Apoyándose en un codo e incorporándose en la cama, la mujer dijo: “Estoy esperando”.
Tu tío cogió por el brazo al bigotudo y lo animó: “Anda con ella” “¿Por qué yo?” “¿No eres tú quien ha cerrado el trato?” “¿Qué tiene que ver eso?” “Yo no voy a ser el primero” afirmó tu tío categóricamente. “Yo tampoco” se apresuró a anunciar el bandurrista.
“Me va a tocar a mí” masculló el bigotudo volviéndose hacia la prostituta que, con las manos debajo de la nuca, había optado por tomarse con calma este asunto.
Esbozando una sonrisa empezó a desabotonarse la camisa. Tu tío no le quitaba ojo. “Detrás de ti voy yo”.
Se acercó a la cama donde se sentó para quitarse los zapatos. Luego hizo lo propio con los pantalones que tiró en una silla.
“¿Qué pasa?” preguntó la mujer con voz que traslucía fastidio, “¿qué pasa ahora?”. El bigotudo, que estaba sobre ella, se dejó caer a un lado. “Yo qué sé” “Prueba otra vez”. La segunda tentativa resultó también vana.
“¿Quieres que…?”. La prostituta le susurró unas palabras al oído. El cliente movió lentamente la cabeza de derecha a izquierda mientras acariciaba las guías de sus mostachos. “He bebido demasiado”.
Tu tío y el bandurrista se sintieron estafados por la inhibición de su compañero, a quien tenían por la encarnación de la fogosidad. Ellos eran testigos de su penosa actuación. Este hecho les causaba más frustración que al desairado protagonista.
El bigotudo había encendido un cigarrillo y fumaba plácidamente aceptando sin traumas su gatillazo. En el rostro de tu tío se pintaba el desencanto completo.
Que la potencia erótica de su amigo, a cuya difusión y enaltecimiento había contribuido el jayán con el relato de sus hazañas, se redujese a un apéndice inane, lo contrarió grandemente.
Tu tío, que disfrutaba por anticipado con el pensamiento de imágenes impactantes, había asistido con progresiva incredulidad a lo que consideraba un fracaso absoluto. Tu tío, que se las prometía felices, se había visto privado de la demostración en vivo de las dotes proverbiales de su amigo.
Ni él ni el otro quisieron probar suerte. Lo que en ese momento era una anécdota a la que sabrían sacar su jugo, si ellos la pifiaban también, podía convertirse en un episodio lamentable.
No es por nada, pero algunos mucho «lililili» y poco «lalalala»
Es una forma de expresar el típico dicho de:
Me como una y me cuento veinte…
Jejeje
Pobre bigotudo.
Muy graciosa tu historia.
Un abrazo⚘
A los personajes de este episodio no les pareció gracioso el desenlace, sobre todo al tío y al bandurrista que se perdieron su sesión de voyerismo. Me alegro de que a ti te haya resultado divertido porque, en efecto, es un lance chusco. Un abrazo.
¡Qué chasco para el tío! Eres muy bueno recreando ambientes y creando personajes, cada uno con su compleja manera de ser pero perfectamente reconocibles.
Al tío lo dejan con la miel en los labios. La noche acabó mal. Por cierto, el libro toca a su fin el próximo lunes en que publicaré la última entrega. Luego las vacaciones.
Gracias, Paloma, por tus palabras que tanto aprecio.