No sé por dónde empezar. ¿Lugar y fecha de nacimiento? Todos nacemos en alguna parte. Hay gente que se jacta de haber visto la luz primera en tal o cual sitio, lo cual me parece ridículo porque esa contingencia no constituye ningún mérito. En lo que a mí concierne, no voy a alegar esos datos.
Baste con indicar que no soy ni demasiado joven ni demasiado viejo. No peco de entusiasmo ni de radicalidad. Mi escepticismo, que se ha afianzado con el tiempo, me salva de caer en esas tentaciones.
Durante mi infancia fui feliz, aunque sólo guardo recuerdos deshilvanados: un saxofón que me regalaron mis padres, el corral de mi abuela donde las gallinas no paraban de escarbar, los días de lluvia, los paseos por el campo…
La felicidad es un mito que forjamos a la medida de nuestros deseos. A nivel práctico se define negativamente. Por la ausencia de grandes desgracias y de grotescos conflictos me he permitido calificar mi infancia de venturosa.
En la escuela me enteré pronto de a qué son había que bailar. La gente es vanidosa y los maestros no son la excepción.
Si uno era rastreramente pelotillero, no hacía carrera. Antes bien, le llovían los palos. Pero si uno era fino y se trabajaba la modestia y cierta ingenuidad, no había maestro que se resistiese.
Ruego disculpe esta divagación. El ejercicio de la adulación es indigno aun cuando la condición humana lo potencie. Confieso, avergonzado, que no se me daba mal. A mis ojos era una cuestión de supervivencia.
Teniendo en cuenta que yo no era tonto y podía salir adelante por mis propios medios, no debería haber recurrido a esas malas artes.
Desprenderme de ese hábito vicioso me ha llevado años. Todavía hoy me descubro a veces esbozando una sonrisa candorosa.
En lo que respecta a los estudios secundarios, como se puede comprobar por mi historial académico, fui mejorando de curso en curso hasta convertirme en un alumno brillante. De esta forma todos estábamos contentos, en especial mis padres.
Al poder alardear de mí ante sus amistades, nunca me negaban lo que les pedía. Yo no era un chico caprichoso ni les pasaba factura por mis buenas notas. Por lo general, eran ellos quienes me preguntaban qué quería. Mis peticiones eran razonables.
Es corriente citar a los profesores que más contribuyeron en la formación y orientación del candidato con su ejemplo, con su estímulo, con su capacidad para abrir nuevos horizontes…
Se pensará que es soberbia pero, por más que me devano los sesos, apenas consigo recordar el nombre de dos o tres. No está en mi ánimo enjuiciar su labor, pero ninguno dejó en mí huella perdurable.
Esta constatación me entristece porque revela una carencia por mi parte. Es imposible que todos los profesores fuesen unas mediocridades.
Otro tanto podría decir de mi paso por la Facultad de Derecho.
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Bueno, Antonio, esto empieza bien. Y promete. un abrazo
Espero que no te defraude el final de esta carta que publicaré el miércoles. Un abrazo.
Un relato interesante, estará atento a la continuación. Una prosa deliciosa, como de costumbre. Un saludo!
Gracias, Eleazar. Tus comentarios son siempre muy gratificantes para mí. Un abrazo.
Muy buen comienzo. Tiene sabor a novela…
Gracias, Manuel. Es más bien un curriculum vitae sui géneris…la respuesta casi me ha salido en latín.
La felicidad es un mito que forjamos a la medida de nuestros deseos…¡ Muy bueno! Pues…¿ Una novela? ¿ Un curriculum vitae? ¿ Las memorias?….no, no.no…todavía no has llegado a la edad para escribir las memorias. Más bien …¿recuerdos? ¿ O pura ficción con alguna moraleja? Sea lo que sea …ya, has enganchado a tus lectores. ¿ Seguimos? Un beso.
Acabo de leer una observación sobre la felicidad en «La Gaviota» de Fernán Caballero, que me ha parecido sumamente sensata. Dice que lo más cuerdo es limitar la felicidad a un estrecho círculo. Por desgracia siempre aspiramos a más.
El texto es ficción. Está categorizado como cuento. Un cuento en forma de carta o curriculum vitae dirigido a un ilustrísimo señor. Dicho esto añado que en los textos literarios hay siempre un trasfondo de realidad (recuerdos, vivencias, etc.). Un abrazo
Lo que escribe cada uno es ,en primer lugar , un reflejo de sus própias experiencias. Lo queremos o no. Un beso.
Así es. Podríamos decir que, en última instancia, todo libro es autobiográfico, incluso los tratado de matemáticas. Que tengas un buen martes.
Yo también deseando continuación, me gusta el tono y lo que has contado.
El miércoles publico el final. Las dos cosas que señalas (el tono y el contenido) son decisivas. Ahora es cuando hay que mantener el pulso firme.
La anécdota de este relato se desvelará por completo este miércoles (y supongo que por ahí habrá alguna vueltecilla de tuerca guardada).
La elegancia del estilo narrativo compagina a la perfección con la intención detrás del personaje que redacta esta misiva.
Hermosa prosa, maestro. Un ejemplo más del buen escribir.
Abrazobeso grande, siempre cariñoso y lleno de admiración para el hermano y el maestro.
Como de costumbre, rehúyo los golpes de efecto. Prefiero mantener un tono menor y que el relato acabe remansadamente. Lo cual no impide que el narrador guarde alguna sorpresa en la manga, una carta que juega al final de la partida con la intención de ganarla, es decir, de redondear el trabajo. Un abrazo.
Muy interesantes los recuerdos vistos desde tan lejos y desde una realidad tan diferente a la de aquella niñez. Un abrazo
Es un balance el que realiza el protagonista de esta ficción, en el momento en que decide dar un giro a su vida. Desde la altura de los años la visión varía, sobre todo tras una grave crisis como la que ha sufrido el autor de esta epístola. Un abrazo.