I
Manolita era consciente de que no sabía venderse ni dramatizar. Como les ocurre a las tartanas, la adelantaban sin dificultad por todos lados dejándola tan atrás que ella misma se veía empequeñecida y lejana.
Por más que se había empeñado en superar esa desventaja, nunca lo había conseguido. A la vista de los patéticos resultados, se había rendido a la evidencia de que se trataba de un fallo constitucional, sin solución.
Tras sus infructuosos y deprimentes intentos de cambiar, de ser otra mujer más dinámica y arrolladora, había aceptado la que de verdad era jurándose que no volvería a las andadas. Se había comprometido a lo que sin duda es uno de los objetivos más difíciles de alcanzar en la vida: respetarse.
Lo anterior conllevaba que no debían importarle los adelantamientos, algunos de los cuales parecían atropellos.
Ella no estaba dotada para las filigranas verbales ni para la teatralización. Gesticular era impropio de su temperamento y la cansaba. Cuando hablaba mucho y seguido, le dolía la garganta por el sobreesfuerzo.
Ella no era ni por asomo como su prima Leocadia: una apisonadora humana. Si a Manolita se le ocurría abrir la boca para contar un tropiezo o desventura, en la primera pausa que hacía para tomar aliento, su prima le arrebataba la palabra y dictaminaba que eso era imaginaciones suyas a las que haría bien en no dar importancia.
Y con su supuesto gracejo añadía que no se mirase tanto el ombligo. Esto le decía ella que no sólo se miraba el suyo constantemente, sino que además lo tenía de un tamaño monstruoso.
Como con la mayoría de la gente, con Leocadia no se podía hablar, sólo se podía escuchar. Pero las cosas habían cambiado mucho. Ya no era como antes que, cada vez que le contaba una historia, la ponía al borde del colapso.
Lo que le sucedía a Leocadia era el no va más. Al menos eso era lo que pensaba Manolita al contemplar su propia vida y, quiera que no, comparar. La de su prima oscilaba entre las novelas de capa y espada y las tragedias griegas. La suya parecía la primera tentativa de un escritor de escaso talento.
Alcanzar las cotas de dramatismo y enfatización de su pariente era para Manolita una hazaña equivalente a escalar el Everest. Es decir, una imposibilidad total y absoluta. Ciertamente esa proeza la pasmaba. Incluso podía sufrir una indisposición, marearse ante ese despliegue de recursos escénicos y caerse redonda.
Y después estaban el ahogo y la preocupación que las historias de su prima le causaban. Tras escucharlas con el corazón encogido, se quedaba pensando que de ésa no saldría, que las fuerzas, la salud o los medios económicos para remontar esa empinada cuesta le fallarían.
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Hola, te nominé para este premio, te dejo el enlace http://tinteroypincel.wordpress.com/2014/04/30/premio-dardos. Felicidades.
Muchas gracias por acordarte de El Bosque Silencioso y seleccionarlo para este premio. Es un honor para mí. Es un placer visitar tu blog y leer tus textos, algunos tan divertidos como el que has dedicado a Eolo y Word. Feliz velada.
Gracias y lo mismo, me gusta lo que te leo. Felicidades.
Qué relato tan humano, conmovedor. Siempre es un delicia leerte en tu prosa y en tu poesía. Esta nueva serie será tan brillante como las otras que nos has regalado, Antonio. Vaya un gran y fuerte abrazo transatlántico, amigo.
Gracias, Ernesto, por tus siempre reconfortantes palabras. En realidad es un cuento un poco largo que he dividido en dos partes. A continuación publico la segunda. Un cuento o un apunte literario en torno a un personaje que ya ha protagonizado otro relato: “Una mala noche” (https://elbosquesilencioso.com/2014/03/05/una-mala-noche-i/). Manolita ha reclamado otra vez mi atención y he vuelto a ocuparme de ella para profundizar en la peculiaridad de su carácter y de su comportamiento. Un abrazo.
Nada que agradecer, amigo, la calidad de tu trabajo habla por sí sola. Vaya otro gran abrazo para ti, Antonio.
Hola, por ser seguidor de mi blog, estás nominado al Premio Dardos: http://wp.me/P39gzz-14i Enhorabuena!!!
Un abrazo.
Muchas gracias, Librosagogo, por haber nominado a El Bosque Silencioso al premio Dardos. Soy, en efecto, un seguidor de tu blog en el que ofreces una interesante selección literaria, un blog que es una invitación a leer o a releer, a disfrutar en suma de la letra impresa. Un abrazo.
Me gusta mucho tu blog, leo todos tus posts, aunque no comente 🙂
Un abrazo.
Qué bonita es Manolita. Un abrazo Antonio.
Estoy de acuerdo contigo. Manolita es un encanto.