102.-Me cuenta Emma la última reunión que tuvo con sus amigas, a la que todas asisten elegantemente vestidas y sutilmente perfumadas (cita, entre otras fragancias caras, L’Air du Temps, Eternity y Roma). “¿Y Chanel nº 5?” “Esa, con todo el caché que tiene, se les ha atravesado” “¿Y tú qué te pones” “Agua de colonia Heno de Pravia” “Tampoco es eso ¿no?” “Me estás distrayendo”.
Y sigue refiriéndome ese encuentro en una cafetería céntrica, del que volvió con una irritación que todavía le dura. Incluso piensa en dejar de asistir a esos tés con pastas inglesas de pura mantequilla y limón de Sicilia en los que se habla mucho y no se dice nada. “Tus amigas son unas exquisitas” “No siempre lo han sido” precisa Emma.
En esta ocasión el gallinero estaba alborotado. Las señoras planeaban su enésimo viaje. Esa perspectiva las animaba sobremanera y les desataba la lengua.
Había otra causa desencadenante de esa alteración injustificada, pues ellas estaban acostumbradas a frecuentar aeropuertos y a desenvolverse en el extranjero. Una de ellas que no se había sumado al proyecto por su delicado estado de salud, había cambiado de opinión.
La susodicha se llamaba Amparo y había estado grave. De hecho estaba todavía convaleciente. Emma no nombró la enfermedad ni yo pregunté nada.
Satisfechas y orgullosas por la decisión que Amparo había tomado, sus amigas manifestaban una euforia que a Emma le resultaba teatrera.
“Todas miraban a Amparo como a una heroína. Los tópicos que se vertieron en ese momento, los puedes imaginar. Desde a vivir que son dos días a esto es lo que vamos a sacar de la vida” “¿En referencia a los viajes?” “Claro. Pero nosotros sabemos que hay otras formas de disfrutar de la vida de las que los trenes, los autobuses y los aviones están ausentes, y no por ello son menos gratificantes” “Desde mi punto de vista lo son más”.
“Bien, te sigo contando” “No vayas a decirme que sacaron a hombros de la cafetería a Amparo” “Poco faltó.
“El hecho de que, aún no repuesta, medicinándose, es decir, sin tenerlas todas consigo, lanzase el sombrero al aire, fue visto como un gesto insuperable.
“Alabaron su espíritu aventurero que era un ejemplo para ellas, según declararon, y la felicitaron efusivamente por su admirable comportamiento.
“Así que llevará un neceser en exclusiva para sus comprimidos, jarabes y parches, que tendrá siempre cerca de ella, y volará a Samarcanda”.
“Evidentemente” concluyo “nosotros no somos representativos, yo todavía menos que tú, de estos tiempos macanudos” “Lo que me choca” explica Emma “es que esa compulsión por los viajes sea la única actitud aceptable. Como si en la vida no existieran otras posibilidades”.
“A ti te propondrían también que te apuntaras” “E insistieron. El principal argumento era que nadie podía negarse a conocer esa ciudad que ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco” “Tú les demostraste que sí” “Es una obligación cívica en estos tiempos macanudos dejar constancia de otros modos existenciales”.
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A mí no me gusta viajar, es más, sufro bastante cuando lo hago. Me cuesta mucho que otros entiendan y acepten mi sedentarismo.
Ya somos dos. Tu comentario lo podía haber escrito yo sin omitir nada. Si acaso añadiendo que no entiendo ni acepto el furor viajero de esta época en la que la masificación convierte cualquier desplazamiento en un suplicio chino. Que tengas una semana reposada y agradable.
Pues ya somos tres a los que no nos gusta, yo no es que sufra, pero me supone un esfuerzo importante el pensar que debo viajar.
Un abrazo Antonio!
La verdad es que no soy muy viajero. Y para colmo todo está masificado, para entrar en cualquier sitio hay que hacer cola… Un horror. Que tengas una buena semana.
Pues mira si tengo buena semana, que estoy en Suiza y encima no por gusto.
Gracias Antonio!!