106.-La ciencia, al igual que la religión, requiere una buena dosis de fe. Las explicaciones científicas, todas ellas apabullantes, se suceden a lo largo de la historia, quedando orilladas o cayendo en el olvido algunas veces, y otras quedando rebasadas o mejoradas. Ni que decir tiene que la última edición es la inapelable. Ante la que sólo cabe hincarse de rodillas y decir amén, so pena de ser expuesto a la vergüenza pública con sambenito y capirote, o ser quemado en la hoguera de la excomunión si el hereje es contumaz.
El caso es que las teorías científicas, de cuya luz no podemos prescindir, no agotan el misterio, que juega a esconderse. Lo que ahora se descubre abre una puerta inquietante a lo desconocido. Lo que se pregonó como lo último es sólo otro peldaño de una escalera cuyo principio y fin están sujetos a especulaciones, afirmaciones y negaciones. Pero los creyentes de la ciencia no pierden la fe, ni es bueno que nadie la pierda, pues ya sabemos lo que ocurre cuando la razón se pone a roncar.
El caso es que el misterio escapa, retrocede, se muestra parcialmente, se vela, sigue envolviéndonos, pero no por ello hay que desanimarse. Quizá habría que flexibilizarse, no ser tan mamporrero cuando alguien se manifiesta agnóstico o escéptico con la ortodoxia, o no logra tomársela en serio al cien por cien, dejando abierta una rendija por la que pueda escabullirse la imaginación.
En materia doctrinaria la gran diferencia entre ciencia y religión es que a esta la fe del carbonero le basta. Con argumentos o sin ellos, en última instancia se cree. Pero con la ciencia esta fe simple, esta pura fe, es inviable. Ese acto tiene que venir arropado por demostraciones, experimentos, estadísticas, teoremas, publicaciones en revistas especializadas, etc. Es comprensible que, después de un trabajo tan arduo, se exija una fe sin fisuras.
Sólo después de haber establecido el dogma, que en su época de mayor esplendor es aplastante, se exige la fe.
Todo eso no constituye, sin embargo, un sistema inamovible, aunque en su momento de gloria su peso sea abrumador, sino una condensación de los conocimientos en un determinado periodo. Pero la ciencia no queda agotada en ese éxito, por más que los medios de comunicación voceen lo contrario.
En los tiempos que corren la religión se pone muchos menos moños. Demasiados pescozones le han dado y le siguen dando para no haber aprendido humildad y respeto.
En definitiva cada uno con su fe sigue adelante. Con lo que al menos una cosa queda clara: su necesidad.
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La ciencia, a diferencia de todas las religiones, no parte de la fe ni es dogmática, pues parte de hechos comprobables que pueden pasar por todos los pasos del razonamiento y la argumentación. La religión, jamás, porque todo lo que postula es indemostrable y puede creerse o no. Las teorías científicas se van perfeccionando y jamás son definitivas. Como señaló un gran pensador del siglo pasado, cuyo nombre se me escapa ahora pero su dicho no (palabras más, palabras menos): «Teoría que pretende ser definitiva, no puede darse por válida, pues toda teoría debe ser motivo del continuo contradecir, a fin de fortalecerla y enriquecerla, o de desecharla.»
Las religiones postulan doctrinas. La ciencia, nunca.
Feliz inicio de semana y vaya hasta ti un grande abrazobeso siempre cariñoso y fraternal.
La ciencia lo va a solucionar todo. Eso lo sabemos. Sólo es cuestión de tiempo y de paciencia. No pongo en duda el teorema de Pitágoras, el ADN con sus instrucciones genéticas o la einsteiniana curvatura espacio – temporal. Ni siquiera los agujeros negros, que suenan bastante mal.
No hay otro mundo sino este, que es del dominio de la ciencia. No me pongo heterodoxo, si acaso un poco irónico.
Incluso aceptando ese planteamiento a ras de tierra, la ciencia ofrecerá soluciones definitivas a las generaciones venideras. Ignoramos exactamente cuál será la primera que se beneficie. Pero no hay que descreer ni desanimarse. «Las ciencias adelantan que es una barbaridad» se canta en «La verbena de la Paloma».
Hay que tener fe o, si lo prefieres, esperanza o confianza. Todo se andará.
Humildemente pienso que para vivir es necesario creer en algo: en Dios, en la Ciencia, en la Revolución o en el Amor, que tal vez no sean más que diferentes nombres de una misma realidad, de esa aspiración a lo Absoluto que enraíza en el alma humana.
Gracias por tu explicación que, por supuesto, comparto. Un abrazo.
Iba con el mazo en alto dispuesto a descargar el golpe: cómo puedes conjugar las palabras ciencia y fe en la misma frase. Recuerdo una conversación/discusión en la cocina a raíz de la serie científica Cosmos sobre el mismo tema. Entonces no lo comprendí, o no quise comprender porque discutir es más divertido, pero algo está claro: saber las leyes de Kirchhoff no me ayudan a levantarme por la mañana e ir a trabajar ni veo cómo van a ayudar a acabar con el hambre en el mundo de un plumazo. No estoy diciendo que la religión sí. Por Dios que no. Sólo que hay algo ahí fuera (o dentro) que espera ser encontrado por el camino que sea: ciencia o religión o lo que sea que se le ocurra al iluminado de turno (sobre lo que yo por supuesto me mostraré escéptico, si no burlón), que nos señalará el camino para una mejor convivencia en armonía.
Qué agradable sorpresa, Guido, encontrarte de nuevo por aquí. Y qué buena reflexión la tuya. Es evidente que las leyes de Kirchhoff, que no sé quién es, ni las de Newton, Kepler, Arquímedes o Mendel, no nos ayudarán a ser mejores ni más felices. Que quede claro que no niego su importancia.
Me alegro de que no hayas descargado el golpe (los cientificistas son intransigentes y mamporreros). No lo merezco. Un abrazo.
Desde luego la Ciencia pertenece a los intelectuales y es lógico que la fé carezca de cualquier argumento que se le quiera atribuir. El paso del tiempo, es el único que trae la balanza para poner en justa medida a quién corresponden los méritos que ésta y sus secuaces han excluido tangencialmente.
Antonio, no creo que merezcas ni siquiera un cocolazo por tu texto, porque aunque el conocimiento ordenado y metódico avanza a pasos agigantados, la sabiduría de Dios es muy profunda y cuando se manifieste abiertamente en el futuro, aún los que lo niegan, se darán cuenta y entrarán en pánico cuando los poderes de los cielos sean sacudidos (Lucas 21:25-27).
Un abrazo.
En esta anotación planteo la ciencia como un acto de fe, no porque se requiera fe para realizar el trabajo científico, sino porque la ciencia se ha convertido en un soporte suyo, como también lo son el amor o la religión. Se cree en los beneficios del primero o en las verdades de la segunda. También se cree que la ciencia acabará solucionando todos los problemas.
Por cierto quien quería darme un cocotazo era mi hijo mayor. Un abrazo.