VII
La palabra es desdén. Dondequiera que miro
su reflejo acerado, de espadas levantadas,
dispuestas para el tajo, ofusca, sobrecoge.
Sus ojos lo traslucen con una luz ambigua
de charca donde el agua estancada se pudre.
Sus labios se contraen y silban las palabras
que parten ponzoñosas hacia los cuatro vientos.
Un gesto de la mano, la postura del cuerpo
rematan la faena.
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