Había sido un lector meticuloso. El adjetivo voraz no le cuadraba porque siempre había sido selectivo. No leía cualquier cosa que cayera en sus manos ni indiscriminadamente. Le gustaba atenerse a unos criterios.
Era un lector que se comprometía con determinados autores a los que se consagraba de forma sistemática. Estaba convencido de que para profundizar en ellos mínimamente había que leer siete u ocho libros. Sólo cumpliendo este requisito uno podía hacerse idea cabal de su pensamiento, de su estilo, de su literatura.
Este comportamiento lo mantuvo durante muchos años. Él era consecuente y respetaba sus decisiones, máxime cuando los resultados le demostraban que estaba haciendo lo correcto.
Pero sus gustos y costumbres, su idiosincrasia, con el paso de los años, fueron evolucionando. Nada de saltos ni revoluciones. No ocurrió que una noche se acostó y al día siguiente amaneció otro distinto. Los cambios fueron sutiles, imperceptibles, el fruto de su experiencia no sólo lectora sino existencial. No respondieron a ningún propósito sino que se produjeron como cae una manzana cuando está madura.
Siempre le había interesado la forma de integrar el saber libresco y había ideado métodos para lograr esa asimilación, que le parecía el camino hacia la sabiduría, hacia una visión totalizadora y elevada.
Para él estaba fuera de duda que la lectura era una vía de conocimiento. Leer era sinónimo de conocer.
La lectura era también un medio de refrendar lo vivido contrastándolo con otros balances biográficos consignados por escrito, de lo cual se podían sacar conclusiones y enseñanzas. La lectura era un espejo en el que se veía reflejado.
Valía, pues, la pena no sólo tomarse el trabajo de leer, sino también de subrayar, tomar notas, analizar, comentar, desglosar…para ir lo más lejos posible en la comprensión de un texto.
Como su objetivo era desentrañarse, llegar a su núcleo fundamental, desvelar los secretos de su propio ser, los beneficios de la literatura le parecían indiscutibles.
Le pedía a los libros que le ayudasen en la tarea de vivir, y los libros no lo decepcionaron. Se comportaron como amigos leales, siempre disponibles.
Hizo clasificaciones y distinguió lecturas esclarecedoras, lecturas de paso, lecturas de fondo, lecturas inmediatas, lecturas de largo alcance, lecturas piadosas, incluso lecturas obligatorias.
Llegó el día en que se preguntó si ese esfuerzo valía la pena, sobre todo el invertido en determinadas categorías de lectura. Borges, que tan perspicaz era, vino en su ayuda.
“No lean nada por obligación y si no entienden un texto o no les gusta o, peor, les aburre, prescindan de él. No lo lean”.
Sus lecturas se hicieron muy variadas. La condición exigida era que supusieran un disfrute, ya fuera de índole intelectual o estética.
Pero su devenir no se detuvo en este concepto gozoso de la lectura, que era un gran paso. Aún le quedaban por dar otros.
Esa visión fue cediendo su sitio a otra, fue sobrepasada no por nuevos intereses sino más bien por su progresiva ausencia. No es que se hubiese desinflado sino que los motivos se difuminaban o estaban sufriendo tal transformación que no podían ser calificados de tales.
No buscaba conocimiento ni paz ni deleite. Ciertamente seguía experimentando un profundo agradecimiento hacia los libros.
Su forma de leer se hizo más despaciosa. Leer un libro le llevaba cada vez más tiempo. Sin prisa iba de capítulo en capítulo, sin ningún deseo de llegar al final. Con frecuencia se detenía en algunos pasajes que releía varias veces.
Luego empezó a avanzar de párrafo en párrafo, como si fueran los peldaños de una escalera que había que subir tranquilamente, como si los peldaños mismos fuesen el fin y no los medios para llegar a otro sitio.
Rumiaba las líneas largo tiempo, como si cada una de ellas encerrase una verdad que hubiese que desvelar antes de seguir adelante.
Por último, un día, una palabra se alzó ante él, lo detuvo, lo inmovilizó. Ese día levantó la vista del libro con esa palabra flotando ante sus ojos como un diamante de increíble pureza. Ese día vislumbró la raíz del universo en esa concatenación de letras que giraba sobre sí misma lanzando destellos.
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¡Hermosamente magistral Antonio!, la Vida amorosa entre el lector y el libro, como un baile bien juntos los dos, te tomo, te suelto, te comprendo o te rechazo, me enseñas a vivir o a comprender la vida mejor…todo una aventura de las más maravillosas, sí obtener un diamante en profundidad de la mina que es el libro y prestar oídos al autor…
¡Sí me quedo con el libro no traiciona, tan sólo pocas veces!
El libro y las Bibliotecas…¡madre mía una gozada!, pero también las interesantes conversaciones…aunque estas se encuentren en dique seco últimamente.
Encontrar la clave de uno mismo y del Universo parece ser el desafío de ese meticuloso lector del relato. Esa es su apuesta.
Los libros no traicionan. Si alguno empieza a mostrar orejas de lobo o de asno, basta con cerrarlo y colorín colorado.
Un buen libro es como una buena conversación (Sócrates privilegiaba la lengua oral), pero esta no es frecuente. A la gente le gusta más escucharse a sí misma que a los demás, de forma que el intercambio comunicativo aborta.
El libro, a menudo, es un diálogo con el autor, no por silencioso menos fructífero.
Muy buen relato, Antonio. Enhorabuena. Una sola palabra es un aleph. Un saludo.
Gracias, Eladio.
Bien puede entenderse este relato como un homenaje al maestro argentino (citado expresamente), aunque esa no fuera la intención del autor cuando lo escribió.
Pero las intenciones valen poca cosa tanto en la literatura como en la vida.
Está claro que esa palabra tridimensional que contempla el lector organizado es o puede ser un aleph, una esfera que contiene o refleja el Universo.
Por cierto, mi relato preferido de Borges es «Funes el memorioso», al que dediqué un post en este blog.
Sucumbo a la vanidad de dejarte el enlace:
https://elbosquesilencioso.com/2011/08/31/funes-el-memorioso/
Saludos cordiales.
Poético elogio a los libros nuestros tan amados, a la lectura (que es uno de los gozos más exquisitos de la vida, porque transforma la mente, el corazón y el alma de quien lo vive).
El párrafo final es un canto hermoso.
Tu estilo brilló una vez más y este texto es el ejemplo conspicuo.
Buen inicio de semana, frater carus. Te abrazobeso con harto cariño y siempre, siempre admiración.
Los libros son un universo paralelo, que hacen esta vida habitable, llevadera.
Un espejo que refleja nuestra fealdad y nuestra belleza.
Primero existió la pintura y la música (los sonidos, los cantos), pero fueron la escritura y la lectura las que transformaron al ser humano en individuo, con todo lo que eso conlleva de grandezas y miserias.
Una vida sin libros sería un retorno a la animalidad.
De tout mon coeur, cher collègue, je te souhaite una bonne semaine.
Una experiencia fascinante. Estupendamente descrita.Enhorabuena por el fondo y la forma.
Thank you very much.
Porque el leer es una de las mejores cosas que tiene el ser humano.
Así es. Los libros nos descubren el mundo y a nosotros mismos. Son un magnífico instrumento de conocimiento y una fuente de goce. Buen fin de semana.
Este recorrido inverso del bosque silencioso, de adelante hacia atrás, cautivó mis sentidos, como siempre. La lectura/vista de cada uno de tus posts es un goce, como los libros, coincido contigo. En estos, hay sabiduría/enseñanzas/paisajes y también ideologías que pueden resultar escabrosas o erróneas. La ventaja, como bien dices, es que nos dejan en total libertad de elegir continuar o abortar según nuestra perspicacia, intereses y voluntad del momento particular que atravesemos.
Tus series de itinerarios y relatos llevan implícitamente la mejor filosofía de vida que pueda uno toparse. Tu post sobre el dolor, es un retrato vivo, tajante; tal cual es ese aguijón, sea de la carne o el espíritu.
Tienes esa visión iluminada de ver la vida, se ve desde la descripción de una tarde de domingo hasta cuando tratas el tema de la religiosidad y el ateísmo previamente
Saludos cordiales y agradecidos !!!
Gracias de nuevo, Demiannicolás, por la valoración que haces de mi trabajo, la cual constituye un acicate y una gratificación para mí.
En los contenidos del blog habrá de todo: aciertos y errores. Lo que puedo decirte es que siempre he tratado y trato de ser honesto. Un abrazo.