131.-Los síntomas neuróticos son una hidra. Desaparece uno y su lugar lo ocupan dos hasta entonces desconocidos, o que estaban agazapados y ahora aprovechan la ocasión para instaurar su tiranía.
En soledad se puede, con sus correspondientes altibajos, avances y retrocesos, lidiar con ellos. Se les puede tener a raya. Incluso llegar a una entente cordial que posibilite la convivencia y permita la realización de las tareas cotidianas. Lo cual no es un logro desdeñable.
Pero en sociedad la situación cambia como de la noche al día. La sociedad es su terreno de juego, en el que gozan de una ventaja que los convierte en goleadores. Para quien sufre su hostigamiento, la lucha es tan extenuante que el repliegue se impone. Se mire como se mire, no vale la pena ese despilfarro de energía para acabar derrotado o para obtener una victoria pírrica. Una resistencia con un costo tan alto, un desgaste del que uno se repone difícilmente, disuaden de dárselas de héroe.
El precio que se paga por enfrentarse a esos saboteadores es exorbitante. Ellos están siempre frescos y dispuestos al combate mientras que la víctima tiene cada vez menos ganas y menos fuerzas. Lo único que se afianza en ese absurdo combate es la tentación de tirar la toalla.
Las diversas técnicas de relajación son inoperantes, y su aplicación imposible en los momentos críticos. Las circunstancias sociales, que son el desencadenante de los síntomas neuróticos, no permiten una neutralización de lo que han convocado. Sería tan contradictorio como esperar echar una siesta reparadora en una cama de clavos. Al parecer hay faquires que lo consiguen, pero el común de los mortales tiene un poder mucho menor sobre su mente, y de hecho ni siquiera intenta recostarse, limitándose a mirar de reojo ese instrumento de tortura.
Para relajarse hay que estar en casa. Para relajarse, valga la “boutade”, hay que estar tranquilo. Solo o en compañía de una persona de confianza que no tiene por qué ser un experto. Pero si se pretende obtener buenos resultados en un autobús a tope, en un embotellamiento, en una concentración multitudinaria, es probable que los músculos permanezcan tensos, y que el sujeto empiece a sudar tinta hasta que sobrevenga el cortocircuito.
Los síntomas neuróticos son una jauría de perros rabiosos. Uno trata de resguardarse de sus ataques, pero si uno de esos dogos da una tarascada, las defensas caen silenciosa y trágicamente.
Ni defensas ni refugios una vez que han desgarrado la carne. La piedad les es tan ajena como a la pedrisca que se abate sobre los árboles frutales dejándolos irreconocibles. Ni el granizo ni los perros de presa se plantean cuestiones humanitarias.
Si se quiere conservar intacta la integridad, el único recurso eficaz es mantener la distancia, no exponerse a las fieras, de cuyas mordeduras no se está libre en ningún sitio, pero menos en unos que en otros. Es decir, jugar en nuestro terreno y no en el suyo. Esta es, por lo demás, la forma de proceder de cualquier animal para evitar el acoso y derribo.
Este planteamiento impone un régimen existencial que a muchas personas repele. Implica un cierto grado de ascetismo, de austeridad a nivel alimenticio y relacional. Y una disciplina que es una malla protectora pero también aisladora.
Esta receta en un mundo presidido por el abrefácil y el todo-a-un-euro suscitará las burlas.
Quizá, mejor que de austeridad y disciplina, que son palabras impopulares, habría que hablar de moderación. No hay renuncia a nada sino asunción de un estatus que conlleva tomar una serie de medidas. El resultado de este compromiso puede ser tan satisfactorio como en otros modos de vida. Y probablemente más fructífero.
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¿Y qué tal intentar domar a las fieras? Mantener el control sobre ellas, no dejar que nos afecten de tal forma que nos dejamos de sentir libres.
Eso implica desarrollar una fortaleza mental y un dominio de sí que se acerca a esa noción de «moderación» de la que hablas.
Un saludo.
Claro, de eso se trata: de domesticar, de convertir en animales inofensivos a ese cúmulo de irracionalidades que sojuzgan al hombre civilizado.
La pregunta es cómo se consigue eso. Es verdad, como demuestran los faquires indios o de cualquier otra latitud, que el control mental es importante (control que equivale al dominio de uno mismo).
En esta entrada hablo de distanciamiento, de disciplina y de austeridad, todo lo cual puede resumirse en moderación. Todo lo cual me parece más al alcance de la mano. Saludos cordiales.
Es curioso, dices que para relajarse «hay que estar en casa», pero esto puede servir para unos o muchos porque para otros, puede ser la vía directa a la depresión o a la histeria.
Hay quien ama el bullicio, los lugares en los que la masa predomina y vive y sobrevive en condiciones ambientales difíciles de entender. Su fuerza está en una mente trabajada para ello o forma parte de su innato carácter.
Hay quien se relaja con Mozart y quien con un concierto de rock.
Hay quien se desquicia en una clase de relajación y se relaja cuando pisa la calle y aspira el aire, aunque vuelen en él partículas de contaminación.
Y hay quien encuentra en la naturaleza la paz, la armonía, la serenidad y seguridad, tanto o más que en su propia casa.
Cada cual, como bien dices, debe de adoptar la vida que le haga sentirse mejor consigo mismo.
Un abrazo y buen día.
Para evitar el acoso de los síntomas neuróticos hay que jugar en el propio terreno, para relajarse hay que estar en casa. No hay duda de que hay personas a las que la casa se les cae encima.
A mí me parece inconcebible que alguien pueda distenderse en un concierto de rock, que es un lugar de máxima excitación. Ahí se puede desfogar pero no serenarse. De hecho ambos conceptos son contradictorios. Nadie va a un concierto de rock a encontrar la paz.
Comprendo lo que dices. Conozco a personas, sobre todo a mujeres, que responden a tu planteamiento. Por mi parte visualizo el infierno con esas características más o menos.
Este fin de semana estuve en el centro de Sevilla, que está siempre muy concurrido y durante este puente lo estaba a tope, y pude comprobarlo una vez más. Pude experimentar una vez más la fulminante reducción al absurdo que se produce cuando uno se sumerge en una multitud.
Aunque no soy representativo, hay gente a la que ese maremágnum la saca de sí, la deprime, la expone al acoso de todo tipo de síntomas.
Que la sociedad es el campo de acción de la neurosis, está fuera de duda. Que hay quien disfruta, y mucho, saliendo también.
Personalmente me quedo con Mozart y con la naturaleza, con las calles solitarias y los ambiente cuanto más despejados mejor. Un abrazo.
Mientras sea un ascetismo elegido y deseado me parece bien la medida. Otra cosa es desear estar en sociedad y no poder por culpa de esos síntomas, entonces habría que cambiar de estrategia.
Un saludo
Ese ascetismo, moderación, disciplina, desmarque, distanciamiento, es una manera de zafarse del acoso. Es una alternativa.
Si lo que se quiere es hacer vida social, habría que buscar otros modos. ¿Cuáles? ¿Los ansiolíticos, el psicoanálisis, el alcohol…?
Desde mi punto de vista hay una incompatibilidad entre determinados caracteres y determinados ritmos de vida. El conflicto surge cuando uno quiere adaptarse a unas condiciones para las que no está dotado. Un abrazo.
Creo que te he entendido perfectamente con este comentario.
Carl Gustav Jung dice que aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de la vida fuerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender lo que enseña el drama de lo sucedido.
Encerrado y protegido en un universo construido detenidamente para protegernos, miramos a través de ojos de hielo y vemos el mundo según nuestro punto de vista. Pensamos que la culpa la tiene por ejemplo la Reina de las Nieves, …..
No hemos sido capaces de derramar, por nosotros, ni una lágrima ni tampoco de abrir, grandes, los ojos.
Por eso hasta una discusión de tráfico es un regalo de sabiduría: hace salir a borbotones el inconsciente, nos devuelve con mucha fuerza la sombra y nos muestra, todo aquello nuestro que no soportamos y que nos produce agresividad. Para conocerse a sí mismo no hay cómo mirarse a los demás porque sin los demás no somos enteramente nosotros mismos.
No te quedes encerrado. Mira.
Muchas gracias por tus sabias palabras. En tu réplica dices muchas cosas verdaderas que comparto.
En mis anotaciones parto de mi propia experiencia. Trato de no escribir teóricamente. Me atengo a lo vivido.
Tu comentario que encabezas invocando a Jung me ha recordado mis años de psicoanálisis. Mi analista era junguiana. Le estoy agradecido por haberme revelado algunas claves. Pero al final uno tiene que seguir su propio camino.
Por cierto ahora estoy leyendo, muy pausadamente, «El Libro Rojo» de Jung, el de Mao no me interesa. La lectura de Jung es siempre fecundante.
Saludos cordiales.
«No remé contra corriente, me hice caso y nada más»(Gustavo Llorente blog)
La caridad bien entendida empieza por uno mismo. Si uno no se respeta, ¿cómo va a respetar a los demás?
Saludos cordiales.
La neurosis, un mal que siempre ha estado presente, pero que en los tiempos que corren se ha vuelto en presencia que asfixia y atormanta a muchos, sobre todo, en las grandes ciudades, donde la tranquilidad y la paz ya no se respiran.
El esfuerzo personal para dominar a las fieras, como bien nombras al evento, es mayúsculo y puede lograrse o no.
Excelente reflexión, cher Antonio, sobre tema tan peliagudo.
Abrazobeso cariñoso, fraterno y muy fuerte, amigo.
La neurosis, la neurastenia, la histeria, el esplín, como queramos llamar a ese mal que se apodera de nosotros, ha existido siempre adoptando uno u otro disfraz.
Pero las actuales sociedades urbanas son un caldo de cultivo especialmente eficaz para el desarrollo y proliferación de esa planta venenosa.
Me alineo en el bando de los combatientes pesimistas. Los resultados de la lucha no están garantizados. Eso sí, vale la pena batirse el cobre. Existen las posibilidades del triunfo, del repliegue y de la derrota. En mi anotación abogo por la segunda. Un abrazo.
Es que el mundo contemporáneo complica en exceso el poder superar ese handicap psicológico-físico y triunfar sobre él. Abrazobeso grande, cariñoso y fraternal.
Oh que oui ! Toute mon admiration pour cet article imagé tout en empathie 🙂
Merci, Murielle. C’est un thème que je connais personnellement. Bon, et j’espère que pas aussi pluvieux qu’à Séville, week-end.