Pasa su tiempo dando órdenes contradictorias. “La pérgola la quiero aquí”. Y al día siguiente dice: “Aquí no. Más allá”. Y si el marido protesta alegando que una pérgola no se monta y desmonta tan fácilmente, ella argumenta: “¿Es que no se puede cambiar de opinión?”. La hermana del marido dice a propósito de éste: “Es un bendito”. Y añade: “No sé cómo aguanta”.
«Los arbitrarios y frecuentes cambios de opinión son la norma» explica Emma que aprecia poco a su cuñada, a quien considera caprichosa y dominante. “Y siempre ha sido así. Antes con más disimulo y una vez que han caído las máscaras abierta y claramente”.
“Se pasa el día acostada” prosigue. “¿Está mala?” “Por favor. Goza de más buena salud que tú y yo juntos. Porque es una vaga. Antes trabajaba en una oficina, pero desde que se jubiló, no da un palo al agua. No hace ni ganas de comer, lo cual no quiere decir que no coma.
“Por la mañana, no desayuna hasta que uno de sus hijos le lleva el pan recién hecho. Entonces se pone la bata enguatada y se prepara el desayuno que incluye necesariamente mermelada de arándanos, porque si no, según ella, no es un desayuno. Lo toma, se asoma a la puerta del jardín y le dice a mi hermano: La pérgola un poco más allá. Va al cuarto de baño, se cepilla los dientes, hace sus necesidades, se acicala y, con un libro o una revista en la mano se dirige al sofá donde se tiende, tapándose hasta la cintura con la manta de patchwork que ella mismo hizo en un arrebato de laboriosidad, ya superado y olvidado. Y allí espera a que le lleven noticias su marido o sus hijos, a los que indicará puntualmente qué tienen o qué no tienen que hacer”.
“Se ve que no la estimas demasiado” “¿Estás de coña? ¿Quién puede no digo estimar sino sobrellevar a semejante déspota?” “Al parecer su marido y sus hijos” “Ya te he dicho que mi hermano es un santo varón. No quiero calificarlo de otra manera” “Eres muy considerada. A él se ve que le tienes afecto”.
“Otra de sus especialidades” prosigue y yo sobreentiendo que está hablando de nuevo de su cuñada, “es el tiempo atmosférico. En esa casa es ella quien decide cuándo hace frío o calor actuándose en consecuencia. ¡La de catarros que lleva pasados mi hermano a cuenta de esos decretos climatológicos!” “¿Qué quieres que te diga?” “Que los tiene bien merecidos”.
“Un día explotó” “¿Quién o qué?” “Mi hermano naturalmente” “No le faltan motivos” “Le sobran”.
“Pues me llamó por teléfono” “¿Te llamó tu hermano para contarte que había peleado con su mujer?” “Hoy estás espeso. Me llamó mi cuñada para contarme que su marido se había enfadado con ella. Le resultaba inaudito. No lo comprendía. Parecía sinceramente asombrada” “Y aprovechaste la ocasión” “Me la estaba sirviendo en bandeja de plata”. “¿Y bien?” “La dejé que se explayara. Si perpleja estaba ella, más lo estaba yo escuchando sus razones. Cuando acabó, repliqué lo más fríamente que pude: ¿De verdad te extraña que ese émulo de Job se haya puesto del revés?”
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Preciosa figura del ángel. La contradicción en uno mismo es más frecuente quizás de lo que pensamos, distinto es la contradicción con dotes de mando, hasta en cualquier escena infantil queda reflejado, un niño y niña en la calle con sus papas viendo la Semana Santa, el niño con su tambor para tocar, ahí va su hermana o amiga y le dice: » ¡Trae el tambor que tú no sabes tocarlo, se hace así!».
Simplemente es la moda: » Los arbitrarios y frecuentes cambios de opinión son la norma”, magnífica observación Antonio.
Magistral: » Y siempre ha sido así. Antes con más disimulo y, una vez que han caído las máscaras, abierta y claramente”.», la contemplación de las máscaras es muy importante, ¿será que casi toda la gente lleva máscaras o no la necesitan porque sus propias caras son esas máscaras?, me recuerda la importancia que le daba el escritor D. Francisco Ayala a la » Pose».
Decía Herman Melville: » Todos los objetos visibles, hombre, son solamente máscaras de cartón piedra. Pero en cada acontecimiento (en el acto vivo, en lo que se hace sin dudar) alguna cosa desconocida, pero que sigue razonando, hace salir las formas de sus rasgos por detrás de la máscara que no razona»
A veces esos comportamientos responden a estructuras de carácter o a temperamentos con una marcada inclinación tiránica. Ni siquiera se trata de autoritarismo, que sería ejercer una autoridad exagerada.
En este caso se traspasan los límites razonables, se les desprecia. Se trata de un despotismo contra el que sólo cabe rebelarse (como hace el hermano de Emma ocasionalmente) o someterse sin chistar.
En general, tarde o temprano, acabamos mostrando nuestro rostro verdadero o el que mejor refleja nuestra alma. El rostro humano es cambiante, polifacético, pero siempre hay una cara que acaba prevaleciendo.
Melville tiene razón. Los acontecimientos nos ponen a prueba, o sea, nos descubren. Uno puede disimular, transigir, negociar, adaptarse, pero llega un momento en que afloran los rasgos personales por detrás de la máscara. La cara por detrás de la careta.
Tal vez cierto enmascaramiento a nivel social sea necesario, pero a nivel individual las imposturas, las poses, se cobran un precio alto.
Al final sucedió lo normal, que el abuso hiciese que el cántaro se rompiera.
Saludos.
Ya se sabe: cuando uno aprieta demasiado las clavijas, acaban saltando. Menos la estupidez humana, todo tiene un límite. Cordialmente.
Hay gente que es así, yo tenía una amiga que actúa de esa manera con su marido y con sus hijas,y pretende hacerlo también con sus amigos y conocidos. Yo como amigo la aguanté bastante hasta que decidí liberarme de ella y no hablarle mas. No sé cómo pude aguantarla tanto porque es un ser bastante despreciable, pero ya pasó. Suele ser gente que tienen algo que te envuelve o engancha, también les llaman vampiros emocionales, te chupan la energía y te dejan frito. Muy bien escrito, Antonio. Saludos
En las mujeres (no en todas, claro), hay una tendencia a dominar, a imponer su criterio (en este momento recuerdo, por cierto, un caso masculino de esas características que ambos conocimos).
Esa actitud es sumamente enervante y puede abocar a una rebelión, como ocurre en este cuento. Son personas que traspasan los límites y ni siquiera son conscientes de ello. Y si lo son, les importa un comino.
Todos hemos tenido malas experiencias con el prójimo. Unas veces se encuentra una solución. Otras veces la solución es distanciarse. Un abrazo.