1
Formábamos un grupo abigarrado. Nuestros caracteres e intereses eran diferentes, incluso encontrados. Y nadie lo conocía, lo cual generaba inquietud.
Durante la travesía en barco se nos unió la señora Joaquina, gorda y siempre sofocada, que no hacía más que repetir: “¿Y nadie lo conoce?”.
En un principio éramos tres. Más tarde, contando por una a la señora Joaquina, sumábamos ocho miembros.
El núcleo primitivo lo componíamos el recomendado, el conductor y un servidor.
Todo estaba planeado cuando al recomendado se le ocurrió la genial idea de invitar a su prima y al novio. El conductor y yo, a pesar de que no nos hizo gracia, pusimos buena cara.
Explicó: “Se van a casar pronto y necesitan comprar algunas cosas. Como en el coche hay dos asientos libres…”. Su prima y el novio estaban presentes cuando él hizo la propuesta. Hubiese resultado violento responder: “Mejor no. Tu prima es tonta y el novio más todavía”.
Sonreímos y dijimos: “Claro, que vengan”.
Partimos el día previsto pero no a la hora convenida. La pareja no llegaba. El recomendado sugirió: “Habría que ir a casa de mi prima. Quizá cree que salimos más tarde” “Ella sabía que habíamos quedado aquí y ahora”.
El recomendado, haciendo caso omiso de la réplica del conductor, me preguntó: “¿Por qué no vas tú?” “¿Yo? Ve tú que eres quien los has invitado” “Me he torcido el tobillo y me duele. Mi prima vive cerca. Da una carrera” “¿Y por qué no vamos en coche?” “¿Y si ellos vienen por otro sitio? Ve tú. Nosotros esperamos”.
De mala gana bajé del vehículo, crucé la plaza y tomé el camino más corto que era una callejuela estrecha y curvada como un hocino. Escuché un apresurado taconeo y aparecieron Pepita y el novio.
“¿Vienes a buscarnos?” dijo la primera. “Su madre nos ha entretenido. Mira la bolsa de bocadillos que nos ha preparado” informó el segundo.
“¿Qué os ha pasado?” les preguntó el recomendado. “La madre de tu prima tiene la culpa” respondió el novio” “Tú ya conoces a mi madre. Nos ha hecho diez bocadillos. En cuanto a los consejos que nos ha dado, he perdido la cuenta”.
“Bocatas buenos” dijo el conductor. “Arranca, por favor” “¿Quieres uno?” “No puede comer” “Pero yo sí puedo” “Precisamente tú no, Ramón, que te mareas”.
2
Los primeros kilómetros fueron un continuo parloteo. Poco a poco la agitación fue remitiendo hasta que todos quedamos en silencio.
“Pepita, abre la ventanilla”. Ramón estaba sentado entre su novia y yo. “¿Estás mareado? Te lo estaba diciendo”.
Una ráfaga de viento se abatió sobre nosotros. “¿Se te pasa?”. Ramón se incorporó y apoyó la cabeza en el espaldar del asiento delantero.
“¿Tienes ganas de vomitar?” Ramón asintió. “¿Paro el coche?” “No, la bolsa nos va a servir”. Pepita arrojó los bocadillos en la bandeja y le dio la bolsa a su novio.
“Se lo estaba diciendo. Y tuvo que comerse además el de chorizo”.
Una nueva arcada vació por completo el estómago de Ramón que, con el rostro cubierto de sudor, se echó hacia atrás.
“Eres tremendo” afirmó Pepita mientras le enjugaba la frente con un pañuelo.
“¿Estás mejor?” “Sí” respondió el novio dejando caer la cabeza en el hombro de la novia.
El aire frío de la madrugada pegaba fuerte. Pepita y yo, con las manos alrededor del cuello, permanecíamos encogidos. Ramón, con la camisa desabotonada, descuajaringado.
“¿Cierro la ventanilla?” preguntó Pepita, que era la más castigada. Ramón no se opuso y ella subió el cristal dejando una discreta rendija.
Hasta cerca de Algeciras nadie habló menos el recomendado. De vez en cuando se ponía a hacer cábalas pero como nadie lo secundaba, acabó por callarse.
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Has conseguido que me maree.
A ver a dónde llevas a este grupo. Tus personajes no lo suelen pasar muy bien cuando viajan en coche.
Siempre hay alguno que se marea. Desde luego, yo me como un bocadillo de chorizo por la mañana temprano y me pasa lo mismo que a Ramón.
Bueno …¿ es una historia de un viaje real? …¿nada de onírico o de ciencia ficción? Es para orientarse en el espacio de tu texto. A Ramón le entiendo perfectamente , me mareo en coche y con el estomago vacío también. Que sea esa la peor pesadilla de las que vais a pasar. ¿Seguimos ? Un beso.
Este viaje nada tiene de onírico aunque los personajes salen antes del amanecer, como en «Viaje a Aracena». Esta historia está contada en clave realista y un punto esperpéntica quizá…
Yo también me mareo en coche, salvo si yo soy el conductor. Los mareos son una verdadera pesadilla. Seguimos. Un abrazo.
Reblogueó esto en Ramrock's Blogy comentado:
#relatos
Gracias por rebloguear. Saludos cordiales.
Muy interesante: empecé por el III y me he venido al I 🙂
Gracias, Julio, me alegro de que este relato costumbrista haya despertado tu interés. Un abrazo.
Igualmente 😉