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Posts Tagged ‘posmodernidad’

¡Ah, ese frescor en la cara de no cumplir un deber!
Faltar es, positivamente, estar en el campo.
(…)
Respiro mejor ahora que ha pasado la hora de las citas.
Falté a todas con deliberación (…),
esperando esa gana de ir que ya sabía que no vendría.
Soy libre frente a la sociedad organizada y vestida.
Estoy desnudo y me zambullo en el agua de mi imaginación.
Es tarde para estar en cualquiera de los dos puntos donde debía estar a la misma hora,
deliberadamente a la misma hora…
Pues bien, aquí me quedaré soñando versos y sonriendo en cursiva.
(…)
No consigo siquiera encender el cigarrillo siguiente…Si es un gesto, que se quede con los otros que me esperan en este desencuentro que es la vida.

———————————————-

Es problemático calificar este poema de Pessoa como una muestra de la alegría de vivir. Ese frescor a que alude el primer verso rebaja simplemente la presión existencial. Es un alivio porque el poeta ha burlado un deber. En ese momento no está donde debería estar, que es cumpliendo una tarea oficinesca.
No obstante, toda la composición está recorrida por una corriente de felicidad, advirtiéndose un regocijo que tiene algo de infantil, o sea, de auténtico. El poeta hace novillos. Como él dice: “Faltar es, positivamente, estar en el campo”.
El hecho de no asumir sus compromisos burocráticos, de hacer trampas, de escaquearse, propicia ese sentimiento de libertad que reconcilia al autor con la vida, de la que no tiene muy buen concepto como queda de relieve en el último verso.
Deliberadamente concertó dos citas a la misma hora para escudarse en la tautología de no poder ir a ésta porque tiene que ir a aquella, y de no poder ir a la segunda porque tiene que ir a la primera. Como él no tiene el don de la ubicuidad, coge por la calle de en medio y decide tomarse la tarde libre. Decide darse el gustazo de no hacer nada. De hecho, no atina siquiera a encender el siguiente cigarrillo, gesto frustrado, como tantos otros, con el que pretendía redondear su dicha.
Resulta comprensible que sustraerse a citas, reuniones y papeleo sea motivo suficiente para festejar el hecho de estar vivo. Eludir las obligaciones, que tanta energía roban, es recuperar la libertad. ¿Qué preso no experimenta una oleada de gozo cuando traspone el umbral de la cárcel? La sangre corre más de prisa por las venas, la atmósfera se hace más transparente.
Para el poeta es una ocasión de abandonarse a los sutiles placeres de la imaginación. A fin de cuentas el mundo soñado ofrece más compensaciones que el de todos los días, tan romo, a menudo tan arduo.
Es una ocasión de quitarnos las vestimentas que nos disfrazan e inmovilizan, de desnudarnos y mirarnos tal cual somos en el espejo de la mente. De zambullirnos en el agua de la imaginación, dice Pessoa.
¿Qué otras satisfacciones ofrece la vida, que el poeta define como un desencuentro?
Pessoa, precursor de la posmodernidad, no se hace ilusiones al respecto. Fumar un cigarrillo, dar un paseo en un coche prestado, ver pasar a la gente desde su ventana…y soñar hasta el cansancio.

 

 

 

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20.-Nadie tiene comprada la vida, pero el mañana llega. Lo sabemos por experiencia. Partiendo de este presupuesto le dio el consejo de ser previsor. Le recordó desenfadadamente viejas historias de vacas gordas y vacas flacas.
Pero esas consideraciones fueron catalogadas de monsergas. Desde luego, iban a contracorriente del pensamiento dominante que se puede resumir en tres palabras: vivir a tope.
Arramblar con todo lo que uno pueda aquí y ahora. Detrás no hay nada. Delante tampoco. ¿Por qué apurarse?
La rueda de la fortuna no para de dar vueltas. Unas veces se está arriba y otras abajo. Como esto es así y no puede ser de otra manera, la sugerencia de ser prudente provocó la emergencia de un muro doctrinario que cerraba el paso al diálogo.
Vivir el momento presente se ha convertido en una trampa para incautos y botarates, que no quieren ni oír hablar de distanciamiento para beneficiarse de un poco de perspectiva.
El momento presente, se quiera o no se quiera, de una u otra forma, disfrutándolo o sufriéndolo, lo vive todo el mundo. Pero esa perogrullada es la piedra angular de la posmodernidad.
Ese pleonasmo, hijo de la ignorancia y de la compulsión, ha sido elevado a los altares y se le inciensa como se ha hecho siempre con los ídolos de toda laya.
Ese atolondramiento que no admite razones, que se alza en armas en cuanto se cree amenazado, que no ve más allá de sus narices, es uno de los signos de nuestro tiempo.
Ese hedonismo intransigente es un cartepillar que aplasta lo que se interpone en su camino.
De esa manera lo único que se consigue es cegar la profundidad, la riqueza y la trascendencia del ahora.
Pero esta filosofía banal, sin horizonte, de miras tan estrechas y limitadas, arrasa. Es el nuevo caballo de Atila.

 

 

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