“Tuvo a bien concederme que yo era una auténtica buscadora, aunque anduviese errada. La religión, según él, es la respuesta exhaustiva a la necesidad racional de significado que define al ser humano. E insistió: racional, no racionalista” “Se nota que ha estudiado teología”.
“Con ese sonsonete que le es propio cuando se pone mordaz, añadió que el hombre y, por supuesto, la mujer no son una pasión inútil, un accidente fortuito o una anécdota tragicómica como más o menos propone la posmodernidad y sus ramificaciones ideológicas, filosóficas o políticas”.
“En los tiempos actuales la realidad está bajo sospecha. Haciendo un retruécano se podría afirmar que la realidad no es real. Y desde luego, sea como sea, no es merecedora que nadie se fíe de ella. Ésta es una de la claves para entender la irresistible atracción que ejercen sobre las mentes occidentales, tan afectadas por la gangrena del recelo, las propuestas espirituales del Lejano Oriente, tan respetables como las nuestras, admitió”.
“Pero nuestro amigo Luciano señaló y subrayó una diferencia radical entre ambas tradiciones. Consiste ésta en su posicionamiento ante la realidad, de la que Oriente no tiene, al igual que la posmodernidad, un concepto favorable, por lo que recomienda liberarse de ella. El método para alcanzar esta meta se sintetiza en la supresión total del deseo, que es la madre de todas las calamidades. Pero el deseo, según nuestro teólogo, es lo más específicamente humano, el motor de nuestros actos. El deseo no es algo negativo en sí, un enemigo al que hay que aniquilar. El cristianismo es, por el contrario, la intolerable pretensión de dar cumplimiento total a ese deseo constitutivo”.
“¿Se refería a la exigencia de verdad, belleza y bondad que alberga el alma humana, y a cuya realización aspira?” pregunté. “Él fue más lejos y aludió también al triunfo sobre la muerte y el mal” “Suena fuerte” “Yo le repliqué que eso no eran más que palabras. Fue entonces cuando, lanzándome una mirada en absoluto caritativa, soltó lo que ya sabes. A renglón seguido quiso quitar hierro a ese ultraje y aseguró que lo había dicho con todo cariño. Habrase visto”.
“¿Y así acabó el diálogo interreligioso?” “Antes de irse me prometió que rezaría por mí” “¡Qué detalle! No le guardes rencor. Quien te conoce sabe que no tienes un corazón pequeño” declaro y bebo el último sorbo de vino. Emma aparta los ojos de las patas rusas y de los cangrejos, los fija en la copa vacía y me pregunta: “¿Te apetece otro Barbadillo?”.

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