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108.-Ataraxia quiere decir “ausencia de turbación”, es decir, tranquilidad de ánimo. Es seguramente lo máximo a que puede aspirar el común de los mortales, aquellos que no están dotados de una voluntad y unas cualidades que les permitan acceder a estadios propiamente espirituales.

Ni que decir tiene que esa imperturbabilidad recomendada por epicúreos, estoicos o budistas no está tampoco al alcance de cualquiera, pero se trata al menos de un objetivo cuya consecución no se ve, de entrada, como un imposible. Aunque los logros sólo sean parciales, es una oferta vital válida, sensata, así que merece la pena intentarlo, comprometerse.

Aquel cuyo ideal es la ataraxia desea vivir tranquilo, centrado en sí mismo, ajeno a los embelecos que enajenan al hombre y lo convierten en un pelele de sus ambiciones y sus placeres.

Lo de vivir tranquilo es una conclusión a la que no sólo llegó Epicuro. Generación tras generación numerosos seres humanos, por su propia cuenta, dejando a un lado las propuestas religiosas, han comprobado que es la única opción generadora de paz. Y más no se puede pedir.

Si el ánimo se aquieta, cuanto más mejor, si no nos acosan los deseos y las expectativas, si mantenemos la distancia, si conservamos la calma, estamos en el buen camino. No por supuesto en el de la inhibición o la indiferencia sino en el de una lúcida apreciación de los hechos.

El sosiego es una consecuencia de ese modo vivencial. Si una persona es presa de la inquietud, no digamos de las preocupaciones, por más que se aplique a buscar la felicidad, nunca la encontrará o sólo disfrutará de breves episodios, que luego añorará y que intentará vanamente reproducir obviando que su vida es un campo sembrado de minas, de forma que raro es avanzar y no pisar una.

Cuando suena la música de Salinas, “el aire se serena y viste de hermosura y luz no usada”, consigna fray Luis de León en la Oda III. En el caso de los seres humanos, para conseguir ese mismo efecto, tienen que desmarcarse de los espejismos y las apetencias, ceñirse a los placeres naturales y necesarios según Epicuro, llevar una vida retirada que no significa emboscarse o irse a vivir al desierto, vida retirada que también cantó fray Luis de León en otra famosa oda.

De este poema, que es un compendio de precisas indicaciones para alcanzar la ataraxia, entresacamos esta lira:

Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.

 

 

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