Eché el freno de mano, abroché los botones con un ancla de mi chaquetón y abrí la puerta presionando con el codo. De prisa y corriendo, como en una de esas secuencias aceleradas del cine mudo, salí del coche, descorrí el cerrojo de la cancela y tiré de ella. Luego, empujándola, abrí la segunda cancela, que era un armazón de tablas sujeto con un pestillo.
Por fortuna no soplaba viento. Así que no había peligro de que se cerrasen solas. Cuando regresé al vehículo, tenía las perneras empapadas.
Me alisé el pelo con las manos y fui a sacar el pañuelo del bolsillo del pantalón para secarme la cara. Pero un potente haz de luz me encandiló.
Arrugando los ojos, vi avanzar a todo gas un coche, probablemente un todoterreno. Los faros altos despedían ráfagas intensas. El conductor traía puesta la larga. A pesar de que yo tenía encendidas las luces y debía haber advertido mi presencia, no redujo la velocidad.
Tuve un ataque de pánico. Yo estaba en mitad del camino y ese insensato conducía como si no hubiese nadie. La embestida iba a ser frontal.
Quité el freno de mano, metí la marcha atrás y aceleré.
Las ruedas rebotaron en la cuneta. Como consecuencia del salto perdí durante unos segundo el control del volante.
De pronto me vi patinando en la pendiente que acababa en el barranco. El agua y la tierra habían formado una resbaladiza capa de lodo. Los hierbajos no contaban para nada.
Di varios volantazos que no evitaron el derrape. El Mercedes, trazando un garabato sobre el barro, se precipitó en el vacío.
Y fui tragado por la negrura de la noche. “Llamadme Jonás” pensé.
Las tinieblas me engulleron. Me hundí en ellas pesadamente, llevado por la inercia de la caída. Una certeza me asistía: tarde o temprano tocaría fondo. Tarde o temprano el coche se estrellaría.
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¡Fascinante, que bonito!: » Y fui tragado por la negrura de la noche. “Llamadme Jonás” pensé.Las tinieblas me engulleron. Me hundí en ellas pesadamente, llevado por la inercia de la caída. Una certeza me asistía: tarde o temprano tocaría fondo. Tarde o temprano el coche se estrellaría.»…muy romántico al estilo Mary Shelley.
Mary Shelley: » Es justicia, no caridad lo que está deseando el mundo.» Vagué por la isla como un fantasma, alejado de todo lo que amaba, y entristecido por esta separación.». » ¡Qué otra cosa sino un mar es la marea de pasión cuyas fuentes se hallan en nuestra propia naturaleza!.»
Mi mayor placer es el disfrute de un cielo sereno en medio de estos bosques verdes: me encantan todos los cambios de la Naturaleza, la lluvia, tormenta, y las hermosas nubes del cielo.». » Cuando la mentira se parece tanto a la verdad, ¿Quién puede creer en la felicidad? Me parece estar andando por el borde de un precipicio, hacia el cual se dirigen miles de seres que intentan arrojarme al vacío».
En tu final hay una sonoridad de Charlotte Bronte al mismo tiempo.
Romántico y trágico. El personaje, para evitar un choque frontal con otro coche, se despeña por un barranco.
Sabe (lo está viviendo) que se está hundiendo en las tinieblas. Sabe, aunque el momento de la caída puede parecer inacabable, que se estrellará. O dicho con otras palabras, que tocará fondo.
Desde el punto de vista social, Mary Shelley tiene toda la razón: la justicia es lo más importante. Cuando no se la respeta, cuando es objeto de burla, sobrevienen todas las desgracias e incluso la decadencia, uno de cuyos signos más evidentes es la confusión interesada de la verdad y la mentira.
También mi personaje, como el de Charlotte Bronte, se acercó demasiado al precipicio y fue arrojado en él. Un abrazo.
Dejaré un contrapunto…con esta música, los reflejos contrarios pueden iluminar maravillosamente a veces.
Excelente inflexión en la historia. Este giro dramático y tenso, que nunca anticipaste, pero que tiene toda la lógica narrativa, es brillante y destapa diversas opciones para lo siguiente.
La forma en que has descrito el incidente tiene la suficiente dosis de suspenso y tragedia. Lo genial en ti es cómo logras relatar algo tan climático con la elegancia que siempre realza tu escritura.
Maestro, hay mucho por aprenderte.
Te dejo un grande abrazobeso con mucho cariño para mi amigo y con toda admiración para el artista.
¿Cómo escapar de los callejones sin salida en los que quedamos atrapados? ¿De los laberintos en que nos extraviamos? A veces sólo lo inesperado, lo trágico, vienen en nuestra ayuda, pueden dar un vuelco a la situación (en este caso tanto en sentido literal, en cuanto al coche, como figurado, en cuanto al protagonista), un vuelco que permita cambiar el paso, tomar otra dirección.
Por lo pronto sobreviene ese hundimiento en el barranco y en la oscuridad de la noche. Y eso es una dura prueba para el personaje cuyo nombre no se sabe, pero que, con ocasión de este accidente, ha encontrado uno: Jonás. Así es como quiere ser llamado.
Procuro, como autor, distanciarme de los hechos para consignarlos con la suficiente objetividad y mantener el tono narrativo. No corresponde al escritor sino al lector dejarse o no impresionar así como sacar conclusiones. Un abrazo.
Dictus est et bene, magister meus et carissimus frater.
¡Estas conversaciones son magníficas de un gran valor, Antonio!, no las dejes escapar y creo que en un libro quedarían preciosas…¡, ¡ la vida, los pensamientos, los desenlaces, lo finito, lo determinante y determinado…todo un mundo filosófico-literario!…
» ¿Cómo escapar de los callejones sin salida en los que quedamos atrapados? ¿De los laberintos en que nos extraviamos?»…magnífico, Felicidades a su autor, me parece que se llama Antonio…sí, así es su nombre…
Un abrazo.
Podríamos, en efecto, confeccionar un libro colectivo con las aportaciones de cada uno de nosotros. Es una buena idea. Por lo pronto, estos pensamientos y divagaciones, que diría nuestro amigo Ernesto, están recogidos aquí, en este blog que es un sitio público, al que puede acceder aquel que lo desee, ya sea para leer, para escribir o para ambas cosas. Entre todos conformamos «ese mundo filosófico-literario» al que aludes.
Eres muy amable, Teresa. Un abrazo.