184.-Hablar de mal en relación con las catástrofes naturales es abusivo porque en esos fenómenos la intencionalidad está ausente. Igual ocurre con los animales que se rigen por sus instintos. El mal, propiamente hablando, es un fenómeno genuinamente humano.
Sequías, inundaciones, terremotos, huracanes o manadas de lobos hambrientos que asolan las granjas son consecuencias de la interconexión y confluencia de vectores geológicos, atmosféricos o ambientales para los que existe una explicación.
Esos fenómenos no se desencadenan porque sí ni persiguen un objetivo. Respecto a ellos es ridículo hablar de justicia o compensación. Ni les podemos pedir cuentas ni los vamos a sentar en el banquillo de los acusados por mucho daño que causen. Sólo cabe organizarse y mitigar en lo posible su brutal acometida.
Este razonamiento es también aplicable a las enfermedades que responden a un entramado de causas. El hecho de estar vivos implica, entre otras necesidades fisiológicas, comer, beber, enfermar y finalmente morir. Y ese hecho se extiende a los animales y a las plantas que están expuestos igualmente al deterioro físico y las dolencias. Ese es el peaje que pagan todas las criaturas.
Aunque se le conceda una dimensión metafísica, el mal es algo característicamente humano. Es algo que requiere del concurso de los hombres para provocar sus estragos. Sin la colaboración de estos el mal no podría manifestarse.
Si el hombre no sucumbe a la tentación, el mal permanece en su reino metafísico.
Hablar de mal en relación con los desmanes meteorológicos, geológicos y fisiológicos implica una ampliación tan grande de su sentido que, como tal, queda desvirtuado. Llegados a este punto, también es malo que un vaso caiga al suelo y se rompa o que el autobús llegue con retraso a su destino. Entender el mal tan holgada o tan subjetivamente es trivializarlo.
185.-El mal tiene dos rasgos que lo contraponen al bien y hacen de él un ente tan temible. El primero es las múltiples formas que puede revestir. Del mal se puede decir que es poliédrico. Esa proliferación de caras engaña al ojo más experto, no sólo induciéndolo a error, a tomarlo por lo que no es, sino seduciéndolo.
El segundo rasgo no tiene que ver con su exterioridad sino con su asimismo amplia panoplia de recursos. De él se puede afirmar que se las sabe todas.
Resumiendo, el mal es multiforme y ambidextro.
186.-La cuestión de fondo, como ocurre con otros temas de este mismo calado, es siempre el sentido. En última instancia, el de la vida. Puede que empecemos preguntándonos cuál es el del mal. Irremediablemente acabaremos planteando si vale o no la pena vivir la vida. Para Camus era la única cuestión filosófica de peso: decidir si nos suicidamos o no (“El mito de Sísifo”).
Respecto al mal, el punto de vista de Camus adquiere una especial relevancia, pues la confrontación con esa realidad puede llevar al hombre a negarse a seguir caminando, como fue el caso de Primo Levi.
Si le encontramos un sentido al mal, si somos capaces de perfilar una explicación convincente, de una misma tacada se lo estamos encontrando a la vida.
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«De él se puede afirmar que se las sabe todas», como el diablo. La frase me la archivo, Antonio. Un abrazo.
El diablo, en numerosas culturas y religiones, es la personificación o la materialización del mal. Todo lo que se diga de uno se puede aplicar al otro. Un abrazo.
[…] a través de Sobre el mal (IV) — El bosque silencioso […]
Gracias por rebloguear. Saludos cordiales.
Muy buen texto, Antonio.
Me gustaría añadir que si no existiera el mal, no habría libertad. Hace poco lo escuché de de labios del académico de la lengua Don Félix de Azúa.
No puedo estar más de acuerdo. Si bien el mal no es deseable, si no pudiésemos elegir entre el bien y el mal no seríamos libres.
Gracias, Eleazar.
Claramente la libertad, que está en relación directa con este tema, y que subyace a la mayoría o a todas la cuestiones importantes, implica elección, en este caso entre el bien y el mal.
Si el ser humano no estuviera dotado de libre albedrío, sería un animal más en sentido literal, porque en sentido figurado a menudo lo es. Tu razonamiento es perfecto. Un abrazo.
Y ahí está el quid de todo esto: «encontrarle un sentido al mal». Qué difícil, no por el hecho en sí de lanzarse a encontrar ese sentido, sino por lo que supone que sí se logre encontrar ese sentido. ¿Con la sentencia final se implica entonces que el mal es parte también de la vida? No te lo pregunto a ti, es una interrogante lanzada. No lo sé. Si el mal sólo es producto de la conducta humana, ¿no sería entonces equivaler vida con humano?
De cualquier forma, no existiría el bien sin el mal.
Mucho para reflexionar y quizá no demos con las respuestas.
Abrazobeso cariñoso, fraternal, fiel y siempre lleno de admiración , querido maestro.
A mi juicio la madre del cordero es el sentido. Luchamos por encontrar uno. El sentido del mal, el de la vida, el del sufrimiento, etc. El hecho de vivir (y no suicidarnos) parece indicar que algún sentido o, si quieres, alguna compensación le encontramos a la existencia. Otra cosa es verbalizarlo, teorizar o sencillamente ponerlo por escrito.
Desde luego, querido Ernesto, el mal forma parte de la vida. Y el bien. Al ser humano le corresponde elegir, tal como indica Eleazar en su comentario. El bien y el mal son dos opciones. Un abrazo.
Excelente texto
Gracias. Celebro que te haya gustado.
Texto*
Reblogueó esto en Site Title.
Gracias. Buen fin de semana.
Muchas gracias. Buena semana!
El mal es una herramienta poderosa que va deformando y puede llegar a desintegrar todo vestigio de benevolencia y pureza a la que también puede tener acceso un ser humano. El quid en cuestión, finalmente, penetra y alberga en nuestras consciencias. Es más fácil dejarse entrampar que seguir oponiendo resistencia. Esta lucha continua, como es entendible, nos llega de todos lados; celestial y terrenal. Al ser el mal ambidiestro y multiforme, también la luz y la instrucción, mal dirigidas, pueden servir de auxiliares del mal.
En el punto 186 que se avoca al sentido de la vida, a mi entender, está intimamente relacionado al mal, pue éste, se engendra y asecha sin sosiego al pensamiento. Cuando alguién se deja corroer y se hace presa del abandono y desesperación, inconscientemente se pide exterminar el bien, que sería la vida. Es decir, es como si la chispa o deseo de vivir, se extinguiera por causa del mal.
Muy interesantes tus exposiciones que haces sobre este tema. Un abrazo.
El riesgo del contagio es muy alto. Es difícil, por no decir imposible, mantenernos puros, incontaminados. Parece que la condición humana implica casi necesariamente caer y enfangarse. Y también levantarnos y la lavar la suciedad.
Estoy de acuerdo, si te he entendido bien, en que en el mal emite un fétido aliento a muerte. El mal es involución, tira de nosotros hacia abajo. La vida es el máximo bien, por eso hay que preservarla y respetarla. Un abrazo.