III
Había conjeturas para todos los gustos. Quien mantenía que se trataba de un animal peligroso, solía añadir que por nada del mundo seguiría viviendo en esa casa, que era lo que hacía Servando.
No sólo se hablaba de hurones y garduñas sino de gatos monteses, zorros e incluso lobos, animales estos últimos que desaparecieron hace mucho tiempo de estos contornos.
A pesar de lo fantástico de la elucubración, o justamente por ello, la teoría del lobo contaba con bastantes adeptos. La que sumaba más partidarios era la de la comadreja, pero los que habían visto el agujero descartaban de plano esa hipótesis.
“La comadreja es un animal pequeño que nunca podría excavar una galería de esas dimensiones” alegaban en tono doctoral.
Servando tenía también su propia explicación. Al principio se mostró remiso, pero como en el fondo tenía ganas de hablar, nos la dio.
Nos dirigimos al salón. Brioso y yo nos acomodamos en el sofá, y Servando en un sillón de orejeras con la tapicería desgastada que era el que utilizaba para sus sesiones de lectura.
Con sonrisa zalamera Brioso preguntó: “¿No te da miedo vivir en una casa con un agujero como ese?” Pasándose la mano por su ensortijado pelo Servando respondió con aplomo: “En ningún momento he tenido miedo. ¿Qué pensáis vosotros?”.
“Desde luego no se trata de un topo ni de un conejo” dije. “Ni tampoco de una comadreja. Esa madriguera pertenece a otro animal” añadió Brioso.
Asintiendo levemente Servando repuso: “A una nutria”.
Ni Brioso ni yo, que fruncimos el ceño, esperábamos semejante revelación que sonaba tan inverosímil como la teoría del lobo.
“Aquí no hay nutrias” dijo suavemente Brioso. “Una al menos” replicó Servando que nos contó su versión.
IV
A él le gusta andar por el campo. Una de sus rutas preferidas es el camino que baja de la dehesa de Rebuscallas y lleva al pantano de la Ruzafa, donde avistó a la nutria al anochecer.
El único inconveniente de ese oasis en medio de las tierras de secano es que lo frecuentan los domingueros y los excursionistas. Pero él sabe cómo evitar esa plaga.
Como mucho, dependiendo de la época del año, puede encontrar a un solitario buscador de espárragos trigueros. Pero lo más probable es que no se cruce con nadie. “Para hacer vida social dispongo del pueblo” dice.
Cuando la descubrió, la luz era escasa. Los límites de las cosas se difuminaban. Pero estaba seguro de no equivocarse.
Sentado en una piedra, a orillas del embalse, escuchaba el murmullo del viento entre las ramas de los álamos y de los eucaliptos, y paseaba la mirada por la superficie acuática que se rizaba aquí y allá.
Una cabeza oscura y aplastada surgió en mitad de esa silenciosa extensión. Con la gracia y la agilidad de un acróbata, el animal se deslizó por el agua, desapareciendo y apareciendo alternativamente.
Parecía que la nutria ejecutaba un baile en su honor. Unas veces nadaba en línea recta, otras veces describía una curva, se alejaba, regresaba, tras una inmersión se mostraba en un lugar inesperado.
La nutria, como observó Servando, se atenía un ritmo binario de subidas y bajadas, de avances y retrocesos, de movimientos ondulatorios y rectilíneos.
“Pero el pantano de la Ruzafa está a mucha distancia de tu casa” objetó Brioso. Servando, que había previsto este inconveniente, esbozó una sonrisa.
“No hay ningún problema” repuso, “igual que yo sigo el camino de tierra, ella sigue el camino de agua”. Ahora, al oír unas palabras tan crípticas, fuimos nosotros quienes sonreímos.
“¿Es una adivinanza?” preguntó Brioso. “Yo ando y ella nada”.
Según Servando, la nutria remontaba el riachuelo para descansar en su madriguera situada entre las raíces de la encina centenaria que resguardaba una parte de su casa.
Incluso nos describió el refugio del animal: una cámara cónica, alfombrada de hojas y hierbas secas.
«¿Y por qué ha cavado la nutria una galería desde su nido hasta tu cuarto de baño?» planteó Brioso. «Eso no lo sé» respondió escuetamente Servando. Tras una pausa precisó: «Todavía no lo sé».
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Pero ya lo sabremos en las siguientes entregas de tu relato.
Me ha gustado mucho la nutria, qué maja! Y tus descripciones campestres.
Este relato acaba aquí, con esas esperanzadas palabras de Servando. Cuenta con que acabará averiguando por qué la nutria construyó una galería hasta su casa.
Me he quedado con las ganas de saberlo, pero ya veo que no era lo importante.
Me lo imaginaré.
Estoy seguro de que tu imaginación redondeará este relato «interruptus».
Reblogueó esto en PACO ALOY.
Gracias por rebloguear. Saludos cordiales.
Pensé que nutrias hacen solamente nidos en ramas y resulta que madrigueras también.
Pues, que vocabulario tan riquisimo tienes.Eres una caja de palabras desconocidas para mi. Sin diccionario no puedo leerte. Tus discripciones son impresionantes. Un abrazo.
No entiendo de nutrias. He tomado los datos de libros. En uno se dice: «Las nutrias construyen su madriguera en la orilla de ríos y de lagos. Las entradas se encuentran bajo el agua».
En El Libro Rojo de los Vertebrados Amenazados de Andalucía, se expone:
«Nutria Paleártica. Lutra lutra (Linnaeus, 1758). Categoría de amenaza. Andalucía. “Vulnerable” a la extinción (VU). España. “Vulnerable” a la extinción (V). Mundo …… excepto en el periodo de actividad sexual (enero a julio), construyen nidos … y galerías subterráneas bastante simples, que excavan entre las raíces de los árboles».
Supongo que en Rusia y otras partes del mundo es diferente.
La segunda parte de tu comentario me ha levantado la moral, que no la tenía baja. Ahora se encuentra por las nubes. Un abrazo.
Madre mia !! También he sacado un montón de la información sobre nutrias…ya somo los dos grandes expertos . A quienes les interesa los detalles de las habilidades de nutrias que nos pregunten…jajajaj.
Esta nutria es una sobreviviente de los tiempos.
Excelente relato, Antonio.
Abrazobeso cariñoso y fraternal, carus amicus.
O tal vez una iniciadora que nos abrirá las puertas de un mundo nuevo. La nutria conoce los ríos, los vados. Ella puede conducirnos hasta las fuentes. Eso es lo que afirma un canto popular rumano.
Gracias, Ernesto. Un abrazo.