El mundo de los adultos es una de las principales fuentes de conflictos para el príncipe Mishkin, que en este aspecto se parece más a la criatura engendrada por Saint-Exupéry que a la concebida por Cervantes. El motivo de esa inadaptación es que, por más que lo intente, no puede comportarse como ellos. Las pautas que rigen su conducta le resultan ajenas. Este es un hecho del que se ha percatado, a veces dolorosamente, hace mucho tiempo.
La ingenuidad del príncipe, su infantilismo incluso, por el que es apodado “el idiota”, lo lleva a decir la verdad sin tener en cuenta las conveniencias ni las consecuencias. Pero al contrario que Ferdischenko, acusado de mentir como un sacamuelas, no es un hombre negativo ni carente de ingenio. Ciertamente los dos encajan las ofensas pero, mientras que Ferdischenko aguarda pacientemente el momento de devolver el golpe, la venganza no tiene cabida en el universo del príncipe.
Y es que para él “la compasión es la ley más importante y quizá la única de toda la existencia humana”.
La obra de Dostoievski está construida como un viacrucis del príncipe cuya torpeza mundana lo expone a situaciones penosas. Él es consciente de ello y así lo declara: “En las reuniones sociales estoy de más”.
Su instinto de conservación y protección está escasamente desarrollado. Es semejante al de un niño. Nada tiene de raro que tropiece a menudo.
Como otro de los personajes, Ippolit, el príncipe no puede llevar una vida en discordancia con su naturaleza, una vida que puede adquirir formas extrañas. Ippolit dice: “Soy incapaz de subordinarme a la oscura fuerza que adopta el aspecto de una tarántula”.
El príncipe, aquejado de epilepsia, como el mismo Dostoievski, no es en absoluto una persona corriente. Él no puede ser incluido en una de las dos categorías en que el autor divide al común de los mortales: los limitados y los inteligentes. Tal vez la principal razón que lo excluye de esas dos generalizaciones es que el príncipe Mishkin “estimaba en demasiado poco su propio destino”. Tontos y listos coinciden en tenerle apego al suyo, en considerarse especiales de un modo u otro.
Su inadaptación es un semillero de problemas y su lucidez le garantiza el sufrimiento. Estos dos rasgos combinados son los que dotan al personaje de su dimensión trágica. El príncipe no se percata de lo que sucede a su alrededor. Y cuando cae en la cuenta, es ya demasiado tarde para reaccionar o buscar un remedio. Entonces sobrevienen la aflicción e incluso la enfermedad.
Traducción de Augusto Vidal
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Que grande la literatura Rusa de finales de XIX y principios del XX.Tolstói,Dostoievki..etc.Antonio Machado la tenía presente.
Es grande, en efecto. La nómina de buenos escritores rusos es extensa. También Pérez Galdós se convirtió en un tolstoiano en la segunda etapa de su carrera, al final. Saludos cordiales.
Después de leer esta entrada tengo claro que voy a releer «El Príncipe» (no he vuelto a hacerlo desde tiempos del instituto, allá por la Edad Media) y no tengo la menor dudad de que si la traducción es de Augusto Vidal, será excelente. Gracias por tus aportaciones, Antonio.
Vas a releer «El idiota». «El príncipe» es un tratado político que escribió Maquiavelo en el siglo XVI, y que poco o nada tiene que ver con el planteamiento humano de Dostoievski.
Es una novela que provoca cierto desaliento. Mi hijo mayor la dejó porque le resultaba difícil de sobrellevar la figura del príncipe Mishkin, su conducta, su manera de ser. Pero es una de las grandes creaciones de su autor. Para mí lo son todas. Yo soy dostoievskiano. Gracias a ti por tu comentario. Un abrazo.
Ay, Antonio: ¡en qué estaría pensando! Tienes toda la razón: he escrito «El príncipe» en lugar de «El idiota» (quizás porque fue la misma profesora de Lengua la que nos hizo leerlos). Pero no hay mal que por bien no venga porque siempre aprendo algo nuevo de tus comentarios. Un abrazo.
Me cae bien el príncipe.
A mí también me cae bien, pero a veces me ataca los nervios.
Jajaja. Bueno, no es incompatible lo uno con lo otro
Si no se le tomase cariño, daría igual.
no tengo como decir que sentí, pero creo que esto lo describirá mejor:
Un niño lector estaba llorando mientras leía su libro… Entonces se acerca su madre y le dice: «Cariño, ¿por qué lloras si todo lo que dice ahí es mentira?».
A lo que el niño respondió: «Pero lo que yo siento es real».
Muchas gracias por compartirlo.
Una anécdota exacta y entrañable. Aparte de que se puede cuestionar la sentencia de la madre («Todo lo que se dice ahí es mentira»).
La literatura es verdad. Si te refieres a «El idiota», tanto el libro en general como el personaje del príncipe en particular, encierra una gran verdad.
Gracias a ti por compartir. Saludos cordiales.
¡Oh…no sé que decir! Tuve un período en mi vida cuando estaba totalmente enferma por Dodstoevski , fue una obsesión. Creo que por la sobredosis que tomé…no puedo ni siquiera coger en la mano algun libro suyo, tan pesados me parecen sus descuartisaciones el alma y la mente de un ser humano.. Un beso.
Dostoievski es bastante contradictorio. Y eso tiene una repercusión o influencia en el lector. Sus personajes matan por amor y salvan por odio. Y hacen otras cosas igual de desconcertantes.
Ya lo señalas tú: es un descuartizador del alma. Yo lo veo más como un cirujano. Su pluma es un bisturí.
Quería decirte, chère collègue, que te envié un correo electrónico y también un mensaje en Twitter. No puedo dejar comentarios en tu blog. Los escribo pero no salen publicados.
En mi último comentario te contaba un poco la historia de un alumno peruano, creo recordar, que se llamaba Stalin, nombre que me producía una grandísima incomodidad. Un abrazo.
Jaajajaj Un peruano Stalin y la gata de mi relato Lenin…puro surealismo. Bueno lo de Twitter tampoco me llegó , pero lo encontre en tu perfil y te esribí la respuesta, lo creo. Por lo general , soy muy atenta en plan comunicativo. Mi correo electronico….tatianarad32@hotmail.es…..a ese correo no recibí nada .Voy a ver el correo de Twitter. No quiero perder contigo la via comunicativa de WordPress. Gracias por ser tan meticuloso en esos detalles. Lo de Dostoevski …no le quito su merito, pero muy pesadas sus reflexiones hasta estar enfermizas. Un beso.
Namasté