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Aparcamos el coche en una calle que desembocaba en la gran explanada portuaria. Luego nos dirigimos presurosos al edificio de la compañía para sacar los billetes.
Ramón y Pepita montaban en barco por primera vez y estaban nerviosos, sobre todo el primero, a quien preocupaba la posibilidad de marearse otra vez.
El recomendado que, cuando hubo que ir a buscar a los tórtolos, alegó que no podía a causa de una torcedura de tobillo, iba en cabeza aunque, dicho sea en honor de la verdad, renqueando.
La cola ante la ventanilla todavía cerrada era tan larga que Pepita exclamó: “¡A que nos quedamos sin billetes!” “No creo” la tranquilicé, “el barco es grande” “Y yo que quería tomar una tónica” se lamentó Ramón. “Con uno que haga cola es suficiente” dijo el recomendado, “el resto puede ir a desayunar”.
Le tocó al conductor. Para no dejarlo solo decidí quedarme con él.
Al cabo de media hora descubrimos a nuestros compañeros en animada charla con dos señoras de mediana edad.
“¿Quiénes son?” pregunté. “¿No las conoces?”. Me salí de la fila para ver mejor la cara de las mujeres.
“¡Son las hermanas Ramírez! ¿Qué hacen aquí?” “Lo mismo que nosotros”. Ambas llevaban sendas bolsas en las manos.
Estábamos a pocos pasos de la ventanilla. El recomendado se acercó sigilosamente, como si tuviese que comunicarnos un secreto, y nos deslizó el importe de los billetes de las hermanas Ramírez al tiempo que nos susurraba: “En segunda”.
Una vez comprados los pasajes, nos reunimos con los otros que hablaban sin parar. “¿Qué pasa?” nos dijo una de las hermanas Ramírez a modo de saludo. Y la otra: “Ya estamos al tanto. Juan nos lo ha contado”.
Ambas mujeres iban regularmente a Ceuta para abastecer algunas secciones de su tienda. Los precios bajos unidos al exotismo de tener que desplazarse a África eran para ellas un acicate irresistible.
En un aparte el recomendado nos explicó que esas dos veteranas representaban la experiencia. Escuchándolo se podría creer que las hermanas Ramírez eran capaces de pasar por la aduana un camello de matute.
“Bueno” sugirió una de ellas, “ya es hora de que nos vayamos para arriba” “Sí” dijo la otra, “hay que estar de los primeros para coger un buen asiento”.
Así que subimos la escalinata y nos pusimos otra vez en cola.
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Me han gustado las Ramírez. El recomendado es un cotilla.
A ver por dónde nos lleva el barco.
El recomendado es cotilla y mangoneador. El barco los lleva a Ceuta, que en su tiempo fue un destino popular.
Me encanta el nombre de » El recomendado» y su carácter de eso, recomendado jajaja
El personaje se llama Juan, pero esa función lo representa cabalmente. De hecho, es un modo de encarar la vida (buscarse una recomendación para lo que sea). Celebro que te haya resultado divertido. Saludos cordiales.
Juan El recomendado… Me gusta…
A Ceuta…y a ver qué pasa. Abrazos.
Pas grand-chose que dicen nuestros vecinos del norte. Es un relato costumbrista. Buen fin de semana.
A Ceuta..¿.también de compras? Bueno, bueno…no me lo digas , se pierde el interes. Cuantas horas hay que tadar para llegar a Ceuta? Un abrazo.
No te gusta ir de compras? Hubo un tiempo en que era corriente ir a Ceuta para comprar relojes y radio cassettes, entre otras cosas, porque allí era más barato. Se tardaba en llegar cuatro o cinco horas desde Sevilla. Un abrazo.
A mi me encanta ir de compras..soy una compradora compulsiva. Los tiempos de rebajas me hacen feliz.😂😂😂
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#relatos
Gracias por rebloguear. Saludos cordiales.