Los semáforos lanzan
sus guiños rojos, verdes y ámbar.
El ajetreo
el niño mira
sin parpadeo
Sopla la brisa
la sangre corre
con mucha prisa
Desde el balcón
el niño mira
con devoción
El colorido
las rotaciones
del tiovivo
La zarabanda
de los viandantes
que nunca para
Los semáforos lanzan
sus guiños rojos, verdes y ámbar.
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Los semáforos lanzan
sus guiños rojos, verdes y ámbar Es lo que me gustó…los guiños . Muy natural es el poema tuyo.
Los guiños son una llamada, un gesto de complicidad, pero ¡ojo! no vayamos a caer en una trampa.
Ajaaaa….una buena respuesta cargada de mucho sentido , quizá algo ambiguo y con humor. ¿ No?
Con ambos ingredientes. El humor es importantísimo y la ambigüedad es el claroscuro de la vida.
El poema está fenomenal. Ese niño en el balcón atrapado por guiños y por el correr de la calle me inquieta.
De entrada parecería un canto inocente. Pero de pronto me ha parecido un presagio de tragedia.
A lo mejor divago.
Abrazobeso cariñoso, fraterno y siempre fiel, cher Antonio.
En principio no tiene por qué ser inquietante. El niño contempla el ajetreo y la sangre bulle en sus venas. ¿No nos ha pasado a todos lo mismo? Un abrazo, mon cher ami divagateur.
Cierto, aunque en lo personal esos ajetreos prefiero verlos desde la barrera y no entremezclarme con ellos.
Por lo general eso es lo preferible. Pero ya sabes, hay que salir a torear.
Eso de los guiños está bien. Al fin y al cabo, tú das la idea, o proporcionas una interpretación. Buen poema. Un saludo, Antonio.
Y de esta manera se implica al prójimo-lector. Gracias, Eladio. Un abrazo.