223.-Emma me expone a grandes rasgos las ideas de un amigo suyo sobre el origen y el fin de la vida.
El escalafón más bajo lo ocupa la materia, es decir, la tierra, los minerales, el agua. Lo que él llama el mundo inanimado e inconsciente, aunque no por ello desprovisto de un oscuro barrunto de la dirección correcta del Universo.
Pero la materia es lo inerte, lo que carece de vida propia, y por ese motivo depende de la intervención de agentes externos para montarse en el carro evolutivo. Esos agentes son las plantas que se sitúan justo por encima.
La tierra, los minerales y el agua les sirven de nutrientes. Al absorberlos los elevan a su nivel que es ya el de la vida. Y de esta forma los dignifican y los dotan de más valor. Así se inicia la gran marcha hacia la realización total a la que tiende hasta el último grano de arena.
El tercer escalón corresponde a los animales que se alimentan de las plantas. Al incorporarlas estas dan un salto cualitativo, como en el caso de los minerales. El grado de conciencia y de autonomía va siendo cada vez mayor.
En el límite de la evolución se encuentra el ser humano que puede recurrir para su manutención a los tres reinos anteriores, el objetivo de sus miembros es acceder a este último estadio, más allá del cual se halla liberación. Aquí ya no se puede hablar de cambio sino de paso a otra dimensión que reabsorbe todo lo anterior y lo transmuta en pura luz, en felicidad sin mácula.
Del hombre se puede decir que ocupa un lugar ambiguo porque, aparentemente, por encima de él no hay nada, o sólo las rutilantes y remotas estrellas. Él no puede integrarse en una unidad superior como los minerales en las plantas y estas en los animales.
Al ser humano se le pide creer y ese requisito convierte su exclusiva naturaleza en un campo de batalla donde se enfrentan las afirmaciones y las negaciones. Una atalaya desde la que se puede mirar hacia arriba o hacia abajo.
Dos visiones fundamentales se perfilan: el hombre como producto último de la evolución o el hombre como frontera, la cual debe trascender para alcanzar la plenitud.
En él confluyen la animalización y la espiritualización. Quedarse en la primera es estancarse, incluso involucionar. Seguir adelante es aceptar el hecho evolutivo que nos conduce, según Theilard de Chardin, al Punto Omega.
Inevitablemente el hombre se ve tironeado por fuerzas regresivas y progresivas (o descendentes y ascendentes). En esa línea divisoria en la que está situado, en ese confín, los ataques y las emboscadas son el pan nuestro de cada día. Esa vanguardia constituye el reino humano.
La solución, para el amigo de Emma, no es la permanencia o el regreso a las etapas minerales, vegetales o animales, cuyos representantes, además, subiendo los correspondientes peldaños, aspiran a la liberación, la cual pasa por el hombre.
Pero este, con no poca frecuencia, se convierte en un tapón que bloquea ese proceso de forma que el daño no sólo se lo hace a sí mismo.
“La meta es que el cielo nos abra sus puertas.Mi amigo afirma también” dice Emma “que la gasolina de la evolución es el deseo, el cual se manifiesta a todos los niveles, sordamente en el mundo material y cada vez más abiertamente en el vegetal, el animal y el humano. En todos los estadios late el anhelo a la transformación que no debe ser frustrada so pena de crear ciénagas pestilenciales”.
“¿Y tú qué piensas?” pregunto a Emma que se encoge de hombros y responde: “No es una teoría asfixiante como otras que circulan por ahí”.
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El hombre como frontera, jamás como final de la evolución. Si fuese así, habría que hablar de una evolución fallida o imperfecta y eso la haría ilógica, innecesaria. El hombre como final del proceso evolutivo es regresar a la visión egocentrista. El hombre como frontera, es entender que somos parte integral de un todo al que hemos llamado universo: materia, energía, y materia y energía oscuras.
Divagando, muy probablemente.
Excelente artículo, Antonio.
Abrazobeso con grande cariño fraterno.
Pues no me parece una visión que escasee. Me refiero al hombre como punto culminante y final, como colofón. Habrá hombres y mujeres más o menos inteligentes, mejor o peor dotados para determinada actividad, pero eso es todo: o somos más bajos o somos más altos.
Y claro, se trata de una teoría narcisticamente egocéntrica, pura egolatría.
Difiero de tu respetable conclusión. Que conste que yo divago también. Soy un mero paseante al que le gusta perderse en sus elucubraciones mientras camina. Un abrazo.
En efecto, el hombre como culminación creativa no es perspectiva que escasee. La historia lo avala y el presente, ni qué decir.
Sigamos divagando.
Seguimos vagamundeando. Saludos primaverales.
Yo, como Emma, me encojo de hombros. El caso es que todo, estrellas incluidas, está hecho con los mismos elementos básicos. Lo cual tampoco explica demasiado.
Vivimos en una época predominantemente escéptica. No exagero si digo que vivimos con la nariz pegada a la realidad. Si conseguimos despegarla, es seguro que nuestra visión se hará más amplia, profunda e integradora.
Pero me encojo de hombros porque no comprendo, no porque no desee comprender. Te doy la razón en la importancia de elevar la visión.
Por otro lado ya seguimos miles y miles de años intentando descifrar ese misterio que se llama la vida. ¿ Para que venimos? ¿ A donde vamos? Creo que el misterio consiste presisamente en ello : intentando descifrarlo, evolucionamos. ¿ No? bueno…vale como cualquier otra opción. Muy, muy profundas son tus reflejiones
Creo que has dado la clave de la evolución: intentar descifrar el «mysterium tremendum et fascinans» que es la vida, el cual, por más que algunos insensatos se empeñen en jibarizar o desposeer de su profundidad, es inagotable. Que tengas una agradable y fructífera semana.