10.-“La vida nos desborda, pero el creyente acepta que tiene sentido. La fe consiste en reconocer que, a pesar de nuestra incapacidad para captarlo plenamente, ese sentido existe. Más aún, es la razón primera y última del Universo”.
Mi interlocutor, un respetuoso ateo, sonríe. Se abstiene de hacer comentarios.
Su sonrisa equivale a decir: “Me gustaría creer, pero me resulta absurdo, imposible. Por eso lo rechazo”.
Añado: “Creer no es una cuestión de impotencia cognitiva sino de aceptación o rebelión”.
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported
Las dos posturas son aceptables, la del creyente como la del ateo, no hay que reírse de ninguna de las dos, ni descartar ninguna de las dos posibilidades, porque quizás en un mismo individuo pueda darse ambas opciones, alternativamente. Quizás el verdadero significado está en el añadido, magnífico Antonio, ahí llevas toda la razón.
La cuestión no es ser o no ser, sino creer o no creer. La primera es una consecuencia de la segunda.
La cuestión es aceptar que hay sentido, por más que seamos incapaces de aprehenderlo, o que no lo hay.
Por supuesto, en una misma persona pueden darse estas dos actitudes a lo largo de su vida. Pero finalmente debe inclinarse por una o por otra.
No hago juicios de valor sobre el ateo o el creyente, a los que aplico la máxima: «Por sus frutos los conoceréis». Sólo mantengo que la cuestión fundamental (incluida la del suicidio que para Albert Camus era «el único problema filosófico verdaderamente serio») es la del Sentido.