Julio se pregunta: “¿Cómo ha podido suceder? Y mira los desangelados bloques de pisos, las innumerables ventanas, los coches aparcados.
Apoyado en la baranda de la terraza, fuma un cigarrillo mientras Marina se arregla.
“Procura ser amable con mi madre. No seas tan seco como de costumbre” “Sí” “No te cuesta trabajo interesarte por su salud” “Sí” “A las personas mayores les gusta que les presten atención” “Sí” “Deja de decir sí”.
Marina lleva un vestido azul que la favorece. “Se hace tarde. Vamos”.
Quedan pocas horas para que el día acabe, para que lleguen esos secretos instantes que lo redimen. En el ascensor toca preguntar: “¿Cerraste los grifos?” “A ver si cambias el disco”.
Julio sonríe interiormente. Hace tiempo su mujer dejó abierto el grifo del fregadero con el tapón puesto. Cuando regresaron, el piso estaba encharcado.
Julio se promete una vez más cambiar el disco, como dice irritada Marina. Pero la inercia convierte en hábitos las palabras y los gestos. ¿No se dan los buenos días aunque esté lloviendo a cántaros?
Por el camino ella insiste en que se muestre más educado y comunicativo con su madre, cuyo cúmulo de dolencias hastía a Julio. Esta vez se abstiene de decir sí.
Piensa: “Mi dulce compañera, mi bienamada, mi bálsamo, mi fiel aliada, ¿cómo, sin tu ayuda, me atrevería a enfrentarme a esa cotorra cuyos únicos temas de conversación son las enfermedades y los chismes del barrio? ¿De dónde saco fuerzas para soportar sus suspicacias y sus enfurruñamientos sino de ti? ¿No eres tú la que me infundes la serenidad necesaria?”.
“Ya hemos llegado”. Julio susurra: “Horror” “¿Qué has dicho?” “Nada” “Has dicho valor. Me he enterado”.
A Marina le chispean los ojos. “Te lo advierto: como estés grosero con ella, vamos a tener gresca”. Luego pulsa el timbre. Se oyen pasos y pestillos que se descorren.
“¡Sois vosotros! Pasad. Me estaba preguntando si os habíais olvidado de mí. Pasad”.
-o-
Julio de desviste con parsimonia. Se quita la chaqueta, el jersey. Con gesto inocente, repleto de ternura, los coloca en el sillón de terciopelo.
Durante meses ha estado elaborando un magnífico plan para destruir la ciudad, de la que no van a quedar ni los cimientos. Este prolijo sueño que ha requerido tanta concentración y entrega, está tocando a su fin.
Normalmente Julio no traza maquinaciones belicistas. Es más propenso a las tenues ensoñaciones de carácter amoroso. Sus aventuras y flirteos imaginarios son incontables. Pero últimamente los juegos eróticos han cedido su sitio a esa labor demoledora.
Gracias a su buena memoria que le permite almacenar todos los datos, incluidos los detalles más nimios, Julio realiza esta magna empresa sin recurrir al papel y al bolígrafo.
Arroja la corbata sobre la chaqueta. A medida que se desabrocha la camisa, nombra las fases de su plan cuyo recuento coincide con el número de botones. Este es el paso previo antes de continuar y perfeccionar esta fabulación.
Marina, como suele ocurrirle, se ha quedado dormida con el libro en las manos. Julio lo coge con cuidado, lo deja en la mesita de noche y apaga la luz de la lámpara con una tulipa naranja.
Alcanzado este punto, las miserias cotidianas y los sentimientos opresores se diluyen. Se quita los zapatos, los calcetines y los pantalones. Se pone el pijama. En su cabeza bullen nuevos sistemas de devastación.
Se mete en la cama, se encoge, se estira como un animal que se apresta al combate. Apaga su lámpara. Sus ojos perforan la oscuridad como los de una rapaz nocturna antes de emprender el vuelo.
Respira profundamente y dice quedo: “Las explosiones en cadena se sucederán como una traca gigantesca…”.
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Creo que ya te lo he dicho. Pero insisto. Me encanta cómo escribes ( y no te creas que se lo digo a todos… creo que Paloma, Clara y tú sois los blogger que más me gustan) Lo ágil que lo haces y la variedad sobre los asuntos que escribes: haces ensayos, relatos, pensamientos… Y como diría Julio «Sí»
Gracias por la alusión, Manuel 🙂
Y, ¿ quién es Clara? Me gustaría leer lo que escribe.
Gracias, Manuel, por tu insistencia. También escribo poemas 🙂
Si esta narración te ha hecho pasar un buen rato, feliz me haces.
Por cierto, conozco a Paloma pero no a Clara. ¿Podrías darme el enlace de su blog? Un abrazo.
Sí. Clara escribe relatos cómicos parecido a Eduardo Mendoza. Me parece complicadísimo hacer reir. Su blog es el cuaderno de clara. Un abrazo
Gracias por la información, Manuel. Visitaré «El cuaderno de Clara».
A mí también me ha gustado mucho este relato y en general todo lo que leo y veo en tu blog.
Además es cierto que cambias mucho de registro pero sin perder la calidad. Así no nos aburrimos.
Me parece certera la definición que leí en alguna parte referente a los escritores de raza. Creo que ya te he hecho alusión a ella. Es el escritor que coge al lector por la solapa en la primera línea y no lo suelta hasta la última. Tú eres experta en esa práctica.
Para aburrirnos ya tenemos las noticias. Gracias, Paloma.
La rutina puede llegar a arroparnos o nos puede reprimir y asfixiar. Que sea de una u otra manera tal vez dependa de los caracteres y circunstancias de cada cual. En nuestro barrio alumbra la luz y rebullen las pesadillas. Buen relato Antonio. Un abrazo.
Gracias, Álvaro. En efecto, la rutina tiene esas dos vertientes. O hace de nosotros unos modorros o es un trampolín desde el que podemos saltar lejos.
La decisión la tomamos nosotros y depende de nuestros intereses, de nuestra determinación, etc.
Julio debería coger ese bolígrafo y ese papel y poner por escrito sus elucubraciones nocturnas antes de que se conviertan en pesadillas. Un abrazo.
Creo que la rutina ha rondado tanto a Julio, que la única forma que ha encontrado pra zafarse de ella es mediante tamaña explosión destructiva, masiva.
La duda queda: ¿si la llegase a trasladarse del plan al hecho, desaparecería él junto con el efecto de su obra o se pondría a resguardo?
Haber vuelto rutina todo en la vida es una prisión horripilante.
Un ejemplo más del buen y exquisito escribir, maestro.
Abrazobeso cariñoso, fraterno y semper fidelis.
La monotonía de una vida insatisfactoria, la conciencia cada vez más aguda de haber caído en una trampa llevan a Julio a tomar esa drástica medida compensatoria, como también lo son los fantaseos eróticos.
Pero Julio no es un terrorista. No va a poner bombas en ningún sitio. La posibilidad que apuntas en la duda no la contempla. A lo mejor opta finalmente por escribir o por dar un giro a su vida. Pero no matar ni inmolarse (!qué repeluzno con el atentado islamista de Barcelona tan cercano!).
Su capacidad visionaria y su buena memoria son bazas que puede jugar a su favor. Su suegra es otra que le puede servir para contar una historia divertida. Un abrazo.
Un buen desahogo. Cuántas veces no hemos matado en nuestra imaginación a esos seres deleznables que luego se cruzan en nuestros caminos.
Abrazobeso con cariño fraterno, magister carus.
Ay, ¡qué sería de nosotros sin la capacidad de soñar como válvula de escape! (sean actos amorosos o destructivos). Más allá del tedio que impregna a Julio y que transmites a la perfección, me gusta esa relación de contrarios: Marina, vital, práctica y optimista. Julio, metódico, soñador y derrotista (al menos así los supongo). ¿Qué mantiene unidas a dos personas tan diferentes? Misterios de la vida… Como siempre, encuentras la palabra adecuada. Un abrazo, Antonio.
Para mí tengo que los sueños y el hambre son los principales motores de las acciones humanas. Julio tiene solucionado el asunto de la manduca, pero sus sueños se han estancado (sólo los utiliza compensatoriamente). Así que su vida la siente frustrada.
Expones una cuestión, la de la relación de pareja tan perspicazmente analizada, que tú, como lectora, has puesto sobre el tapete, pero que yo, como autor, no me había planteado, al menos de una forma consciente.
En efecto, Julio y Marina son muy diferentes. Julio, a pesar de que ella no para de reprenderlo, la encuentra guapa con su vestido azul.
Gracias por tu comentario, Carmen. Un abrazo.