XV
Hostigados por negros deseos de venganza,
por ver su rostro envuelto en lágrimas amargas,
por escuchar su voz implorándonos gracia.
La tarde ya caía.
Que de allí la sacáramos, llorando balbucía.
Pasar allí encerrada la noche no quería,
tras la tela metálica, junto con las gallinas,
impasibles testigos, en sus palos subidas.
Cuando miro hacia dentro,
cuando miro hacia arriba
una luz aparece
parpadeante, indecisa.
Sentados en la barda
contemplamos la estrella
que por el horizonte
despunta la primera.
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Precioso poema y esa venganza.
Celebro que te haya gustado el poema. Más que una venganza es una jugarreta.