesora” terció el verdugo de Feliciana, “si no te importa, me llevaré una botella” “Y yo otra” dijo el demonio, “estoy seguro de que a Pedro Botero le encantará”.
La bruja se sintió profundamente halagada. “Una botella o una garrafa. Como veis, he hecho una gran cantidad. Está claro que nosotros no vamos consumir todo esto, máxime teniendo en cuenta que este –precisó señalando al fantasma– no bebe, sólo hace el paripé. ¿O seremos capaces? –preguntó al demonio.
“Menudo colocón” dijo el fantasma. El demonio optó por dar otro sesgo a la conversación.
“¿Qué pócima administras a tu ahijado para que no levante cabeza?”. La bruja, definitivamente desengañada, se encorvó, suspiró y dijo entre dientes: “De su composición no voy a hablar porque es un secreto de familia. La clave de su eficacia radica en dársela a beber al elegido cuando todavía es un niño. El efecto es arrasador. Un maleficio al lado del cual las maldiciones gitanas son inocentes trabalenguas. Luego basta con meros recordatorios. Unas cuantas gotas son suficientes para impedir que el desgraciado alce el vuelo. Mi abuela llamaba a esta pócima “la cortaalas”, que es más poderosa que tu tridente y tu sudario juntos. Con un sorbito Octavio cae rendido a mis pies, literalmente hablando”.
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¡Gran Maestría la tuya como siempre, Antonio!. Un abrazo.
Gracias, Teresa. Que tengas una buena semana, la cual, meteorológicamente, va a ser tormentosa.
Cortar alas, uno de los crímenes más infames que existe y que no pocas personas han sufrido, en especial, a partir de aquéllos que deberían habérselas cuidado para que, en el momento preciso, alzaran el vuelo.
Abrazobeso enorme, querido Antonio, sosteniendo mi cariño fraterno y mi admiración.
Como dices es. Precisamente de quien deberías haber recibido apoyo y estímulo, fue quien puso obstáculos en tu camino. Obstáculos, zancadillas y palos entre las ruedas.
A menudo se sigue adelante a pesar de y no gracias a. Hecha esta consideración, añado que este asunto tiene una inquietante dimensión social. Un abrazo, cher ami.
Dictus est, carissimus frater.
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