Tal vez recordaré este día soleado,
este cielo sin nubes de un azul desvaído.
Tal vez recordaré esas malvas frondosas
que medran a la sombra de un muro derruido,
tal vez los jaramagos de flores amarillas
que cabecean gráciles cuando sopla la brisa.
No creo que mi mente retenga otros detalles.
¿Qué hay de más importante que el vuelo de las aves
en las mañanas claras, o una mano rugosa
aferrada a un bastón? Probablemente nada.
Por eso, cuando muera, tal vez recordaré
estos nimios detalles: una lombriz reptando,
un reguero de flores minúsculas y blancas
al lado del camino, las hojas otoñales
cayendo de los árboles o el rumor apacible
de las tardes de lluvia.
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Un poema que no deja indiferente y hace pensar. Lo leo y releo y me sigue produciendo una infinita tristeza aunque la naturaleza descrita sea tan bella.
Es un poema cuyo trasfondo es nuestra condición mortal.
Muy bello tu poema, Antonio, que enaltece lo pequeño y nos hace conscientes de que las pequeñas cosas, aquellas que nos rodean y que a menudo pasan desapercibidas, son las únicas que acaso puedan traernos algo de felicidad.
A lo mejor las cosas pequeñas son realmente las grandes. Y éstas, en la mayoría de los casos, no son más que una engañifa.
Precioso, Antonio
Celebro que te haya gustado este balance vital en forma de poema.