Esta fue la segunda estación de un viacrucis jalonado, para mayor similitud e irreverencia, de una caída de tu tío que, entre el calor y los vapores del alcohol que empezaban a nublarle el entendimiento y la visión, tropezó con un adoquín suelto.
El traspié lo obligó a arrodillarse y colocar las manos en el suelo para evitar quedar tendido cuan gordo y largo era.
Su amigo se había detenido a mirar un escaparate donde exponían artículos deportivos. Quería comprar una raqueta de tenis para practicar este deporte y rebajar la grasa que había acumulado en la región abdominal desde que se casó.
Para eliminar lo que tu tío calificaba socarronamente de “curva de la felicidad”, que en su caso no estaba justificada puesto que permanecía anclado en el celibato y sin intención de abandonarlo.
Su amigo, que se había rezagado, no tuvo apenas la oportunidad de contemplarlo en tan comprometida postura. Tu tío se levantó con una agilidad impropia de su volumen. El otro se acercó presuroso y solícito, haciendo denodados esfuerzos por no soltar una carcajada.
Tu tío, con la cara contraída de dolor, se frotaba las rodillas a la par que musitaba una letanía de blasfemias y palabrotas. En pocos minutos hizo un recuento de los miembros de la Corte Celestial, sin olvidar a Dios Padre, y no para encomendarles su alma.
Su amigo se guardó de dar rienda suelta a su hilaridad. Ello le hubiese valido un anatema fulminante que se habría traducido en una ruptura total e irreversible de relaciones.
De cualquier forma, tu tío, desconfiado por naturaleza, sabiendo que él, en el pellejo del otro, se habría echado a reír, le lanzó una mirada asesina a fin de evitar tentaciones.
Contuso y alterado el uno por el accidente sufrido, colorado y lloroso el otro por la risa contenida, entraron en una bodega más espaciosa que las anteriores. Detrás del mostrador se apilaban los barriles hasta el techo.
Renqueante y de un humor de perros, tu tío se dirigió a un velador y se sentó. Su amigo se disponía a hacer lo mismo, pero fue parado en seco por un gesto imperioso y por un mandato.
“Pide dos copas de manzanilla y un plato de jamón”. Y luego se masajeó las rodillas.
A la cháchara sucedió un retraimiento hosco que los comentarios de su amigo no lograban conjurar. Pero el vino que había contribuido a desatarles la lengua, obró el milagro de que tu tío se sobrepusiese y, esbozando una sonrisita, hiciese un chiste sobre el percance.
Seguía teniendo hambre. El plan ideado por él incluía una visita rápida a este establecimiento para degustar el pata negra y enseguida otra más reposada a un mesón.
Y allá se dirigieron enzarzados en otro debate. El dolor persistía. Las magulladas palmas de las manos le escocían. Pero, más que las molestias físicas, era un malestar ilocalizable lo que perturbaba a tu tío, haciendo que la situación fuera diferente.
Se podía pensar también que habían abordado todos los temas posibles de conversación, desde el estado de salud de las respectivas familias a una eventual conflagración entre rusos y norteamericanos.
Hubo una serie de paréntesis silenciosos que fueron alargándose progresivamente. Por último cada uno se abstrajo en sus pensamientos.
En el mesón pidieron pavías de bacalao. Un café solo fue el colofón de ese fortuito encuentro cuyo desarrollo me he complacido en referirte.
De nuevo en la calle los dos amigos se despidieron con un apretón de manos, al que tu tío añadió unas palmadas en el hombro.
Pero aquí no termina esta historia. Recordarás que ese sábado tu tío regresó a casa bien tarde.
Genial!
Gracias, Kativa. Eres muy generosa. Que tengas un buen día.
Igualmente Antonio!! 🙂
El tío es un personaje tragicómico. La mirada asesina para contener la risa del otro define muy bien su carácter. Pintas muy bien a los personajes.
El tío es un personaje chirriante, un tipo, no sé si en decadencia, esperemos que sí, imbuido de su importancia pero carente de talla intelectual, moral y estética. Y eso, mal que le pese, lo hace cómico. Gracias, Paloma.
Lo entiendo perfectamente al tu personaje …ayer me pasó lo mismo ,me resbalé y me caí en un charco de lodo en la excursión alrededor de Torrevieja.Imaginate cuantas risas provocó mi caida, menos mal estabamos al lado de la laguna y pude lavarme un poco.Pero lo reconozco , la imagen fue muy cómica.
Si fueras el testigo del suceso lo imagino como lo describirías…jajajaj. La verdad es que sí …un buen capitulo. Un abrazo.
Las caídas, en la mayoría de los casos, provocan risa. Algunas son cómicas y otras no tienen ninguna gracia.
Lamento que te cayeras, y me alegro de que no te pasara nada y de que el agua estuviera cerca para lavarte.
En el caso del tío, con lo humana que es esa reacción, no hubo risas. Ese mostrenco tenía poca o ninguna correa y no iba a permitir que nadie se divirtiera a su costa. Que disfrutes de una semana sin accidentes.
El tío agranda su leyenda. Lo que está por venir será lo mejor. Seguro. Un abrazo.
El tío está comiendo mucho terreno. La protagonista es ella, no él. Y sí, sus aventuras no han acabado. Que tengas una buena semana.