Feeds:
Entradas
Comentarios

Posts Tagged ‘Iglesia católica’

II

“Anteriormente había leído un libro en el que Simone Weil y su obra eran enjuiciadas desde el punto de vista de la ortodoxia. El tratamiento, aunque crítico, era respetuoso. Este estudio dejaba bien sentado que ella era una disidente (en otros tiempos habría sido calificada lisa y llanamente de hereje), pero el autor reconocía su honradez moral e intelectual, su sed de conocimiento, su valentía. Lo cual no quitaba que prefiriese detenerse en los “errores” de la pensadora francesa, a la que definía (al igual que a otros escritores diseccionados en el libro) como una cosmonauta, astronauta o argonauta (no lo recuerdo bien) sin cargamento.

“Fue bastantes años más tarde cuando cayeron en mis manos los ensayos de Weil, y particularmente el citado “Carta a un religioso”.

“A ella también le parecía un disparate la cuestión que yo le planteé al cura, y que ella expuso a un dominico. Es el punto 29 donde se lee: “Antes del cristianismo, un número indeterminado de hombres, en Israel y fuera de Israel, han ido quizá tan lejos como los santos cristianos en el amor y en el conocimiento de Dios. Igualmente, después de Cristo, para la parte de la humanidad situada fuera de la Iglesia Católica”.

“Las dudas e interrogantes que asaltan a cualquier persona con inquietudes espirituales, Weil los había elaborado, argumentado y apoyado documentalmente. Con toda seguridad, si no hubiese muerto tan joven, habría desarrollado por extenso todos esos puntos que en el librito de 95 páginas (en la edición de Gallimard) enumera y presenta con mayor o menor brevedad, que a veces simplemente bosqueja.

“Ya he consignado uno de sus pensamientos que deja claro el talante de la autora, su vocación de universalidad. He aquí otros que son de una evidencia abrumadora.

Punto 30: Es muy probable que el destino eterno de dos niños muertos unos días después de su nacimiento, uno bautizado y otro no, sea idéntico”. Había oído que al primer niño le esperaba el cielo y al segundo el purgatorio. Esta discriminación me parecía aberrante aun admitiendo que la estancia del segundo era sólo temporal.

“En el punto 12 afirma: “Todos los que poseen en estado puro el amor al prójimo y la aceptación del orden del mundo, incluida la desgracia, aunque vivan y mueran en apariencia ateos, seguramente están salvados”.

“¿No son esas (la caridad, la compasión y la aceptación de la realidad) las únicas condiciones para alcanzar la vida eterna?

“Pero mi cura y, en general, el estamento religioso de entonces adolecían de una lamentable cortedad de miras que les impedía dar una respuesta afirmativa. Incluso actualmente algunos especímenes que viven anclados en los planteamientos anteriores al Vaticano II, se empeñan en decir no, en rechazar todo lo que la ortodoxia estricta no admita, aunque ello repela a la razón y al corazón. Para ellos sólo hay una vía salvífica y todas las demás son de perdición. Esta intransigencia es un directo a la universalidad de la propia Iglesia que, en lugar de acoger e integrar, levanta barreras.

“Si es cierto, como consigna Weil en el punto 79, que es Dios quien busca al hombre, eso quiere decir que todos los seres humanos reciben esa llamada. Otra cosa es que la perciban, la acepten o la rechacen. Es pretenciosa, y en esa actitud ve un signo de decadencia la escritora francesa, la idea de que es el hombre quien busca a Dios.

“Dios busca al hombre siempre. Lo ha buscado antes y después del cristianismo, en los cinco continentes, sin distinción de raza ni estatus social.

“Cualquier hombre o mujer que no haya permanecido indiferente a la interpelación divina, se ha puesto en camino de la salvación.

“Si Dios es fundamentalmente bueno, y de este presupuesto parte la carta de Simone Weil, si esa es la verdad esencial, pensar que vaya a repudiar o a condenar a alguien que ha actuado caritativamente constituye un sinsentido”.

 

Nota.-Los textos de Simone Weil han sido traducidos al español por el autor de este artículo.

 

 

Licencia de Creative Commons
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

Read Full Post »

16 de abril de 2013 046104.-En la película de Buñuel aparecen dos apriscos, dos lugares “conclusus” con un “numerus clausus” de personas. También son susceptibles de ser interpretados como simples callejones sin salida.

El primero de ellos ocupa la mayor parte de la película, se extiende espacialmente a través de ella. El espectador puede disfrutar largo y tendido del comportamiento de los personajes estabulados, que en semejante situación no tardan mucho tiempo en manifestarse tal como son.

Este primer aprisco lo constituye la burguesía y sus miserias. El segundo, que cierra la historia y se erige en golpe de gracia al ingenuo espectador, que se creía liberado de la claustrofobia, lo es la Iglesia católica y sus rituales.

Uno y otro son dos círculos infernales en los que quedan no misteriosamente sino justicieramente atrapados sus miembros.

Y cuando logran escapar de esos rediles, como expone Buñuel en “El discreto encanto de la burguesía”, las desnortadas ovejas vagan errantes por una carretera. Ni burgueses ni creyentes saben adónde van.

En ninguna de las dos películas se ofrece una alternativa, bien por desconocimiento, bien por inexistencia. O a lo mejor ese dato oculto es el auténtico enigma que hace tan sugerentes esas propuestas cinematográficas.

El espectador, en cuyas manos queda su desciframiento, puede pensar perfectamente que la solución a esos sinsentidos encarnados en los dos estamentos analizados no es otra que las nomenclaturas. Aunque verdad es que estas nada tienen que envidiar a esos apriscos denunciados satíricamente por el vecino de Calanda.

 

 

Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

Read Full Post »

19.-Las actitudes totalizadoras actuales cifran el misterio humano en un solo punto, el sexo, y convierten el mundo en una apoteosis de penes y vaginas, “ad maiorem Freud gloria”.
¿Quién niega la importancia del sexo? ¿O la de la economía, aunque sea igualmente falseador explicar los mecanismos sociales y los cambios políticos sola y exclusivamente en términos económicos?
Esos reduccionismos son los regalos envenenados que nos ofrecen los hombres del norte.
Esos lechos de Procusto en los que hay que morir descuartizados para ajustarse a una teoría, esos cercenamientos de la realidad que Camus y otros rechazan en nombre de la integridad y de la libertad, son ajenos a los hombres del sur, a los que el simple goce de la vida impediría perder su tiempo en esos constructos.
Camus, cuando se instaló en la metrópoli, venía vacunado de su Argelia natal, la tierra que lo marcó y a la que nunca renunció, la que hizo de él un escritor solidario con propuestas a la medida del hombre.

18.-Los personajes de “La náusea” me parecieron, más que absurdos, ridículos. Fue un libro que no pude acabar de leer. Los personajes de Camus resultan cercanos aunque su comportamiento sea chocante o incomprensible, como en el caso de Mersault o en el de Clamence que, tras escuchar una risa demoníaca en el momento de encender un cigarrillo, se tiene que enfrentar al sinsentido de su vida. Tras esa experiencia (una chica que se suicida arrojándose al Sena desde uno de sus puentes), que es un punto de inflexión y de no retorno, Clamence no volverá a ser el mismo.

17.-La primera inquisición nació en el seno de la Iglesia católica. Ha habido otras muchas después. Con diferentes discursos y ropajes pero animada por idéntico espíritu de intransigencia y fanatismo, esa institución sigue escarmentando herejes.

 

 

Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported

Read Full Post »